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domingo, 10 de abril de 2016

Comulgar sin confesarse

            “Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente: El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”. De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: “Esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en memora mía”. Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que él vuelva.        Por eso, el que coma el pan o beba la copa del Señor indignamente tendrá que dar cuenta del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Que cada uno se examine a sí mismo antes de comer este pan y beber esta copa; porque si come y bebe sin discernir el Cuerpo del Señor, come y bebe su propia condenación”. (1era de Corintios 11:23-29)
            Debo compartir una anécdota; acudí a una misa particular celebrada en una casa. Ahí se repartió la comunión entre todos los asistentes, tuve la copa en mis manos y todos comieron de la Eucaristía menos yo. Una amiga comento que no es necesario confesarse antes de cada Eucaristía, así lo había aprendido de un sacerdote, sin embargo, yo sabía que mis pecados requerían confesión sacerdotal, por eso me abstuve, aunque pude haberlo hecho. Un sacerdote joven, al ver que no estaba dispuesto a comulgar, se acerco a mí y sin escuchar mi confesión, puso su mano sobre mi cabeza y proclamo; “te absuelvo de todos tus pecados…”, pregunte; “¿Por qué no escucha mi confesión?”, lo entendió, nos apartamos del grupo para estar a solas y me confesé.  No es necesario confesarse “cada vez” que se va a comulgar, pero no confundamos, eso no significa que la confesión no sea necesaria para la comunión. No todos los pecados son ofensas del mismo grado, hay pecados veniales, ofensas que no rompen nuestra amistad con Dios pero si la afectan. Hay pecados mortales, aquellos que provocan la muerte espiritual en nosotros. La persona que por su propia voluntad desea fornicar, robar, matar o cometer otro pecado grave, ya ha ofendido seriamente a Dios al escoger interiormente lo que Dios ha prohibido, ha caído en pecado mortal al cometer estos actos, y necesita la confesión para poder comulgar.
            Por otra parte, no todos los pecados requieren la confesión sacerdotal, aunque todos los pecados requieren arrepentimiento. Hay una confesión comunitaria al iniciar cada misa; “Yo confieso ante Dios Todopoderoso, y ante ustedes hermanos que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a Santa María siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes hermanos, que intercedan por mí ante Dios, Nuestro Señor. Amén”, podríamos decir que en este acto recibimos la absolución de nuestros pecados veniales.       
            La Iglesia sostiene que después del Bautismo no es posible obtener el perdón de los pecados mortales sin la confesión sacerdotal, aunque es posible anticipar el perdón con la contrición perfecta acompañada del propósito de confesarse.
            Hay quienes creen y permiten que alguien comulgue primero y después se confiese, en lo personal, esta idea no me gusta por mi debilidad, supongamos; yo postergo la confesión porque me da vergüenza decir mis pecados al sacerdote, esa vergüenza no se irá, lo más seguro es que después de la Eucaristía, caiga en la tentación de postergar la confesión porque sigo cargando con la vergüenza. Para no caer en el pecado de sacrilegio prefiero confesarme primero y comulgar después.       

            Los versos de la carta a los Corintios hacen mucho eco en mí, no perdamos la oportunidad y la alegría de acudir a la confesión, porque en verdad hay alegría en el cielo y en la tierra, cuando el sacerdote proclama sobre nosotros; “te absuelvo en el nombre del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”.