Antes me oponía a la práctica del
helloween afirmando que su pasado proviene de un rito no cristiano, tampoco soy
un promotor, sin embargo, me he dado cuenta que si yo me opusiera a todas las
cosas que provienen de ritos paganos tendría que incluir al mismo “tamal”, usado
por sacerdotes prehispánicos donde la carne al interior de la masa eran viseras
de hombres y mujeres sacrificados a las deidades. Hoy cuando comemos tamales
jamás pensamos en su origen, mucho menos en dar culto a las deidades, ni en
restaurar los sacrificios humanos. Tras la evangelización, el tamal quedo
“purificado”, por así decirlo.
Sobre mi infancia y el helloween,
recuerdo la primera vez que escuche de ello porque un amigo me invito: “esta
tarde iremos a pedir helloween”, “¿Qué es eso?” pregunte y contesto: “nos
disfrazamos y pedimos dulces de casa en casa…”. Al día siguiente me mostro
todos los dulces que había juntado y quede impresionado, a partir de ahí,
empecé a pedir dulces junto con ellos. Cuando llegue a la adolescencia deje de
hacerlo por considerarlo una práctica para niños.
Probablemente los cristianos en
nuestra oposición nos convertimos en informantes de lo que el helloween fue:
“una fiesta de brujos y adoración ocultista”, etc. Sin embargo, creo que los
niños solo asocian el helloween con dulces y disfraces, porque es lo que les
interesa, así como usted asocia el tamal a una comida mexicana y no a un
alimento consagrado a los ídolos que implicaba canibalismo.
Así como la evangelización purifico
el tamal, nosotros estamos invitados a purificar todas las cosas. Ningún pecado
veo en el hecho de que un niño pida dulces de casa en casa usando disfraz, incluso,
¿podríamos instruirlos de alguna manera?, buscar esa cultura del encuentro de
la cual habla Francisco I para poder entablar un dialogo en el lenguaje de los
niños. Por ejemplo, junto a los niños, podemos hacer oración por los dulces
recaudados para que Dios los purifique y bendiga los hogares, ò usar la época para
recordarles a los niños que por la resurrección el bien ha vencido al mal y
asociarlo a la tradición de la piñata, introducir todos los dulces recaudados a
una piñata tradicional de siete conos donde según la tradición de la piñata cada
cono representa uno de los siete pecados capitales y darle de palos. También,
¿por qué no aplicar la ley del diezmo?, supongamos que, de todos los dulces que
los niños junten, se aparte el 10% para que los niños los compartan con los
niños enfermos que no pueden caminar.
Estas ideas pueden ser aprovechadas
desde la familia, sin ser un catecismo de parroquia. Cada parroquia tendrá su
actividad acorde a la liturgia de la Iglesia. No hay que llevar el helloween a
la Iglesia, sino más bien usar el helloween para propiciar actitudes cristianas
en los niños. Dios no es un ser lleno de prohibiciones. Dios no está peleado
con el acto de “pedir dulces y usar disfraz”, ni con el acto de “comer masa con
carne de res”. Dios solo se opone al pecado, que es la maldad, la idolatría, al
egoísmo, los vicios, la superstición, la brujería, etc.
Hasta este punto, como adultos
tenemos que ver la viga de nuestro ojo. Lo más fácil es prohibir y oponerse, sin
hacer nada por encontrar ese punto que nos conecte con los intereses y deseos
del otro. Lo más importante no es la prohibición del helloween, sino la
obligación que tenemos como padres católicos para instruir a nuestros hijos en
el camino de fe. Dios debe ser seguido por amor, el que ama por amor crece y se
abstiene de aquello que no le conviene.