Cada vez que uno revisa los medios de noticias
nacionales ò locales, se impresiona del grado de corrupción en el que estamos.
El peculado parece no preocupar a ningún funcionario. La extinción del fuero es
un tema tabú entre legisladores de derecha y de izquierda. El significado de la
palabra “política” es buscar el bien común, pero en la actualidad parece que el
problema de la “política” son los “políticos”. Hablar de política es como
hablar de algo que no tiene solución, en donde los actores se aprovechan de
cualquier cosa para conseguir sus intereses, si regalan un bolillo lo firman
con su nombre y en cuestiones del erario, parece que solo ellos saben donde están
las partidas especiales, los recursos a fondo perdido, etc. Sin duda, se
necesitan hombres que imiten a Jesús en sus obras y no en sus palabras para que
nos Gobiernen.
En las relaciones de pareja también se escucha
un lamento. Las mujeres afirman “todos los hombres son iguales; mentirosos,
mujeriegos, borrachos”, los hombres dicen; “las mujeres así son, interesadas y vanidosas…”.
La castidad entre los jóvenes y los adultos parece ser un tema de historia medieval.
El adulterio es solapado mientras no se descubra. Parece que el mundo cae en un
juego donde nadie confía en nadie; desde la política, la prensa, el banco, el médico,
la relación con tu pareja, hasta la leche que compras en la tienda no sabes si
es autentica.
Aun así, en medio de este mundo tan enlodado, el
hombre occidental tiene una vaga idea de lo que la perfección humana es, y aunque
gran número de ciudadanos sean escépticos y apostatas al cristianismo o se opongan, la idea del “hombre
ideal” tiene una fuerte raíz bíblica.
Primero que nada, hay que aclarar que “hombre
perfecto” no es aquel modelo expuesto por los medios; “varonil, atlético, exitoso
en su trabajo, que tiene sentido de la moda y sabe complacer a las mujeres”,
no, hasta las mujeres se quejan de ese tipo de hombre llamándolo “infiel, egocéntrico”.
El hombre ideal es el hombre de fiar, cabal, que no se dobla por el dinero, ni
falta a su juramento nupcial por sus apetitos. San Pablo, apóstol, escribe en
el nuevo testamento la frase “hombre perfecto” refiriéndose a Jesucristo como el
modelo a seguir. El “varón perfecto” según el pensamiento occidental, como ya
mencione, sigue teniendo una fuerte raíz bíblica, aunque el ciudadano común desconozca
el origen de este ideal.
El motivo de esta reflexión es informar para
volver a la raíz del pensamiento occidental. El hombre perfecto es aquel que: es
marido de una sola mujer (San Mateo 10:4-9), es prudente (Eclesiástico
21:17-25), no se entrega a los vicios (Proverbios 23:29-35), paga lo que es
justo y no se enreda en fraudes (Proverbios 11:1, levítico 19:13), es actor de
caridad y piedad (Proverbios 25:21), habla sin injurias (levítico 19:18), es humilde
(San Lucas 14:8-11), no habla con mentiras (Éxodo 20:16), sabe criar a sus hijos
a tiempo (Proverbios 22:6) y trata a los demás como desea ser tratado (San
Mateo 7:12), esto solo por mencionar algunas características, pero a mayor
entendimiento de las Escrituras, mayor discernimiento tendremos entre la degradación
y la perfección humana, entre el bien y el mal.
Démonos un tiempo para meditar en los textos
sagrados y educarnos en ellos porque es necesario construir en nosotros: la
bondad, la ética y la moral que tanto le hace falta a este mundo.