Estoy llevando clases de pensamiento
social contemporáneo. Hace algunos días reflexionamos sobre la obra “La
sociedad del Cansancio” de Byung-Chul Han. Para el autor hay dos tipos de
cansancio en esta sociedad moderna: el cansancio que se asocia al agotamiento,
improductivo (no produce humanidad), y el cansancio que se vuelve útil para
renovarse, creativo, contemplativo. Curiosamente, Han al final de su libro
refuerza su discurso citando el pentecostés de los hechos de los Apóstoles,
cuando recibieron el espíritu. Chul Han imagina unos apóstoles cansados pero en
estado creativo, sin estar obsesionados por el mañana; ganar dinero y pagar las
cuentas.
Para Han los individuos modernos han
perdido su colectividad por el cansancio que provoca la cultura del
capitalismo: el producir. Chul Han, al mencionar la sociedad del rendimiento, describe una sociedad activa que está
convirtiéndose paulatinamente en una sociedad del dopaje, alterando sus
capacidades para mantenerse positivos en miras de alcanzar todo aquello que
creen poder alcanzar. Utilizando analgésicos para dormir y no dormir, para sentir
y no sentir, para no entrar en ansiedad y drogas para poderse recrear en sus
reducidos espacios. Es la sociedad en la que el aburrimiento y la reflexión
escasean para vivir en una constante aceleración de hiperactividad de
individuos negados a rendirse. Este agotamiento rompe las relaciones sociales
por la carencia de tiempo y falta de estímulo para las mismas. Es un
agotamiento del alma.
A continuación cito parte de la
reseña elaborada por Gabriela Quintero Camarena: "Para Hannah Arendt, la
sociedad moderna es la del trabajo. En su libro La condición humana, el ser humano está reducido a ser un animal laborans, porque éste, a lo largo
de su vida y ejerciendo la acción posible, abandona su individualidad y se
concentra en funcionar. Pero las descripciones que hace Arendt sobre la
sociedad y el animal laborans ya no
sirven para explicar a la sociedad del
rendimiento, porque el sujeto de rendimiento no se abandona al trabajo, es
un ser que vive atomizado y es todo, menos pasivo. Se autoexplota y vive
hiperactivo e hiperneurótico. El autor nos dice que la vida de la modernidad
tardía es una vida sin creencias, condenada a la desolación, porque se vuelve
efímera, que la convierte en una vida desnuda. Cuando la vida queda desnuda, la
vida se convierte en el principal problema, porque al vivir en aislamiento, el
sujeto sólo puede preocuparse por sí mismo y procurar una vida sana. “Ya lo
dijo Nietzsche: tras la muerte de Dios, la salud se eleva a diosa”. En suma,
para que el sujeto de rendimiento tenga que estar tan al pendiente de su propia
existencia, como si sólo él viviera en el mundo, necesita cuidar su cuerpo y
cumplir con todas las expectativas de su vida, porque al prescindir de poderes
que se ejercen del exterior, como Dios, la vida se vuelve lo más valioso y las
acciones que se lleven a cabo atienden a la individualidad, por eso el sujeto
de rendimiento lleva a cuestas su propio campo de concentración. Para, Byung-Chul
la vita contemplativa es aquella que entrena la mirada para ver con atención
profunda y sosiego; es la única que puede hacer que el sujeto de rendimiento se
dé cuenta de la absolutización de su vida activa (trabajo, obra y acción) y el
nerviosismo que desemboca en hiperactividad."
Para concluir, este tipo de lecturas
–sin ser religiosas− colaboran para el diálogo con la sociedad moderna, y dar
sentido a ambos, pues por estas tendencias sociales, la religión puede perder
su espiritualidad volviéndose en ese ser hiperactivo, carente de contemplación
y tiempo para los demás. Recordemos la virtud del cristianismo: “Venid a mí
todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.” (S. Mateo
11, 28).