Recuerdo
haber escuchado una reflexión judía donde se utilizó la siguiente frase: “sabemos
que la mujer tendrá un papel fundamental al final de los tiempos…”, como católico
me alegre a mis adentros porque asocie la expresión judía a la madre del mesías,
la madre de Jesús.
No
es muy difícil entender porque los judíos expresaron tal cosa, es el antiguo
testamento quien anuncia esta situación y lo podemos ver desde el primer libro;
“Entonces Dios dijo a la serpiente: “Por haber hecho esto, maldita seas entre
todas las bestias y entre todos los animales del campo. Te arrastrarás sobre tu
vientre y comerás tierra por todos los días de tu vida. Haré que haya enemistad
entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya. Ella te pisará la cabeza
mientras tú herirás su talón” (Génesis 3, 14,15).
Por
medio de estas imágenes literarias que plantea el texto podemos entender
realidades espirituales de forma sencilla: “haré que haya enemistad entre ti y
la mujer”. La palabra “enemistad” introduce una realidad distinta que no fue
propuesta en la creación del ser humano representado por Adán y Eva. En el
origen, Dios dio vida al género humano entregándole la creación, después de su caída,
Dios estableció “podre enemistad entre ti y la mujer”. Pero, ¿Qué sentido tiene
utilizar la palabra “mujer”?, ¿no debiese decir pondré “enemistad entre ti y
mis hijos”, “entre ti y mis fieles”?, ¿Por qué Dios uso la frase “ella te
pisará la cabeza” y no utilizo “ellos te pisaran…”?.
La
palabra “enemistad” significa la oposición entre dos o más. El tentador
representado por la serpiente vive en enemistad con Dios y sus creaturas –lo
sabemos- sin embargo, con el género humano no sucede así, solemos ser
ambivalentes de forma natural, nos reconciliamos y nos dividimos y deambulamos
por la vida luchando entre esas dos posturas: el bien y el mal. Somos como
arboles de la ciencia del bien y del mal, tenemos frutos buenos y malos. No
tenemos una enemistad completa con el tentador pues cada vez que lo escuchamos
y cedemos a la tentación en realidad nos hacemos cómplices con él.
Dios
al expresar “pondré enemistad entre ti y la mujer” provee el instrumento
necesario para que exista un rompimiento completo entre la mujer y el tentador.
Este instrumento es un atributo que la une con Dios de forma plena y la aparta
del pecado de forma completa, siendo la mujer quien lo recibe y lo entrega a sus
descendientes. En el evangelio de San Lucas podemos apreciar el cumplimiento:
“Llegó
el ángel hasta ella y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.”
María quedó muy conmovida al oír estas palabras, y se preguntaba qué
significaría tal saludo. Pero el ángel le dijo: “No temas, María, porque has encontrado
el favor de Dios. Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, al que pondrás
el nombre de Jesús. Será grande y justamente será llamado Hijo del Altísimo. El
Señor Dios le dará el trono de su antepasado David; gobernará por siempre al
pueblo de Jacob y su reinado no terminará jamás.” (Cap. 1, 28-33)
Fue
preservada la mujer por una enemistad contra la serpiente, ella quien pisa la
cabeza del tentador, aplastando su lengua que corrompe. Por esta cualidad dada
por Dios, otorgó un cuerpo puro para que el Verbo de Dios habitara ahí, alimentándose
de ella como hijo que fue y nació, y él vive también esta enemistad completa
con el tentador por ser hijo de la mujer y de Dios. Como expresó Jesús cuando
se refirió al tentador “él nada tiene en mi” (S. Juan 14,30).