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domingo, 16 de agosto de 2015

La Iglesia Catolica y sus pecados

            Estoy leyendo el libro: “100 mitos de la historia de México” de Francisco Martin Moreno, famoso escritor mexicano de novela histórica, algunos de sus títulos: “México secreto, Arrebatos carnales, México mutilado, México ante Dios…”. En 100 mitos, sin ser novela, desarrolla una crítica justificada de los eventos que marcaron la historia del país. El autor parece no descansar en su crítica y juicio hacia la Iglesia Católica, incluso, acusándola de “propiciar el atraso del país”. Martin Moreno es ateo descendiente de judíos, quizá no tiene el mas mínimo afecto por nuestra Iglesia. Es verdad, que en la historia de cualquier país, habrá individuos que aprovechándose de un cargo religioso, sean católicos, protestantes, judíos o de cualquier otra fe, con tal de defender sus intereses, atentaran contra la estabilidad de los individuos, el Estados o su credo.
            Martin Moreno es certero al juzgar a la Iglesia, citando nombres y fuentes bibliográficas, por ejemplo; en la guerra cristera (1926-29) el cura José Reyes Vega apodado “Pacho Villa con sotana”, afiliado al ejército cristero, aprovechándose de ello, asalto un tren y consintió el asesinato de inocentes. Los sacerdotes Aristeo Pedroza, Jesús Angulo, Miguel Pérez Aldape, Leopoldo Gálvez promovían la lucha armada, justificaban el asesinato, con limosnas y donaciones compraban armas y las bendecían. En otro pasaje de la historia, en la guerra de reforma (1857-1861), la jerarquía eclesiástica apoyaba política y económicamente a los conservadores y Maximiliano de Habsburgo, prefiriendo un imperio a una república, pues las ideas liberales, encabezadas por Benito Juárez, desean la república y la separación entre Iglesia y Estado.
            Como católico creo que es importante leer la historia de México sin miedo, para hacer una apología de nuestra fe, y no una justificación de los delitos cometidos por los hombres que usaron la fe de modo erróneo, contradiciendo el evangelio. Al leer la historia no debe olvidarse el contexto histórico. Las generaciones que nos antecedieron, entendían el rol y la estructura del mundo de una forma distinta a la de hoy. Para ejemplo; hace cien años era inimaginable que una mujer entrara a un templo sin cubrir su cabeza, hoy es común. Siglos atrás, en la guerra de reforma, la separación de Iglesia y Estado era inadmisible para esa generación, ser Gobernado por un Estado que no contempla a Dios era dejar al país a la deriva y mermar el poder de la Iglesia para su obra evangelizadora. En la guerra cristera, despojar a la Iglesia de sus templos e inmuebles para que estos fuesen propiedad del Estado por decreto, sería interpretado por los devotos de la época, como una medida de presión del régimen post-revolucionario para arrodillar los pulpitos y las predicas a beneficio del nuevo régimen. Muchas creyentes dieron su vida por sus ideales, recurrieron a las armas ignorando los principios del evangelio. Esto solo nos demuestra que la sociedad debe aprender a convivir y negociar, que la violencia convierte a los humanos en seres irracionales. Cada capítulo de la historia se entiende, no bajo la óptica de nuestro tiempo, sino en el contexto de lo sucedido.   

            Sin duda, es tormentoso encontrar en la historia de México pasajes donde “los hombres de Dios” se comportan de modo contrario al evangelio, pero al menos, si nos duele y nos avergüenza es señal de que ¡el pecado duele y avergüenza! (malo fuese que no nos avergonzara). Como bautizados, es bueno reprobar toda conducta contraria al evangelio y no cargar con pecados ajenos, de generaciones pasadas. Aunque nos acusen como si fuésemos culpables; somos la misma Iglesia pero no somos la misma gente. Benedicto XVI expresa; “cada generación está obligada a conquistar la moral en su tiempo”. Como Iglesia estamos obligados hoy a renovar nuestra conversión, y mirar los principios del evangelio; la fe, la pureza y la caridad. Podemos escribir la historia para bien o para mal.