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viernes, 30 de julio de 2010

Lot en Sodoma


La semana pasada estuve en La Ciudad de México de vacaciones, hace como 15 años que no la visitaba, podríamos decir que conocía la ciudad sin la fe pero ahora me ha tocado visitarla ya como un creyente.

¿Y que puedo decir?, unas Iglesia antiguas bellísimas y complejas en su arquitectura, donde el paso de los siglos se aprecia a simple vista. En el centro de la ciudad se entre mezcla la historia del país, las evidencias arquitectónicas del dominio Español, la Independencia, el Porfiriato, la Revolución y lo Contemporáneo. En sus calles pueden verse multitudes de gentes, de colores de piel, de acentos distintos. También se siente la diversidad de las ideas, de política, de creencias, de preferencias. Al decir “minorías” en ciudad de México nos referimos a “100,000” habitantes (la población de Navojoa) pues el total excede a los 20 millones.

De estas minorías “tan grandes”, lo que más me impresiono pero de horrorizarme, fue el mercado que existe para el consumo gay, programas de radio, televisión, literatura, y entretenimiento se ofrecen y publicitan deliberadamente, puedo decir que Ciudad de México esta bajo una “estrategia de marketing gay”.

Platicando con una conocida dije: “Creo que es demasiada publicidad, parece que se esta promoviendo la vida gay”, ella dijo; “Quizá tu lo sientes asi porque vienes de fuera, y en tu ciudad son mas conservadores”, “Los gays gastan, y por lo general tienen buen ingreso…”, su novio añadió: “Existe una plaza para los gays, en ese lugar ¡me sentí minoría!, ¡exijo mis derechos!” añadió en tono risorio. En mis adentros pensaba: “¿Cómo es que esta gente se va convertir?, si digo “pecado mortal” se atacaran de la risa. Que difícil es evangelizar en estos tiempos, pero: ¿Cuándo ha sido fácil?”. Regresando a la platica dije: “Bueno, auguro que en un futuro nos vamos a topar con la doble moral gay: dos hombres se casan y promueven en sociedad su idilio como la cúspide de su felicidad, pero es solo una farsa, porque dentro de casa viven un infierno”. “¡No juegues!, si puede pasar” contesta mi amiga, y le pregunte: “¿Y a donde llegaran como sociedad si es que el divorcio gay se multiplica?, ¿acaso preferirán los gays la unión libre antes que el matrimonio?, ¡quedara la discusión como empezó!, en fin, me queda claro que la sociedad hace lo que quiere, parece que no le tienen miedo a nada, quizá su único temor sea quedarse sin dinero…”. Sentí lastima por aquella sociedad (aborto, unión libre, etc.) como quien ve a un familiar unido en un vicio.

En aquella plática seguimos caminado, mientras que en la estación del metro “Isabela Católica” dos jovencitos se besaban. Al otro extremo de la calle contemplaba la torre de una Iglesia antigua, un inmueble histórico para la ciudad, que en su interior alberga el Pan y el Vino consagrado. Viendo un inmueble de tal magnitud creo que es fácil para cualquier ignorante suponer que la Iglesia posee más dinero que el Rey Midas. Mientras tanto, en el zócalo el SME y Obrador mantienen indefinidamente un mitin revolucionario. Y en los cafés y librerías aledañas no falta la novela anti católica que se vende y se lee por indoctos como si fuera verdad, ¡Dan Brown se lee como si fuera infalible!.

Lot se afligía en su interior al ver la perversidad de Sodoma y Gomorra, y si Lot se afligía es porque discernía aun entre el bien y el mal. Quien no se aflige al ver la descomposición social debe hacerse a la idea de que algo dentro de si no anda muy bien.