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domingo, 26 de julio de 2015

Conocer a Jesús

            Una amiga compartió una anécdota; un sacerdote pidió la opinión sobre los tatuajes, ella afirmo no sentirse cómoda con ellos, después, aquel sacerdote le mostro su tatuaje. Este presbítero, de apellido Félix, usaba tatuaje como un símbolo de afinidad con los reclusos del CERESO, ahí tenía su apostolado.
            Esta semana murió Érica, amiga de mi hermana, la noticia me sorprendió, la conocí desde la infancia, vivíamos en la misma calle. Es sorprendente lo corto y frágil que puede ser la vida y nuestros planes. Ese mismo día me informaron de la muerte de Félix. No podía creerlo, dos muertes el mismo día. Al Jesuita lo conocí muy poco, pero aun recuerdo uno de sus cuentos; “En el barco de la reina pintaron los postes porque habría una celebración. El monarca ordeno que en cada poste, un soldado hiciera guardia para que nadie tocara la pintura fresca. Desde entonces en cada celebración, un soldado esta en cada poste, nadie sabe porque, si los soldados no están la gente pregunta: ¿y los soldados?”.
            En la misa para Félix citaron una reseña de su vida. Nació en una familia que motivo su vocación religiosa, inicio en ella muy joven, vivió como pobre, visitando presos, hasta vivió en la cárcel por amor a ellos, vivió el evangelio como se debe.
            El día de su muerte, reflexionaba sobre la distancia que existe entre Félix y el Jesús histórico. Me venía a la cabeza las frases de los judíos. Los rabinos suelen ser pragmáticos, dicen; “Jesús nació, se crio, comía, dormía, era un hombre, ¿Cómo puede ser Dios y tener sueño o hambre?”. La comunidad judía no niega la resurrección de Jesús, niegan su papel mesiánico para Israel. Muchos de nosotros, bautizados, recibimos la religión por tradición. El apóstol San Pablo solía decir a sus discípulos; “imítenme a mí, porque yo imito a Cristo”, pero San Pablo no conoció a Jesús, ni siquiera fue su discípulo. San Pablo fue judío de nacimiento, estudio los textos de Moisés, se convirtió y conoció la enseñanza de Jesús por otros. San Pablo murió como mártir defendiendo la enseñanza de alguien que no conoció.
            En el caso de Félix y otros discípulos, muchos entregan su vida por la enseñanza de alguien a quien no conocieron. Jesús jamás escribió su legado, ni siquiera fue de nuestra raza, ni hablaba nuestro idioma. Es fácil poner en duda la veracidad de los relatos evangélicos, su existencia y el dogma. Entonces, ¿valdrá la pena dedicarle tiempo al cristianismo?. Entregar la vida por el evangelio, es un milagro, dado que, se pide la renuncia de uno mismo, algunos viven como pobres, otros terminan como mártires. Debe existir la experiencia mística para entregarse, algo que trasciende más allá de la razón. Cristo expresa en el Getsemaní; “Ahora han conocido que todo lo que me has dado viene de ti; porque yo les he dado las palabras que me diste; y las recibieron, y entendieron que en verdad salí de ti, y creyeron que tú me enviaste” (S. Juan 17:7,8). Jesús es un misterio que salió de Dios. No es un simple fanatismo y es fácil distinguir la diferencia. Quien tiene fe no agrede, se mueve por un afecto grande, al fanático agrede cuando las cosas no le satisfacen. Los hombres de fe encuentran satisfacción en el Espíritu que Jesús dejo.

            Es fácil sentarse cada domingo en la banca de la Iglesia, hacer lo que manda el protocolo por una hora, persignarse e irse, en la total indiferencia, sin ni siquiera tomarse la molestia de estudiar si lo dicho por Jesús es verdadero o es falso. La Palabra puede cambiar la vida de los hombres, aunque alguno no lo crean. No faltara aquel que tenga una duda clavada, un aguijón que lo llame para indagar en el evangelio y sea atrapado por El. Creo que Dios no se incomoda cuando los incrédulos cuestionan, eso es señal de interés. El hombre que resucito de entre los muertos no debe pasar desapercibido, porque si así fuese, perderíamos la oportunidad de conocer la historia más sorprendente de todos los tiempos.

domingo, 19 de julio de 2015

Lo extraordinario de lo ordinario

            Alguien me recomendó una lectura de Julio Cortázar, jamás había leído su obra y entiendo que su apellido enajena por la fama. Aunque aun no termino de leer “historia de cronopios y de famas”, no quiero juzgar la obra, sino compartir lo que sentí  cuando leí la primer pagina del libro. Sin entrar en detalles, ni saber las intenciones del autor en su necesidad de expresar tales dichos como complemento de su obra. El primer cuento “manual de instrucciones” me pareció algo ofensivo para quien vive una vida rutinaria, urbana. Cortázar los describe como “toros desganados”, comparándolo con animales de corral, inhabilitados para romper su tren de vida; “La tarea de ablandar el ladrillo todos los días, la tarea de abrirse paso en la masa pegajosa que se proclama mundo, cada mañana topar con el paralelepípedo de nombre repugnante, con la satisfacción perruna de que todo esté en su sitio, la misma mujer al lado, los mismos zapatos, el mismo sabor de la misma pasta dentífrica, la misma tristeza de las casas de enfrente, del sucio tablero de ventanas de tiempo con su letrero «Hotel de Belgique». Meter la cabeza como un toro desganado contra la masa transparente en cuyo centro tomamos café con leche y abrimos el diario para saber lo que ocurrió en cualquiera de los rincones del ladrillo de cristal”. Hasta ese momento, me preguntaba ¿Por qué dedico tiempo a alguien que se expresa así de la vida cotidiana y ordinaria?. No quería que el apellido Cortázar me enajenara y decirle “si” a sus ideas sin meditar, no soy “un toro desganado” aunque tomo café todos los días.
            Al menos, lo sombrío de aquel cuento me ayudo a distinguir algo que no había apreciado de los fragmentos de Jesús; “miren las aves del cielo…”, “considerad los lirios del campo, como crecen…”, “Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?...” (San Mateo 6:25-34). Aunque los versos cristianos son asociándolos con los afanes de la vida, la preocupación que despierta las necesidades básicas y las ambiciones, no podemos negar que también, usar como referencia la creación es una invitación para admirarla y ser sanado por ella, en medio de rutinas y afanes. Parece que Cristo muestra lo extraordinario que puede ser lo ordinario; las aves, las flores, el pasto.
            Si observamos, la creación nos fue entregada sin nuestros meritos, ni esfuerzos, la aprecia el pobre, el rico, el ciego puede escuchar su sonido, el sordo puede maravillarse de sus colores y nuestra piel puede sentir sus texturas. Todos disfrutamos el paisaje sin meritos, aunque lo distinguimos desde los afanes. No puedo evitar asociar estas ideas a la pregunta de Jesús; “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si ha perdido su alma?” (San Marcos 8:36), curioso texto, quisiera saber que significa “perder el alma”, pues el verso no dice; ¿de qué sirve ganar el mundo, si te conviertes en delincuente o pecador?, ¿Qué es perder el alma?.

            La palabra “alma” viene del latín “anima”, asociada con “animo”. Nos referimos a los objetos “inanimados” aquellos que no poseen vida. En el origen, siendo Adán un ser inanimado recibió vida con el soplo de Dios. En el Edén, la creación fue dada como regalo sin nuestros meritos. La serpiente sembró un afán; “ser como Dios”, ser como alguien más, y desde ahí, una ambición constante persigue a cada generación alejándonos del regalo que nos fue dado, Cristo, el salvador inculca; “miren las aves del cielo…”, “considerad los lirios del campo, como crecen…”. Entonces, ¿servirá de algo afanarse perdidamente a las cosas inanimadas hasta perder el ánimo que nos da vida?, no hay palacios que digan “te quiero”, ni dinero que cante como las aves. Si bien, lo laboral nos enfrasca en una rutina cotidiana, hay quienes tienen el don para apreciar lo extraordinario de las cosas ordinarias.   

domingo, 12 de julio de 2015

Misericordia y conocimiento de Dios

“Cuando Jesús se fue de allí, vio a un hombre llamado Mateo, sentado en la oficina de los tributos, y le dijo: ¡Sígueme! Y levantándose, le siguió. Y sucedió que estando El sentado a la mesa en la casa, he aquí, muchos recaudadores de impuestos y pecadores llegaron y se sentaron a la mesa con Jesús y sus discípulos. Y cuando vieron esto, los fariseos dijeron a sus discípulos: ¿Por qué come vuestro Maestro con los recaudadores de impuestos y pecadores? Al oír El esto, dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos. Mas id, y aprended lo que significa: misericordia quiero y no sacrificio; porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores” (San Mateo 9:9-13).
            En el párrafo anterior, Jesús cita a los fariseos un fragmento del libro del profeta Oseas; “misericordia quiero y no sacrificios, y conocimiento de Dios más que holocaustos…” (Oseas 6:6). Los sacrificios y holocaustos fueron parte de los rituales ofrecidos en Israel para la purificación de las faltas, aunque en la pereza de los hombres hacia la piedad, estas liturgias fueron solo protocolos para quienes no viven la fe.
            Los rituales sagrados del antiguo y nuevo testamento tienen inmersa la revelación, así, la tradición la otorgo de generación en generación a lo largo de los siglos, sin embargo, el ser humano difícilmente podrá crecer y entender el motivo de las liturgias si no atiende al llamado de Dios desde la oración y la vida justa. Cuando el profeta afirma; “misericordia quiero y no sacrificios, conocimiento de Dios más que holocaustos”, no descarta los ritos, al contrario, otorga a la liturgia el verdadero sentido de la pedagogía de Dios; “misericordia” y añade “conocimiento de Dios”, fruto que llega tras la vida de oración y meditación en los divinos textos.
            Ambos conceptos: “misericordia y conocimiento” son los frutos del que se acerca a Dios. Nos referimos a “conocimiento de Dios” no solo como la experiencia académica de un bagaje religioso (cosa útil), sino como la experiencia de vivir la fe y el evangelio. Nos referimos a la misericordia, no solo al sentimiento de lastima hacia los demás, los desprotegidos y los pecadores, sino también, como el afecto que se da a todo ser que está lejos del amor o que es enemigo del amor. La misericordia de los hombres que conocen a Dios dada a los hombres que no lo conocen.
            Podemos cuestionar el texto de Oseas confrontándolo con la crucifixión de Jesús, dado que, “Dios quiere misericordia, y no sacrificios…”. La vida de Cristo concluye en un sacrificio. Dios no se agrada en la laceración, mas bien, su sacrificio es señal inequívoca de que el mundo no tuvo compasión por no tener conocimiento de Dios, como afirma San Pablo: “porque si hubieran entendido no habrían crucificado al Señor de gloria…”. Dios nos ama aunque sea el mundo quien nos crucifica y nos lastime.  
            El capitulo de Oseas tiene relación con el conocimiento y la misericordia; “Vengan, volvamos al Señor: él nos ha desgarrado, pero nos sanará; ha golpeado, pero vendará nuestras heridas. Después de dos días nos hará revivir, al tercer día nos levantara, y viviremos en su presencia. Esforcémonos por conocer al Señor: su aparición es cierta como la aurora. Vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia de primavera que riega la tierra” (Oseas 6:1-3). 

domingo, 5 de julio de 2015

La maldición de la mujer bonita

            Conocí a una mujer atractiva que siendo muy joven contrajo matrimonio con un hombre que le doblaba la edad, este representaba todo lo que ella deseaba alcanzar, sin embargo, a la vuelta de los años sus ideales de juventud lucían como vanidades. Por su belleza no faltaron pretendientes y motivada inicio una nueva relación, tuvo un segundo hijo, pero no se dio el tiempo para conocer a su nueva pareja que termino en su agresor. Hoy se encuentra en una situación más difícil que en su primer matrimonio.
            También conocí mujer que siendo adolescente se convirtió en madre soltera, después, por la necesidad de un hombre conoció a alguien, se apresuro casándose y en corto tiempo esperaba un nuevo bebe. Su belleza atraía a muchos hombres, su marido por celos se volvió insoportable, agrediéndola físicamente provocando el divorcio. Ella me pidió consejo porque le es difícil tener una relación estable, no me atreví a decírselo; eres atractiva, atraes a los hombres, pero no te toman en serio por tus hijos.
            Hará unos diez años, conocí a una mujer hermosa con la cual pensaba casarme pero sentía que todo era apresurado, le pedí tiempo y se molesto, las cosas no se dieron. Creo que ella confiaba en encontrar a otro hombre en su lista de pretendientes, si lo encontró, vivieron juntos, tuvieron un hijo y se separaron. Hoy es madre soltera, su situación es más complicada que antes, no faltara quien la seduzca.
            La belleza es un estimulo para los hombres o un espejismo que puede dar problemas si las pasiones no se controlan. El libro del Génesis describe; “Estando Abram próximo a entrar en Egipto, dijo a su mujer Sara: "Mira, sé que eres mujer hermosa, cuanto te vean los egipcios dirán: "es su mujer", me matarán y te dejarán viva, di que eres mi hermana, a fin de que me vaya bien por causa tuya y viva yo gracias a ti." Cuando Abram entró en Egipto, vieron los egipcios que su mujer era muy hermosa, los oficiales la tomaron consigo y Sara fue llevada al palacio de Faraón” (Génesis 12). Abram tenía razón, la belleza de Sara le daría problemas. Existen otros casos en la biblia donde la belleza de la mujer hace que personajes como David se conviertan en asesinos o perviertan sus convicciones religiosas como Salomón. El centro focal de esta reflexión es el modo en que los hombres usan caretas en su deseo por las mujeres, pero también, la prudencia que toda mujer debe tener ante un sequito de aduladores que querrán poseerla. Muchas mujeres hermosas son incapaces de construir una relación solida por las caretas de sus pretendientes, ellos mienten, adulan, seducen para conseguirlas. En algún momento el hombre se acostumbra a la belleza, se mostrara tal como es y las desilusiones llegaran, por esto, es necesario tomarse el tiempo necesario para conocer a la persona que esta oculta en ese cuerpo. La palabra “persona” viene del latín y significa “mascara”. Es necesario que el hombre respete a la mujer.    
            El amor que se basa solo en lo sexual en el fondo desprecia a las personas, por el rechazo de construir afinidades y confianza para un proyecto de vida a largo plazo. Nuestro cuerpo es sagrado, el propósito de nuestra vida también lo es, la vida no consiste solo en vivir las pasiones del momento, la vida puede construirse con paciencia, en la certeza que llega con el tiempo, cuando se conoce a la persona en la confianza y el afecto, cualidades que a largo plazo traen mayores satisfacciones y nos enriquecen como seres humanos. La mujer debe ser vista con respeto, como el vientre que fue hecho para dar a luz y no ser tiniebla.