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jueves, 23 de agosto de 2012

El hombre que lucho contra Dios



“Y Jacob se quedó solo. Entonces alguien luchó con él hasta el amanecer. Este, viendo que no lo podía vencer, tocó a Jacob en la ingle, y se dislocó la cadera de Jacob mientras luchaba con él. El otro le dijo: Déjame ir, pues ya está amaneciendo. Y él le contestó: No te dejaré marchar hasta que no me des tu bendición.  El otro, pues, le preguntó: ¿Cómo te llamas? El respondió: Jacob. Y el otro le dijo: En adelante ya no te llamarás Jacob, sino Israel, o sea Fuerza de Dios, porque has luchado con Dios y con los hombres y has salido vencedor. Entonces Jacob le hizo la pregunta: Dame a conocer tu nombre Él le contestó: ¿Mi nombre?¿Para qué esta pregunta? Y allí mismo lo bendijo. Jacob llamó a aquel lugar Panuel, o sea Cara de Dios, pues dijo: He visto a Dios cara a cara y aún estoy vivo.” (Génesis 32: 25-31)

Jacob es uno de los personajes más importantes de la historia hebrea, es nieto de Abraham, hijo de Isaac. De Jacob vendrán sus hijos que formaran las doce tribus del pueblo de Israel que son prefigura de los doce apóstoles. Es notorio el simbolismo que existe en este pasaje del Génesis, la lucha directa que se establece entre Jacob y Dios, de la cual, Jacob resulta vencedor y recibe el nombre de Israel. Jacob exclama; “he visto a Dios cara a cara y aun estoy vivo”. Haciendo una lectura de la historia de la salvación, los descendientes de Jacob ósea el pueblo Israelita tomara posesión del valle de Canaán en tiempos de Josué, repartiéndose el valle en dos grandes áreas; las tribus del norte y las tribus del sur, siendo las doce tribus el Israel completo. Tiempo después, la historia hebrea nos dirá el cisma político religioso que vivió Israel, dividiéndose el norte y el sur, quedando así dislocada la unidad del pueblo Israelita. En los evangelios podemos encontrar la lucha que establece Israel con Dios que es Cristo, siendo los judíos quienes “derrotan” a Jesucristo asesinándolo en un madero; ¡Los judíos han visto cara a cara a Cristo, a Dios, lo clavaron de un madero, lo mataron y aun así los judíos siguen vivos!.  

En esta “victoria judía” sobre la muerte de Jesús, existen grandes enseñanzas, en primera, que Dios se dejo vencer por uno de los pueblos más pequeños y errantes de toda la historia de las civilizaciones. Es obvio que a Dios no le interesan las “victorias” desde la perceptiva  terrena. En segunda, Dios no utiliza la violencia como un método para llamar a la conversión, prefiere ser víctima a ser verdugo. Y en definitiva, la “derrota” de Cristo en el madero a los ojos humanos es en sí su victoria. Podemos decir que “la otra mejilla” de este combate contra Dios ha sido la resurrección de Jesucristo. Vencer el mal haciendo el bien.



De esto podemos aprender algo. Aunque los hombres incrédulos y necios se esmeren y afanen por “derrotar a Dios” bajo los términos humanos del intelecto, en ese deseo de acabar con el creador quizá lo venzan, pero, experimentaran la ausencia de haber asesinado a Dios en sus vidas, es ahí, en esta “vana victoria del hombre” donde la ausencia de Dios provoca también en la persona la muerte de la esperanza y el ser humano queda derrotado ante su realidad interior, trayendo consigo el deseo inconsciente de encontrarse con un Dios resucitado de entre las cosas que nosotros mismos destruimos. Dios nos vence incluso en su derrota.