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lunes, 10 de julio de 2017

Animar a un sacerdote

Cada vez que un sumo pontífice visita nuestro país los medios de comunicación se aglutinan para informarnos los hechos y la agenda del clérigo. No faltan periodistas cuestionando el papel de la Iglesia en los casos de pedofilia, reviviendo encabezados de crímenes y escándalos añejos, justificándose en atender a las víctimas aunque pareciera que la preocupación es que la herida nunca sane para vender la nota cuantas veces sea posible. Ningún periodista, ninguno, ha increpado algún sumo pontífice por el desmedido asesinato de sacerdotes en el país, siendo México, uno de los países más peligrosos para ejercer este cargo. Pareciera que a ningún periodista ó medio de talla nacional ó internacional le interesa este tema, y creo que es por simple marketing. Cuando un sacerdote es acusado por un delito la noticia se publica por todos los medios, y cuando es absuelto de una acusación judicial por ser declarado inocente no hay medio que publique el hecho, salvo uno o dos, y ACI Prensa. Parece que no es rentable para ningún medio de noticias mostrar a la Iglesia cuando es víctima.  
Hace algunos meses un hombre entro a misa en la Catedral Metropolitana en Ciudad de México, fue testigo de toda la liturgia, se formo en la fila para la comunión y cuando tuvo al párroco enfrente saco una navaja e intento degollarlo. Aunque la noticia fue mostrada a nivel nacional, la investigación concluyó en que el culpable es un enfermo mental. Pero, ¿un enfermo mental puede guardar un arma entre sus ropas, seguir toda una liturgia sin escándalo, focalizar a su víctima, usar su arma con destreza y pretender emular el asesinato del sacerdote francés, Jacques Hamel?, ¿en verdad el rufián es un demente?. Me parece lógico alegar demencia cuando deseas que tu sentencia sea menor. ¿Y si el criminal no fuese un demente?, su sentencia seria mayor y el acto sería un crimen de odio contra la Iglesia Católica. Hay algo que debo hacer notar, ningún grupo social, religioso ó político en México reprobó este crimen ó dio palabras de aliento a la víctima, ni la CNDH, ni la CONAPRED, ni LGTB, ni grupos evangélicos, ni judíos, ni musulmanes, etc. ¿Cómo debemos interpretar este gesto de apatía?, ¿La vida de un sacerdote no vale ni una palabra de aliento?.
Hace algunos días, un grupo de católicos me envío una invitación para firmar una petición ciudadana que tiene como fin hacer comparecer al Cardenal, Norberto Rivera, por supuesto encubrimiento de quince sacerdotes acusados de pedofilia. Aunque la demanda fue puesta por un tercero a inicios de junio, se sustenta en una declaración pública hecha por Rivera en diciembre de 2016. La acusación se basa en el hecho de que Norberto confieso “turnar los casos a Roma” –si lo turno a una instancia superior, ¿por qué la acusación afirma que los encubrió? (no entiendo)- Lo curioso es que parece que a nadie le importa que paso con los quince sacerdotes, si fueron culpables ó inocentes, el ímpetu ciudadano esta en juntar firmas para presionar al juez y al Presidente de la República y hacer declarar a Norberto, como si la comparecencia se lograra por votos y por firmas, y no, por el dictamen de un juez en su conocimiento de las leyes y el derecho, y la evidencia presentada que sustenta la demanda. El caso es alimento para los medios, y no faltará aquel católico que sin fundamento vea a Norberto como el mismo Caifás solo por ocupar un lugar dentro de la jerarquía católica. 

Para concluir esta reflexión, en México la vida de un sacerdote parece valer menos que nada, y es tan fácil hablar pestes de un párroco y que la gente lo crea sin meditarlo y lo replique como si fuese verdad. Como bautizados tenemos la obligación de hablar lo que es justo. La recomendación de San Pablo a Timoteo fue; “No admitas ninguna acusación contra un presbítero si no viene con el testimonio de dos ó tres” (I Timoteo 5:19), aunque parece que cambiamos la palabra “testimonio” por dos o tres “rumores”. Hay que apoyar a nuestros pastores, dar ánimo y aliento, el mundo no lo hará.   

domingo, 2 de julio de 2017

Confiar en Dios

En una reunión con amigos, alguien comento “creo que no confío en Dios lo suficiente…”, conteste: “¿Cómo lo sabes?”. Muchos nos hemos realizado la pregunta partiendo desde el prejuicio pensando que no nos fiamos de Dios lo suficiente, creo que Dios tampoco exigirá más de lo que podamos ofrecerle, aunque siempre nos invitara a dar algo más cuando podemos darlo.
Pero, ¿Cómo sabemos que no confiamos en Dios?. En primer lugar, hacerse la pregunta tiene en si un valor, una virtud, no cualquiera se pregunta tal cosa, quien se cuestiona, lo hace en un intento de confiar en Dios de modo correcto. Entonces, más que sufrir por la interrogante debemos alegrarnos porque nuestro interés está en agradar a Dios, y eso, será bien recibido por Él. Creer que no confiamos en Dios puede ser también una tentación de Satán para no disfrutar y lamentarnos por nuestra incapacidad humana. Confiamos en Dios porque tenemos fe. No debemos sufrir creyendo que vendrán pruebas que no podremos superar, ya lo dijo Jesús;  “no se preocupen por el día de mañana, el día de mañana traerá su propio afán…” (S. Mateo 6:34).    
¿Cómo sabemos que no confiamos en Dios cuando Él nos regalo la vida, nos dio casa, trabajo y alimento?, ¿estaremos mortificados creyendo que no confiamos en Dios lo suficiente para no disfrutar lo que Dios nos dio?. Debemos entender que Dios llama al hombre para disfrutar porque Dios nos invita al Edén eterno. Cuando un hombre se arrepiente de su mala vida esta confiando en Dios, está admitiendo que Dios ofrece una mejor vida para disfrutar y el arrepentimiento es el primer paso de esa confianza.   
Desde el canon ético, confía en Dios aquel que se fía de sus mandamientos –aunque no tenga religión- desde el punto de vista religioso, confía en Dios aquel que cree que Jesús es el mesías –aunque no participe de la Iglesia- desde el punto dogmatico, confía en Dios aquel que se fía de las promesas de Jesús entregadas a sus apóstoles –aunque no logre entenderlas ó las entienda- Desde la generalidad, confía en Dios aquel que cree, aquel que entiende que la creación esta mas allá de lo que vemos y tocamos. Confía en Dios el que puede hacer daño y no lo hace, aquel que opta por hacer el bien.
La vida de fe es parecida a la vida humana; de niños nuestros padres están al cuidado de nosotros, se manifiestan en cualquier momento e instante, en la edad adulta pasamos más tiempo en las obligaciones, vemos poco a nuestros padres pero sabemos que están ahí. Cuando experimentamos la conversión, en el despertar a la vida de fe, Dios parece evidente, se manifiesta en experiencias de vida que se vuelven inolvidables, conforme pasa el tiempo aquellas manifestaciones son esporádicas ó nulas. Esta ausencia es la invitación que Dios nos hace para confiar más allá de lo vivido. Somos sus hijos.
De esto puedo contar una historia, había dos hombres, uno hacia oración y quería sentir la presencia de Dios en cada oración, otro, cuando hacia oración no prestaba importancia si sentía ó no, el lo hacía. ¿Cuál de los dos confiaba más?, creo que el segundo porque se necesita más fe para orar y no sentir nada. El argumento es que Dios sigue ahí sin importar si lo sentimos ó no. Dios está con nosotros.  
Espero que quienes experimentaron una conversión no alimenten su fe solo por emociones. Es bueno buscar las cosas que nos hacen sentir cerca de Dios, solo debemos entender que cuando no sintamos nada, debemos seguir ahí porque Dios sigue ahí.