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jueves, 27 de febrero de 2014

Cuando el siervo se cansa

            Se le llama “apostolado” a las acciones que los creyentes emprenden dentro de la Iglesia, que están relacionadas con el culto ò la enseñanza de Jesucristo. Estos servicios deben ser emprendidos por amor y vocación, dando satisfacciones a quien los realiza. Sin embargo, es natural que por las rutinas los servidores sientan desanimo por la carga de trabajo y duden si es conveniente seguir ò desistir. Aunque el apostolado no debe ser visto como una carga sino como una satisfacción, en ocasiones se vuelve difícil responder a las obligaciones de una vida normal sumándole las de una parroquia. Existen momentos de presión, frustración y cansancio. Es natural que, por presión las personas sientan decepción de sí mismas. Muchos sienten que al fallar en su apostolado le fallan al mismo Jesucristo, pero este modo de pensar solo añade más presión, aumenta los complejos y los sentimientos de culpa.
            Vale la pena citar una anécdota. Fui jefe de varios ingenieros. Era natural que tuviésemos mucha carga de trabajo. Creo que hoy en día, muchas personas se frustran por “la cultura de la excelencia”, pues, por la alta competitividad viven bajo la presión de perder su empleo y minimizan lo más posible sus errores ò no comparten su estado de ánimo para no mostrar debilidades. Como jefe, mi filosofía consistía en la eficiencia, pero la eficiencia no puede ser alcanzada sino somos sinceros con nosotros y con los demás, debemos reconocer la débil y aceptar que nos equivocamos. Como jefe entendía las debilidades de mis subordinados y las mías. Cuando los empleados compartían sus errores ò cansancios, el enfoque no era el reproche, ni el castigo, sino llegar a la solución entre todos como equipo, purificar los ánimos para salir adelante. Todos cometemos errores, tenemos dudas, miedos, etc. No es conveniente cargar con caretas, pues somos imperfectos.
            Desconozco hasta qué grado la cultura de la perfección se ha metido hasta en nuestras oraciones. Si usted falla bautizado ò se siente cansado de su apostolado antes de creer que “le ha fallado a Cristo”, descanse aceptando que estamos limitados por nuestra imperfección, el cansancio es algo natural que se presenta en todo ser humano y Dios lo comprende. No vale la pena negar nuestra debilidad, ni enfrascarnos en cosas que no pudimos resolver, lo importante es recobrar el ánimo y ser humildes hasta en la oración: no podemos jurarle a Dios una obediencia inquebrantable porque es una mentira y una vanidad, Dios lo sabe, mas bien, pidámosle el deseo de continuar, la fe para no desistir y hasta el descaro para presentarnos de nuevo después de haber prometido tantas cosas y no haber cumplido. Como hermanos, seamos compasivos con los que fallan, no murmuradores, ni intrigosos, consideremos que también nosotros podemos fallar ò cansarnos y nos gustaría ser recibidos con buen ánimo. Los apóstoles fallaron infinidad de veces, se cansaron, prometieron y no cumplieron, sintieron temor ò negaron la fe. No debemos olvidar que tenemos un Dios que nos ama y que formo la Iglesia con gente que se equivoca. Dios es Padre, antes de ser el dueño de la viña. Tampoco caigamos en la presunción religiosa de querer abarcarlo todo diciendo “si a todo” deliberadamente, porque eso también es vanidad, mejor como servidores enfoquémonos en aquello para lo cual tenemos vocación, digamos “si” y caminemos aunque parezca que es poco.       
            Tener un apostolado conforme a nuestra vocación es bueno, porque tenemos la oportunidad de vivir una vocación. Es ingenuo creer que “el mundo será color de rosa” cuando no lo es, vendrán fatigas y desánimos, también satisfacciones y alegrías. Como servidores, debemos alegrarnos en nuestras fatigas, porque hemos preferido fatigarnos para el Reino de Dios a gastar nuestro tiempo en nosotros mismos, ya vendrá la recompensa de todas nuestras fatigas. ¡Amén!. 

(Nota; estas es una reflexiòn de diciembre de 2013)