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domingo, 14 de abril de 2019

La caridad y la adoración


            Moisés entregó al pueblo de Israel los diez mandamientos, los cuales cito y resumo según la mención del libro del Éxodo; 1.- Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud. 2.- No tendrás otros dioses delante de mí. 3.- No pronunciarás en vano el nombre del Señor, tu Dios, porque él no dejará sin castigo al que lo pronuncie en vano. 4.- Acuérdate del día sábado para santificarlo. 5.- Honra a tu padre y a tu madre, para que tengas una larga vida en la tierra que el Señor, tu Dios, te da. 6.- No matarás. 7.- No cometerás adulterio. 8.- No robarás. 9.- No darás falso testimonio contra tu prójimo. 10.- No codiciarás la casa de tu prójimo: no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni ninguna otra cosa que le pertenezca. (Cap. 20, v. 1-17)
            ¿En qué momento los diez mandamientos solicitan hacer caridad?. No lo señalan, el decálogo se enfoca en no obrar el mal; no caer en idolatría, no ser envidioso, ni embustero, etc., el decálogo no obliga hacer el bien; la caridad, compartir con los necesitados, etc.
            Después de terminar de leer los libros de Moisés, el pentateuco, inicie mi lectura con el libro de Josué, su sucesor, un líder militar que recibió la encomienda de llevar al pueblo de Israel a la tierra prometida de Canaán. Al leer como Josué arrasaba con los pueblos a su paso -asesinando a todos por igual- sin tener el menor cargo de conciencia, entendí, hasta ese momento que en ninguna parte de la Escritura –desde el libro del Génesis hasta el libro de Josué- se obligaba el asunto de la piedad y la caridad., y que incluso, las metas eran distintas; con Noé el asunto era construir el arca, con Abraham el asunto fue tener descendientes, con Moisés el asuntó fue liberar al pueblo de la esclavitud de Egipto y con Josué la meta fue llevarlos a la tierra de Canaán, y para él, el mandamiento “no mataras” se interpretaba como “no mataras a los hebreos”.
            Hay algo en común en los personajes citados; adorar a Dios obedeciéndole según la encomienda del momento. En ningún momento tales personajes tuvieron como meta las metas de la Iglesia; guardarse sin pecado de este mundo y hacer el bien. Como mencione, el decálogo no pidió hacer caridad.
            Dentro del pensamiento de Moisés existen leyes secundarias, algunas de ellas son como pequeñas luces que van ofreciéndole al pueblo de Israel un sentido de la caridad; “no te vengaras ni guardaras rencor contra los hijos de tu pueblo. Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (levítico 19:18). Sin embargo, en este tiempo de la historia de la salvación los israelitas entendían como “prójimo” a sus compatriotas los hebreos, no a los paganos. “Cuando cosechéis la mies de vuestra tierra, no siegues hasta el borde de tu campo, ni espigues los restos de tu mies. Tampoco harás rebusco de tu viña, ni recogerás de tu huerto los frutos caídos; los dejaras para el pobre y el forastero” (levítico 19:9,10).
            Poco a poco, a lo largo de los siglos el pueblo de Israel fue recibiendo la revelación de la caridad hasta llegar al Mesías, es él quien corona la caridad como una virtud excelsa. No obstante, hay un concepto anterior a la caridad; la adoración, esta aparece a lo largo de toda la historia de la salvación, desde que Adán tuvo a su nieto Enós; “Por ese tiempo comenzaron los hombres a invocar el nombre del Señor” (Génesis 4:25,26). 
            Hoy en día, muchos creen que la religión, la oración, la contemplación no son necesarias, creen que simplemente basta hacer el bien, hacer la caridad, pero fue por medio de la adoración, la contemplación y la religión como Dios fue revelando la caridad. La caridad es un fruto del árbol, no es un tronco, el tronco y la raíz son Dios, asegurémonos de estar unidos al árbol, adorémosle para que él nos haga entender y así nuestros frutos continúen, nuestra rama reverdezca y este fuerte.