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domingo, 21 de septiembre de 2014

Somos ovejas, no borregos

Los creyentes constantemente somos acusados de “borregos” por seguir un credo. Ser “un borrego” significa seguir al resto sin cuestionar, hacer lo que los demás hacen porque simplemente así es. Son pocas las personas que cuestionan la ideología propia antes de juzgar las creencias de los demás. Suele pasar que quien te acusa de “borrego”, también es “borrego”.  
Existen borregos de la política, las artes, los vicios, incluso, hay borregos del tipo de vida, que asumen y emulan una ideología ò moda simplemente porque creen que es lo mejor ò los hace verse mas superiores. Por ejemplo; tuve la oportunidad de platicar con una defensora del pensamiento homosexual, quien afirmaba que la relación hetero y homo deberían ser vistas como lo mismo, cosa que para mí, no es así y argumente: “si afirmamos que es lo mismo, entonces, que cualquier lesbiana tenga un noviazgo con un hombre, ¿homo y hetero es lo mismo, que no?. También, me resulta irónico que los gays adopten la bandera de la diversidad sexual, cuando en la homosexualidad no hay diversidad. El gay entabla relaciones con personas de su mismo género, la heterosexualidad si implica diversidad: hombre y mujer. Sobre la tolerancia de género, quizá la relación heterosexual es superior porque se requiere más paciencia y respeto para entablar una relación con una persona que posee un genero distinto al tuyo”. En fin, con esto ejemplifico que, una idea es sembrada en la gente: “igualdad y diversidad sexual”, pero no es común que aquel que acepta el ideal, lo cuestioné y subsecuentemente se cae en el vicio de juzgar la postura ajena antes que la propia.        
Jesucristo es un maestro que invita siempre a la introspección, por ejemplo; cuando los fariseos cuestionaron porque sus discípulos cortaban espigas en el día de reposo, cosa mal vista entre judíos, Jesús los hizo reflexionar con el caso del Rey David, que por hambre quebranto la ley de Moisés y comió los panes exclusivos para los sacerdotes y nadie lo condeno (San Mateo 12:1-8). Otro caso fue que en asuntos del matrimonio y divorcio judío, Jesús también llamo a la reflexión citando el texto judío de Bereshit ò Génesis, rompiendo la inercia ideológica de su tiempo: “dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán una sola carne” (Génesis 2:24), ya que los judíos permitían el divorcio justificándose en un decreto de Moisés. Jesús hace énfasis en algo establecido en las creencias judías: “ser una sola carne”.  También como guía de sus discípulos, Jesús los hace cuestionarse de un modo directo; “¿Quién dicen ustedes que soy yo?” (San Mateo 16:13-20). Ese modo de Jesús, directo y sin rodeos confronta pero no para destruir lo que pensamos, sino al contrario, para hacernos pensar. ¿Qué es lo que tú crees y porque?.
La enseñanza de Jesucristo constantemente nos cuestiona. No en balde, por esta constante interrogante que propicia el Mesías en la vida de los hombres, pastores evangélicos se han convertido al catolicismo, los homosexuales se hacen heterosexuales, los ateos se hacen creyentes, los enemigos de la fe se hacen evangelizadores, y muchas cosas más, inauditas para muchos, para aquellos que no están dispuestos a sacrificar su más alta creencia en la búsqueda de la Verdad. 

martes, 16 de septiembre de 2014

El varón perfecto

Cada vez que uno revisa los medios de noticias nacionales ò locales, se impresiona del grado de corrupción en el que estamos. El peculado parece no preocupar a ningún funcionario. La extinción del fuero es un tema tabú entre legisladores de derecha y de izquierda. El significado de la palabra “política” es buscar el bien común, pero en la actualidad parece que el problema de la “política” son los “políticos”. Hablar de política es como hablar de algo que no tiene solución, en donde los actores se aprovechan de cualquier cosa para conseguir sus intereses, si regalan un bolillo lo firman con su nombre y en cuestiones del erario, parece que solo ellos saben donde están las partidas especiales, los recursos a fondo perdido, etc. Sin duda, se necesitan hombres que imiten a Jesús en sus obras y no en sus palabras para que nos Gobiernen.
En las relaciones de pareja también se escucha un lamento. Las mujeres afirman “todos los hombres son iguales; mentirosos, mujeriegos, borrachos”, los hombres dicen; “las mujeres así son, interesadas y vanidosas…”. La castidad entre los jóvenes y los adultos parece ser un tema de historia medieval. El adulterio es solapado mientras no se descubra. Parece que el mundo cae en un juego donde nadie confía en nadie; desde la política, la prensa, el banco, el médico, la relación con tu pareja, hasta la leche que compras en la tienda no sabes si es autentica.
Aun así, en medio de este mundo tan enlodado, el hombre occidental tiene una vaga idea de lo que la perfección humana es, y aunque gran número de ciudadanos sean escépticos y apostatas  al cristianismo o se opongan, la idea del “hombre ideal” tiene una fuerte raíz bíblica.
Primero que nada, hay que aclarar que “hombre perfecto” no es aquel modelo expuesto por los medios; “varonil, atlético, exitoso en su trabajo, que tiene sentido de la moda y sabe complacer a las mujeres”, no, hasta las mujeres se quejan de ese tipo de hombre llamándolo “infiel, egocéntrico”. El hombre ideal es el hombre de fiar, cabal, que no se dobla por el dinero, ni falta a su juramento nupcial por sus apetitos. San Pablo, apóstol, escribe en el nuevo testamento la frase “hombre perfecto” refiriéndose a Jesucristo como el modelo a seguir. El “varón perfecto” según el pensamiento occidental, como ya mencione, sigue teniendo una fuerte raíz bíblica, aunque el ciudadano común desconozca el origen de este ideal.
El motivo de esta reflexión es informar para volver a la raíz del pensamiento occidental. El hombre perfecto es aquel que: es marido de una sola mujer (San Mateo 10:4-9), es prudente (Eclesiástico 21:17-25), no se entrega a los vicios (Proverbios 23:29-35), paga lo que es justo y no se enreda en fraudes (Proverbios 11:1, levítico 19:13), es actor de caridad y piedad (Proverbios 25:21), habla sin injurias (levítico 19:18), es humilde (San Lucas 14:8-11), no habla con mentiras (Éxodo 20:16), sabe criar a sus hijos a tiempo (Proverbios 22:6) y trata a los demás como desea ser tratado (San Mateo 7:12), esto solo por mencionar algunas características, pero a mayor entendimiento de las Escrituras, mayor discernimiento tendremos entre la degradación y la perfección humana, entre el bien y el mal.  

Démonos un tiempo para meditar en los textos sagrados y educarnos en ellos porque es necesario construir en nosotros: la bondad, la ética y la moral que tanto le hace falta a este mundo. 

domingo, 7 de septiembre de 2014

Dios es amor

Cuando un niño ò un adulto nos pregunte; “¿El Dios de los cristianos puede manifestarse a los hombres de otros credos?”, podemos preguntar; “¿El amor puede manifestarse a cualquier ser humano?”. Si el amor puede manifestarse a cualquiera, Dios también puede hacerlo porque El es amor. Sin embargo, no todos los hombres viven y entienden el amor de la misma forma.
Estamos tan acostumbrados a escuchar la frase “Dios es amor” que quizá hemos dejado de ver la profundad de ello. Usamos la palabra “amor” e inconscientemente la asociamos al enamoramiento, a la pareja, al sentimiento que una persona despierta en nosotros, no obstante, refiriéndonos al amor de pareja, las nuevas generaciones atraviesan la crisis de las rupturas conyugales. Los jóvenes deben entender que el amor no es una eterna luna de miel. El amor debe madurar y trascender más allá de los estímulos de los sentidos. Cuando una pareja contrae matrimonio y viven sus primeras etapas todo parece ser felicidad, después cuando la emoción pasa y la atracción decae es cuando se cree que el “amor se acabo”, pero es precisamente ahí cuando el amor debe ser manifestado, no basado en la simple atracción, sino en el deseo de permanecer confiando en que el reto de vencer juntos la adversidad elevara la relación a un plano superior al anterior.
El amor hacia Dios no puede ser visto solo como la “luna de miel” que muchos buscan. El amor de Dios no es una experiencia basada solo en las emociones. En la actualidad, es común que las personas cambien sus creencias o posturas con tal de encontrar nuevas sensaciones para salir de su aburrimiento ò estancamiento. Esa clase de amor hacia lo divino pareceré más bien una aventura sin rumbo, como un adulterio ò una especie de poligamia. Un amor basado en emociones no perdura, perecerá cuando cese la emoción.
Sobre la relación que Dios establece con los hombres por medio de la oración, me sorprendió la postura judía en contraposición con el ideal de oración de los cristianos pentecostales, mientras los segundos anhelan alcanzar oraciones que muevan sus emociones considerándolas superiores, los judíos creen que las oraciones que buscan mover el sentimiento humano en el fondo son carnales, porque se está poniendo precio a las oraciones en base a las sensaciones corporales y nuestro cuerpo no es eterno. En cambio, los judíos consideran que el hombre que hace oración sin sentir nada posee mayor espiritualidad, pues se requiere más fe para orar sin sentir nada, que para orar sintiendo algo.   
En el cristianismo, el amor que Dios propone al mundo no es un “enamoramiento”, ni un éxtasis de emociones, su amor es una propuesta definida manifestada en la encarnación y pasión de Jesucristo. Es precisamente su sacrificio en la cruz lo que nos manifiesta un amor que no claudica cuando las adversidades se hacen presentes. Esa clase de amor trasciende porque está basado en la integridad y el juramento de la persona, en su deseo de afirmar “si” a pesar de no tenerlo todo a su favor. Entonces, si Dios habiéndose encarnado, siendo en Jesucristo poseedor de un cuerpo finito, habiendo participado de la muerte, no negó su obediencia al Padre y mucho menos su piedad a nosotros, confiamos en que el amor de Dios hacia el género humano es cabal y no una sensación pasajera.

Por nuestra parte, la experiencia que vivimos en El debe hacer brotar hacia los demás la presencia de Dios que está en nosotros, por ello, el cristiano debe amar aunque lo odien, porque Dios nos amo de igual manera, aun siendo pecadores nos amo, pues Cristo entrego su vida por nosotros. Consideremos que Dios nos ama de tal forma pero con un propósito; ser a imagen y semejanza de Jesús.