Después de la muerte del
rey David fue Salomón su sucesor y este logró construir un templo para Dios en
la ciudad de Jerusalén. La construcción inicio en el mes hebreo de Ziv (abril –
mayo) y siete años después fue concluido en el mes de Bul (octubre – noviembre).
Salomón hizo traer todo lo consagrado por David su padre, la plata, el oro y
los objetos, y lo depositó entre los tesoros del templo. Congrego a los jefes
de las tribus hebreas para hacer traer el arca de la alianza desde la ciudad de
Sion, la ciudad de David, hasta Jerusalén. El rey Salomón y el pueblo de Israel
sacrificaron ante el arca ovejas y bueyes en un número incalculable. Los
sacerdotes introdujeron el arca hasta el santuario del templo, colocándola en el
Santo de los Santos (en el arca estaban las dos tablas de piedra que Moisés
depositó allí cuando Dios estableció su alianza sacándolos de Egipto). Cuando
los sacerdotes salieron del templo la gloria de Dios inundó aquel lugar,
Salomón ofreció un discurso en acción de gracias, concretando el deseo de su
padre, David y la profecía de Natán, construir el templo (estos eventos se
encuentran en los capítulos 5 al 8 del 1er libro de Reyes).
Es dentro de este episodio cuando el templo de Jerusalén se
vuelve en el lugar del perdón para el pueblo de Israel. Un breve fragmento de
la suplica de Salomón, expresa:
“Dios mío, que tus ojos estén abiertos día y noche sobre
esta Casa, sobre este lugar del cual has dicho: “Allí habitará mi Nombre”.
Escucha la oración que hará tu servidor en este lugar. Escucha la súplica de tu
servidor y de tu pueblo Israel cuando vengan a orar a este lugar. Escúchala
desde lo alto del cielo, del lugar donde tú habitas, escucha y perdona” (1era
de Reyes 8:29,30).
El templo de Jerusalén es sin duda una figura que otorga
unidad al pueblo de Israel y los congrega en torno a su fe y su cultura. Aunque
la sociedad moderna opte por vivir una fe individual; “lo que yo creo, donde yo
diga y cuando yo quiera”. En el pensamiento judío – cristiano no hay lugar para
una fe individual de modo absoluto, la fe se vive de modo plural e individual.
El concepto “pueblo de Dios” o “Iglesia” se refiere a multitudes, no solo a dos
personas: “Dios y yo”.
En el antiguo testamento el templo no es simplemente un
orgullo nacional, el inmueble se vuelve en una especie de “sacramento” para el
pueblo de Israel, un elemento físico donde los hebreos manifiestan su
arrepentimiento y buscan el perdón, y esto no es un azar, pues fue en ese lugar
–Jerusalén y su templo- donde el pueblo de Israel pudo encontrarse con Cristo,
escucharlo y manifestarle su arrepentimiento.
En la nueva alianza los elementos simbólicos que nos unen
al antiguo testamento son; la necesidad de un templo para orar en comunidad, la
necesidad de un sacerdocio que consagre la ofrenda –el pan y el vino- en nombre
del pueblo y por orden de Dios, la necesidad de un lugar Santo dentro de lo
Santo para depositar ahí el motivo de nuestra alianza; el pan eucarístico (para
los hebreos las tablas de Moisés), y obviamente, la necesidad de recibir la
absolución y la reconciliación, pues hemos pecado ofendiendo a Dios pero también
nos ofendemos entre nosotros.
Fue en el templo de Jerusalén donde Cristo se refirió a
su cuerpo como un templo “destruyan este templo y lo edifico en tres días”, los
judíos pensaron que él se refería al templo de Jerusalén. Actualmente, el
judaísmo ve en el templo un símbolo de unidad religiosa, mientras que, el
pueblo católico –independientemente del inmueble- ve al cuerpo de Cristo como
el cimiento que le otorga la unidad de fe, me estoy refiriendo a la eucaristía.