La diversidad es la diferencia, la abundancia de cosas distintas, la diversidad no debe ser sinónimo de división. Hoy quiero hablar de la diversidad pero en el sentido religioso y no en el sentido social. En el sentido religioso no porque dude de la Iglesia ó porque este a favor de otra religión (tolero y respeto todo tipo de creencia ó pensamiento). Deseo hablar de la diversidad dentro de nuestra Iglesia, pues debemos reconocer que aunque todos creamos lo mismo ó seamos alimentados de una misma enseñanza, cada uno en lo particular es distinto.
En el primer siglo, la Iglesia tuvo que aprender a convivir en diversidad sin sacrificar la fe, siendo el pueblo de Dios un grupo de creyentes provenientes de: Jerusalén, Grecia, Roma, Egipto, África, etc. En esto, debemos entender que cada región tenía costumbres y percepciones distintas sobre la vida y el mundo (aunque todos tenían una misma fe). Los Apóstoles trabajaron para mantener la unidad sin sacrificar la base del evangelio: pasión, muerte y resurrección, y la meta de la obra de Cristo: la salvación de todos los hombres.
San Pablo describe como anuncio a Cristo en medio de una sociedad tan plural como la pagana: “Efectivamente, siendo libre de todos, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más que pueda. Con los judíos me he hecho como judío para ganar a los judíos; con los que están bajo la Ley de Moisés, como quien está bajo esa Ley - aun sin estarlo - para ganar a los que están bajo ella. Con los paganos que están sin mandamientos, me he hecho como quien está sin mandamientos para ganarlos, no estando yo sin ley de Dios sino que estoy bajo la ley de Cristo en sus mandamientos. Me he hecho débil con los débiles para ganar a los débiles. Me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos. Y todo esto lo hago por el Evangelio para ser partícipe del mismo” (1era de Corintios 9:19-23). El pensamiento de San Pablo me gusta, pues busca comprender la perspectiva de cada grupo e integrarse, encontrando un punto de unión para compartir el mensaje Cristiano.
Hoy nos ha tocado vivir un tiempo donde cada persona tiene mas libertad en lo individual: “yo pienso, yo digo, yo opino, yo quiero…”, y aunque Cristo no cambie, es necesario que la Iglesia sepa presentar a Cristo en comunidad entendiendo la diversidad. Como ejemplos: “La misa de niños no es solo para niños, sino que es para todos, pero esta presentada para llevar a los niños a la fe”, “La renovación carismática no es solo para los carismáticos, sino que es para todos, pero hay quienes se identifiquen mas con esta forma incluso si se han alejado de la Iglesia”, “La contemplación no es solo para los pacientes y callados, sino que es para todos, pero hay quienes se identifican con esta adoración”, “La misa en Español es para alcanzar a nuestras comunidades, y no para diferenciarnos de los católicos Norteamericanos”, “La misa tridentina es para todos, pero en especial para acercar aquellos que dejaron la Iglesia después del concilio Vaticano II”.
Ojala comprendamos aquello dicho por San Pablo: “Me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos”. En la Iglesia de hoy existe diversidad y espacio.
En el primer siglo, la Iglesia tuvo que aprender a convivir en diversidad sin sacrificar la fe, siendo el pueblo de Dios un grupo de creyentes provenientes de: Jerusalén, Grecia, Roma, Egipto, África, etc. En esto, debemos entender que cada región tenía costumbres y percepciones distintas sobre la vida y el mundo (aunque todos tenían una misma fe). Los Apóstoles trabajaron para mantener la unidad sin sacrificar la base del evangelio: pasión, muerte y resurrección, y la meta de la obra de Cristo: la salvación de todos los hombres.
San Pablo describe como anuncio a Cristo en medio de una sociedad tan plural como la pagana: “Efectivamente, siendo libre de todos, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más que pueda. Con los judíos me he hecho como judío para ganar a los judíos; con los que están bajo la Ley de Moisés, como quien está bajo esa Ley - aun sin estarlo - para ganar a los que están bajo ella. Con los paganos que están sin mandamientos, me he hecho como quien está sin mandamientos para ganarlos, no estando yo sin ley de Dios sino que estoy bajo la ley de Cristo en sus mandamientos. Me he hecho débil con los débiles para ganar a los débiles. Me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos. Y todo esto lo hago por el Evangelio para ser partícipe del mismo” (1era de Corintios 9:19-23). El pensamiento de San Pablo me gusta, pues busca comprender la perspectiva de cada grupo e integrarse, encontrando un punto de unión para compartir el mensaje Cristiano.
Hoy nos ha tocado vivir un tiempo donde cada persona tiene mas libertad en lo individual: “yo pienso, yo digo, yo opino, yo quiero…”, y aunque Cristo no cambie, es necesario que la Iglesia sepa presentar a Cristo en comunidad entendiendo la diversidad. Como ejemplos: “La misa de niños no es solo para niños, sino que es para todos, pero esta presentada para llevar a los niños a la fe”, “La renovación carismática no es solo para los carismáticos, sino que es para todos, pero hay quienes se identifiquen mas con esta forma incluso si se han alejado de la Iglesia”, “La contemplación no es solo para los pacientes y callados, sino que es para todos, pero hay quienes se identifican con esta adoración”, “La misa en Español es para alcanzar a nuestras comunidades, y no para diferenciarnos de los católicos Norteamericanos”, “La misa tridentina es para todos, pero en especial para acercar aquellos que dejaron la Iglesia después del concilio Vaticano II”.
Ojala comprendamos aquello dicho por San Pablo: “Me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos”. En la Iglesia de hoy existe diversidad y espacio.