San Pablo y otros Apóstoles se reunían
los sábados en las sinagogas judías según la costumbre de los judíos para
anunciarles el cumplimiento de las Escrituras en Jesús. Esto levantaba
discusión y pleito en las sinagogas. Entre los paganos también sucedía algo
similar, los Apóstoles aprovechaban los momentos oportunos ó lugares públicos para
exponer la resurrección de Jesucristo. Conocido es el discurso de San Pablo en
Atenas donde hace uso de un “hito” nombrado por los griegos como “el dios
desconocido”, porque los griegos tenían tantas deidades que dieron lugar a la
posibilidad de que tal vez exista un dios al cual no conocen. San Pablo
encuentra en ese “dios desconocido” la oportunidad de hablarles de Jesús. Los
griegos escucharon el anuncio, pero, en el momento en que San Pablo menciona
que Jesús fue crucificado, muerto y resucitado, empiezan a burlarse de él y lo
corren. Los griegos no concebían a un Dios que se mostró a los hombres como “débil”,
fue asesinado por los mismos y resucito. La deidad en ese entonces eran símbolo
de poderío y no se asociaba al martirio, ni la debilidad.
Los apóstoles anunciaban el
evangelio con libertad, incluso, desde el anuncio del reino de los cielos que
es antes de la resurrección y se dio dentro de Jerusalén, los discípulos ya conocían
que: si anuncias y eres recibido la paz ha llegado a aquella casa, pero si no,
continua tú camino y limpia el polvo de tus pies. Después de la resurrección de
Jesús, la evangelización solicita el anuncio a todos los pueblos. Los apóstoles
anunciaban de ciudad en ciudad, pero, también se limpiaban “el polvo de sus
zapatos”. Así sucedió en el areópago con San Pablo y los griegos, estos lo corrieron,
el apóstol partió del lugar, solo un puñado de griegos le creyó y partieron
junto con él. En la carta a los Tesalonicenses se menciona como San Pablo en
esa comunidad no tuvo necesidad de anunciar algo porque Cristo ya había sido
anunciado. La carta a los Romanos afirma que se abstuvieron de anunciar a Jesús
porque ya había sido anunciado y prefirieron partir a la búsqueda de lugares
donde el evangelio no hubiese sido anunciado. Se comprende que en el tiempo de
los Apóstoles el mundo estaba conformado de otra manera, el politeísmo, la filosofía
y vida de los pueblos paganos, anunciar a Jesucristo en realidad era una
novedad.
Nuestro mundo ha heredado estas
prácticas apostólicas. No podemos negar que cualquier secta religiosa que use
la biblia como libro inspirado también se dará a la tarea de anunciar e
insistir bajo su interpretación. En algunos puntos concordaremos y en otros no.
La Iglesia Católica desde su origen ha tenido la tarea de anunciar a Jesús
iniciando con los Apóstoles bajo distintos contextos históricos. Por un lado, podríamos
sentarnos a discutir punto por punto con cualquier sectario, ateo, incrédulo,
apostata, gnóstico, ó de cualquier otro credo cumpliendo así la tarea de “anunciar”,
aunque Jesús ya es conocido en occidente. Benedicto XVI afirma que el creyente
debe saber cuándo hablar pero también cuando callar. La madre Teresa de Calcuta
afirmaba que “hay que evangelizar sin las palabras”, pero “callar” parece contradictorio
a la petición de “anunciar”. Recordemos que Dios es amor y en ocasiones el
hombre debe callar para que el amor que habita en el hable, porque Dios es
amor.