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sábado, 25 de junio de 2016

Moisés, Jesús, divorcio y matrimonio.

En bastantes ocasiones he encontrado a muchísima gente afirmar “Jesús era un rebelde de su tiempo” – Pero dicen para no someterse a nadie. Bíblicamente no puedo afirmar Jesús fuese un rebelde ó un progresista, más bien, el resulto ser más ortodoxo para la santidad y la purificación del corazón y menos meticuloso y celoso de las 613 leyes que componen la ley judía.
Hagamos un paralelo entre dos pasajes bíblicos. El libro del Deuteronomio escrito por Moisés toca el tema del divorcio, lo justifica y norma; “Si un hombre toma una mujer y se casa con ella, puede ser que le encuentre algún defecto y ya no la quiera. En ese caso, escribirá un certificado de divorcio que le entregará antes de despedirla de su casa. Habiendo salido de su casa, puede ser la mujer de otro. Pero si éste también ya no la quiere y la despide con un certificado de divorcio, o bien si llega a morir este otro hombre que la tomó como mujer suya, el primer marido que la repudió no podrá volver a tomarla por esposa, ya que pasó a ser para él como impura…” (Deuteronomio 24:1-4).
Cuando Jesús es increpado por los judíos por el tema del divorcio, el desecha este acto haciendo alusión al libro del Génesis (Cap. 2:24) resultando ser más conservador que Moisés – El profeta permitió el divorcio por la necedad del pueblo. El pasaje lo señala así; “Los fariseos le preguntaron: “Entonces, ¿por qué Moisés ordenó que se firme un certificado en el caso de divorciarse?” Jesús contestó: “Moisés vio lo tercos que eran ustedes, y por eso les permitió despedir a sus mujeres, pero al principio no fue así. Yo les digo: el que se divorcia de su mujer, fuera del caso de unión ilegítima, y se casa con otra, comete adulterio”. Los discípulos le dijeron: “Si ésa es la condición del hombre que tiene mujer, es mejor no casarse”. Jesús les contestó: “No todos pueden captar lo que acaban de decir, sino aquellos que han recibido este don” (San Mateo 19:7-11). Como leemos, Cristo señala el proyecto del Padre, la fe y el don, mientras los discípulos limitan su fe la condición humana, al grado de preferir no casarse.  
El Mesías viene a recordar una pureza conyugal que está inmersa en la revelación desde el Génesis. En la tradición judía y cristiana, el matrimonio no es solo la unión de dos seres que comparten pertenencias y vida, sino dos creaturas que comparten su espíritu y se hacen uno. Para el Talmud (libro que recoge la tradición oral judía) en el divorcio el altar del templo llora – el divorció es la división entre el pueblo de Dios. Aunque el judaísmo permitió el divorcio, el cristianismo no.
Veámonos reflejados en nuestro contexto moderno donde las apologías del divorcio están a la orden del día, ¿Cómo se referirá Jesús hacia nosotros cuando presionamos a la Iglesia para que invalide matrimonios?, ¿Cómo nos llamara cuando el deseo termina y enfatizamos defectos con tal de acabar con nuestro matrimonio?, ¿nos llamara “tercos” como lo hizo con los Israelitas? ¡Por supuesto que sí!.