En
estos días he escuchando recurrentemente la frase “yo no tengo una religión, yo
tengo una relación con Dios”. ¿Debemos tener una religión o una relación con
Dios?, ¿Acaso la religión no es una relación con Dios?. Aunque la frase en
algún momento la creí y la acepte como válida, hoy, con una fe mucha más madura
y cimentada puedo decir que una relación con Dios la tienen hasta los animales
del campo; “mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en
graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más
que ellas?”, “considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni
hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como
uno de ellos.” (S. Mateo 6, 26-30). ¿Podrá Dios no tener relación con todo
aquello que ha creado?.
Hay
un cuento judío –que me gusta bastante- referente a la soberbia del judío que
pretende engrandecerse sobre los demás, el cuento enseña; cuando un mosquito o
una mosca llega al oído de un judío y esta se vuelve un malestar, y en su
desesperación el hebreo intenta aplastar aquel insecto, el judío debe recordar
el diluvio con Noé cuando Dios prefirió salvar a esos insectos tan molestos e
insignificantes antes que salvar algún humano.
Dios
está en relación con toda su creación. En el relato de la creación, en el libro
de Génesis se lee “Dios creó y dijo que era bueno…”, Dios da vida, crea y
bendice. En lo más profundo, todos los seres humanos tenemos una relación con
Dios porque estamos vivos y en convivencia con su creación, incluso, me atrevo
a decir que sin la conversión y en el ateísmo más agudo, aun así, se tiene una
relación con Dios pues ¿no espera Dios pacientemente que estos incrédulos y
pecadores se vuelvan a Él?, si, los espera aunque vivan ajenos a Él y a su
gracia, y, por esta espera paciente de Dios se tiene una relación con Él, como
el amado que espera el retorno de su amada, como el padre que espera la
conversión de un hijo injusto. Malo es cuando Dios no espera nada de nosotros,
pero sabemos por el evangelio que Dios tiene un anhelo y un deseo insaciable de
encontrar a todos los individuos sin excepción. Es propio de la fe y la
conversión responder a ese llamado del Dios que desea relacionarse con todos. Entonces,
si Dios tiene una relación con su creación, y si el injusto e incrédulo se
convierte y es recibido por Él, ¿que tenemos nosotros como pueblo católico?. Nosotros
tenemos una relación y una alianza que se manifiesta día a día en el sentido
vivo de una religión.
En
la historia de la salvación, en los dos primeros capítulos del libro de
Crónicas podemos encontrar la genealogía desde Adán hasta el origen del pueblo
de Israel, y, en el primer capítulo del evangelio de San Mateo podemos
encontrar la genealogía de Jesús, desde Abraham hasta la Virgen María., y por
la historia enlazamos al apóstol San Pedro y sus sucesores hasta llegar al papa
Francisco, hasta podríamos enlazar esta sucesión con nuestro párroco.
Este
aprecio de los antiguos por expresar genealogías es por la estima que Israel y
la Iglesia primitiva tuvieron para exponer su origen, su alianza, y el peso del
cumplimiento de las promesas a lo largo de la historia de la humanidad. Nosotros,
la Iglesia Católica, tenemos una relación con Jesús que se expresa mediante una
alianza y una promesa en nuestra religión, una alianza que se perpetua en cada
Eucaristía y una promesa que prosigue a lo largo de dos mil años y mas allá: “…
tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del
infierno no prevalecerán contra ella” (S. Mateo 16, 18).