Uno de los obreros del reino de Dios cansado de trabajar se recostó, aquel personaje quedo dormido exhausto cuando de pronto en medio de sus sueños vio uno de sus brazos extendido y en medio de su muñeca un clavo, al tanto que parte de su espalda se recostaba sobre un madero. El obrero no entendía porque parte de su cuerpo estaba sobre una cruz cuando solo Jesús fue crucificado, en la incertidumbre del silencio y en la meditación comprendió: “Jesús es nuestro modelo a seguir y por el esperamos nuestra resurrección, de tal modo que nuestra crucifixión es inevitable”.
En ocasiones me pongo a pensar lo que Jesús dice: “He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (San Juan 10,10), según La Real Academia Española abundancia es prosperidad, riqueza, bienestar ó gozar de un bien económico, pareciera que cuando leemos el texto nuestra atención se centra en la abundancia y no tanto en la vida, Jesús no dijo: “He venido para que tengan abundancia” sino que Jesús vino para darnos vida. Quizá nuestro apego natural a los bienes terrenos hace que inconscientemente consideramos que una vida con llena de dificultades de cualquier tipo, no puede ser considerada de ningún modo una vida abundante, pensar de esta forma y considerar que la abundancia debe ser evidenciada en un bien ó expectativa terrena entra en contradicción con la misma vida de Jesús, ¿Qué abundancia puede ofrecer un mesías que fue crucificado? Ó ¿Qué paz puede prometer la Iglesia de los primeros apóstoles cuando la gran mayoría murió asesinado violentamente y viviendo de la caridad de sus fieles?, ¿ese es el tipo de vida abundante que anhela el hombre de nuestro siglo? obviamente que no, por ser materialista.
San Pablo entendió muy bien la abundancia de la vida Cristiana cuando dijo: “Los que pertenecen a Cristo Jesús han crucificado la carne con sus impulsos y deseos” (Gálatas 5,24) y sobre el merito de la aflicción Cristiana dirá “Si sufrimos pacientemente con él, también reinaremos con él. Si lo negamos, también él nos negará” (2º Carta a Timoteo 2,12), por este sentido la vida de la que habla Cristo es celestial y no terrenal, tras esto el hombre que codicia los bienes terrenos interpreta el texto: “Buscad primero el reino de Dios y su justicia y todo les será dado” (San Mateo 6,33) como una fórmula para alcanzar el bienestar en la tierra cayendo en la incongruencia de buscar a Dios por intereses materiales, por esto el hombre materialista piensa: “Obra bien en esta vida, para que te vaya bien” siendo que Jesús obro de la mejor manera y aun así murió clavado en un madero.
Para poder trabajar en el reino de Dios buscando recibir un bien celestial soportando las calamidades de esta vida, es necesaria la fe antes que la convicción ó la ilusión. De tal modo que en el sentido figurado nuestra crucifixión será la plenitud de nuestra obediencia hacia la ley divina, hacia la fidelidad a Dios por amor y no por interés: “Pasa de mi esta copa, mas no se haga mi voluntad sino la tuya” (San Lucas 22,42). Crucificar día a día nuestros intereses por amor a Dios es el principio de la perfección del hombre de fe, recibiendo en la gracia la primicia del reino celestial esperando la resurrección de los justos donde la vida es abundante pues quien resucita para vida eterna no podrá morir jamás.