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domingo, 4 de marzo de 2018

Jesús, mediador entre Dios y los hombres


“Hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo, hombre él también” (1era de Timoteo 2:5).
            Este es uno de los versículos más usados por los hermanos evangélicos para poner en duda el tema de la intercesión de los santos y el papel de la Iglesia católica, es un verso que crea disensión.  
            Referirnos a Jesús como único mediador no significa que sólo quien profesa la religión católica ó cristiana obtiene retribución de Dios ó que sólo estos pueden alcanzar salvación. El catecismo de la Iglesia Católica es claro en el tema de la salvación de los no cristianos; “La Iglesia reconoce que cuanto de bueno y verdadero se encuentra en las otras religiones viene de Dios, es reflejo de su verdad, puede preparar para la acogida del Evangelio y conducir hacia la unidad de la humanidad en la Iglesia de Cristo” (CIC 845)., “Gracias a Cristo y a su Iglesia, pueden alcanzar la salvación eterna todos aquellos que, sin culpa alguna, ignoran el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero buscan sinceramente a Dios y, bajo el influjo de la gracia, se esfuerzan en cumplir su voluntad, conocida mediante el dictamen de la conciencia” (CIC 848).   
            La mediación de Cristo es sacerdotal, esto significa para la redención de los pecados, Él es sumo sacerdote de la Iglesia y ofrenda a la vez, en esta figura Dios ha querido reconciliar al mundo para sí. Los santos ó la Iglesia celestial no son redentores, mas bien, ellos suman sus plegarias a las de nosotros entorno a la ofrenda del sacrificio por los pecados; Jesús, cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
            Como señala San Pablo “hay un solo mediador entre Dios y los hombres; Jesucristo, hombre él también” y es la Iglesia el cuerpo de ese único mediador. La Iglesia en la tierra encarna la mediación de Jesús al disponer ante los hombres la ofrenda del sacrificio por el pecado; el cuerpo del cordero –la Eucaristía- para que de esta forma se renueve de generación en generación la reconciliación y retribuir la gracia que nos fue quitada por nuestro pecado.
            Si bien, el catecismo reconoce que fuera de la Iglesia habrá hombres que se disponen para buscar a Dios y hacer su voluntad, y que de algún modo pueden alcanzar gracia delante de Él de una forma que solo Él conoce, no por esto debemos estimar en menos el papel de la Iglesia, pues, Dios al entregar la revelación y Jesús al establecerla sobre los apóstoles en ello ejercen su divina voluntad y tal acción es para beneficio del género humano; “Id, pues, y haced discípulos a todas las naciones…” (Mt 28:19).
            La Iglesia al poseer la revelación y la cátedra recibe un papel pastoral para cumplir tal mediación al encausar de forma correcta la conciencia de los hombres; “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tm 2, 4). De la misma forma, la Iglesia para encarnar la mediación y tener el papel pastoral ha recibido un peso en la historia de la salvación; “El que a vosotros escucha, a mí me escucha, y el que a vosotros rechaza, a mí me rechaza; y el que a mí me rechaza, rechaza al que me envió” (Lc 10:16) ó también, “Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan” (Jn 20:23). La Iglesia tiene facultad y obligación para llevarnos a la gracia por los sacramentos ó el derecho de negárnosla cuando, en el cinismo, nos negamos al genuino arrepentimiento.  
            El mesías, Jesús, es el camino la Verdad y la Vida como lo declaró, y, es la Iglesia quien recibe la encomienda de guiarnos para encontrar ese camino que es Jesús, como ya señalé. Meditemos pacientemente en este misterio del cuerpo de Jesús, sabiendo que ninguna oveja se contenta al ser corregida con la vara, pero es la misma vara lo que provoca que ésta no salga fuera del redil para ser devorada por lobos.