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domingo, 24 de abril de 2016

La escoba y el trapeador

            Recientemente, el cantante de música regional, Julion Álvarez, desato una polémica tras ofrecer una entrevista a la publicación TvNotas; “Me he enamorado muchas veces, pero lo que me gusta es que sean muy ‘damitas’. Estoy educado a la antigüita, me agrada que les guste agarrar un trapeador, porque puede estar hermosa y ser buena para lo que sea, pero si no tiene ese detalle, pues para mí no sirve”.  
            Estas declaraciones desataron una fuerte crítica al cantante en las redes sociales, lo acusaron de misógino, hasta se inicio una campaña titulada “TesirvoJulion?”, donde varias mujeres por medio de fotografías y textos presumían sus logros laborales ó académicos finalizando con la frase “no se trapear, ¿te sirvo Julión?”. En lo personal me gusta que la mujer estudie, se prepare y emprenda proyectos para su realización, sin embargo, debemos reconocer que saber utilizar el trapeador no hará menos a nadie, ni a la mujer, ni al varón. La mujer no debiese sentirse menos por dedicarse al hogar, ¿ó si?, la familia es el pilar de la sociedad, no es poca cosa.  
            Esto me trae a la memoria a mi difunta abuela, dedicada siempre al hogar, sin estudios, parecía que ella se reafirmaba como mujer en las labores domesticas, pues al momento de prepararnos comida y servir la mesa nos preguntaba con cara de alegría; “¿esta buena?”. En su casa había una mujer llamada Natalia de origen indígena, sin estudios, empleada domestica, mujer intachable y ejemplar. Natalia vio a varios de mis tíos nacer, crecer y hasta casarse., jamás dio motivos ni escándalos ó se involucro en chismes, ni dio su opinión sobre los problemas familiares. Ambas mujeres tuvieron una moral clara y firme, fueron figuras ejemplares, jamás se sintieron menos por no alcanzar un título universitario ó un reconocimiento público, pero eso sí, aunque mi abuela tuviese un hijo con doctorado, su voz valía solo por el hecho de ser madre.
            Tras la polémica con el cantante Julion Álvarez, también recordé un comentario de Frank Morera, el apologista menciona que San Martin de Porres se santifico “usando la escoba”, siendo la misma un símbolo de su humildad. San Martin de Porres es recordado y nadie recuerda el nombre del Obispo al cual estuvo sujeto San Martin. La escoba no hará menos a ningún hombre, ni mujer. El ser humano se da valor por los valores humanos que practica, no por sus herramientas como la escoba, su nivel escolar ó su salario, aunque si un hombre ó una mujer ostentan un cargo de suma importancia y sin pena, ni vergüenza, son capaces de hacer la labor más insignificante eso hablara muy bien de su alma.   
            Para el pensamiento de la Iglesia Católica todos nosotros aspiramos a la grandeza, a poder alcanzar algo superior a lo que tenemos, este fin puede vivirse de dos formas: en soberbia ó en humildad. La Iglesia propone el segundo camino.
            La humildad es la virtud atribuida a quien ha desarrollado conciencia de sus propias limitaciones y debilidades, y obra en consecuencia. Quien actúa con humildad no posee complejos de superioridad, ni tiene necesidad de reafirmarse constantemente como persona en sus éxitos y logros.

            La grandeza de un alma no debe asociarse ó limitarse solo a los logros terrenos. La grandeza de una mujer tampoco debe ser medida por sus títulos ó su ignorancia. Muchas mujeres en México sacan adelante a sus familias usando el trapeador, como empleadas domesticas ó intendentes, ellas no tienen un título universitario ó una posición social como herramienta para salir adelante. Quizá estas lean el pensamiento del cantante como un reconocimiento a su humilde trabajo. No cabe duda, quien sabe usar la escoba como San Martin de Porres, sirve y sirve de ejemplo.  

domingo, 17 de abril de 2016

No ven, no entienden

               Un familiar comento; “me gustaría abrir el entendimiento de los incrédulos para que comprendan lo hermoso que es el evangelio”. Hace años este familiar experimento una conversión, ha crecido su fe, desde ser un simple creyente reacio a las normas de la Iglesia, hoy se alegra de comulgar y seguir mandamientos que antes cuestionaba., afirma, "el significado de la vida está en la fe, en el amor del Padre, en vivir la misa". Su frase: “me gustaría abrir el entendimiento de los incrédulos” me hizo recordar un pensamiento del apóstol San Pablo.
            “Moisés cubría su rostro con un velo para impedir que los israelitas vieran el fin de un esplendor pasajero.        Pero a los judíos se les oscureció el entendimiento, y ese mismo velo permanece hasta el día de hoy en la lectura del Antiguo Testamento, porque es Cristo el que lo hace desaparecer. Sí, hasta el día de hoy aquel velo les cubre la inteligencia siempre que leen a Moisés.        Pero al que se convierte al Señor, se le cae el velo. Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad. Nosotros, en cambio, con el rostro descubierto, reflejamos, como en un espejo, la gloria del Señor, y somos transfigurados a su propia imagen con un esplendor cada vez más glorioso, por la acción del Señor, que es Espíritu” (2da de Corintios 3:13-18).
            San Pablo esta citando un episodio del Antiguo Testamento, donde Moisés, tras recibir los diez mandamientos y permanecer varios días en el monte Sinai en la presencia de Dios, desciende con un rostro resplandeciente, tanto, que cubrió su rostro con un velo para no lastimar con su brillo. El apóstol se refiere aquel resplandor de Moisés como “pasajero”, haciéndolo paralelo de la gloria del Antiguo Testamento que estuvo limitada a la llegada del Mesías. El Nuevo Testamento es superior por ser una alianza eterna de Dios con los hombres, esta gloria no es pasajera sino para siempre. San Pablo añade también que los judíos son incapaces de ver el mesianismo de Jesús, pues “hasta el día de hoy aquel velo les cubre la inteligencia siempre que leen a Moisés”.
            Algo sumamente importante del fragmento Paulino, es la relevancia que el apóstol da al Espíritu Santo para reconocer a Cristo como guía de vida y orden social; “el que se convierte al Señor, se le cae el velo”. Solo por argumentos los judíos no podrán comprender que Jesús es su Mesías, requieren al Espíritu Santo. Esta limitación espiritual se asemeja a la que viven los incrédulos, que tampoco pueden ver a Jesús como salvador del mundo, ofrenda de Dios en pago por nuestras injusticias.
            La incredulidad es una incapacidad espiritual del individuo, por lo tanto, es inútil que el creyente se desgaste promocionando el evangelio para ver si alguno de estos lo recibe, esto es, como desear que un ciego vea el horizonte solo porque describimos el paisaje, no lo verá jamás, necesita un milagro dado por Dios. San Pablo comprendió y compartió esta realidad espiritual; “existe este velo”, una muralla que impide ver la realidad del evangelio, San Pablo lo enseño porque lo vivió antes de su conversión, cuando era enemigo del evangelio.    
            Debo añadir que yo también lo viví; estar con esa venda en los ojos antes de la conversión, y no ver la realidad de Dios tan evidente, que se encuba, crece y alimenta el interior humano. Para poder avanzar, es necesario comprender y tolerar esta limitación que existe en quienes no han recibido el don de la fe. Como conversos nos toca sumarnos a la obra de Jesús, hacer crecer el don que recibimos desde la Iglesia, participar y sumarse, ejercitar en nosotros la paciencia con aquellos que aun no entienden y no ven.    

domingo, 10 de abril de 2016

Comulgar sin confesarse

            “Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente: El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”. De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: “Esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en memora mía”. Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que él vuelva.        Por eso, el que coma el pan o beba la copa del Señor indignamente tendrá que dar cuenta del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Que cada uno se examine a sí mismo antes de comer este pan y beber esta copa; porque si come y bebe sin discernir el Cuerpo del Señor, come y bebe su propia condenación”. (1era de Corintios 11:23-29)
            Debo compartir una anécdota; acudí a una misa particular celebrada en una casa. Ahí se repartió la comunión entre todos los asistentes, tuve la copa en mis manos y todos comieron de la Eucaristía menos yo. Una amiga comento que no es necesario confesarse antes de cada Eucaristía, así lo había aprendido de un sacerdote, sin embargo, yo sabía que mis pecados requerían confesión sacerdotal, por eso me abstuve, aunque pude haberlo hecho. Un sacerdote joven, al ver que no estaba dispuesto a comulgar, se acerco a mí y sin escuchar mi confesión, puso su mano sobre mi cabeza y proclamo; “te absuelvo de todos tus pecados…”, pregunte; “¿Por qué no escucha mi confesión?”, lo entendió, nos apartamos del grupo para estar a solas y me confesé.  No es necesario confesarse “cada vez” que se va a comulgar, pero no confundamos, eso no significa que la confesión no sea necesaria para la comunión. No todos los pecados son ofensas del mismo grado, hay pecados veniales, ofensas que no rompen nuestra amistad con Dios pero si la afectan. Hay pecados mortales, aquellos que provocan la muerte espiritual en nosotros. La persona que por su propia voluntad desea fornicar, robar, matar o cometer otro pecado grave, ya ha ofendido seriamente a Dios al escoger interiormente lo que Dios ha prohibido, ha caído en pecado mortal al cometer estos actos, y necesita la confesión para poder comulgar.
            Por otra parte, no todos los pecados requieren la confesión sacerdotal, aunque todos los pecados requieren arrepentimiento. Hay una confesión comunitaria al iniciar cada misa; “Yo confieso ante Dios Todopoderoso, y ante ustedes hermanos que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a Santa María siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes hermanos, que intercedan por mí ante Dios, Nuestro Señor. Amén”, podríamos decir que en este acto recibimos la absolución de nuestros pecados veniales.       
            La Iglesia sostiene que después del Bautismo no es posible obtener el perdón de los pecados mortales sin la confesión sacerdotal, aunque es posible anticipar el perdón con la contrición perfecta acompañada del propósito de confesarse.
            Hay quienes creen y permiten que alguien comulgue primero y después se confiese, en lo personal, esta idea no me gusta por mi debilidad, supongamos; yo postergo la confesión porque me da vergüenza decir mis pecados al sacerdote, esa vergüenza no se irá, lo más seguro es que después de la Eucaristía, caiga en la tentación de postergar la confesión porque sigo cargando con la vergüenza. Para no caer en el pecado de sacrilegio prefiero confesarme primero y comulgar después.       

            Los versos de la carta a los Corintios hacen mucho eco en mí, no perdamos la oportunidad y la alegría de acudir a la confesión, porque en verdad hay alegría en el cielo y en la tierra, cuando el sacerdote proclama sobre nosotros; “te absuelvo en el nombre del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”. 

domingo, 3 de abril de 2016

Glorificar a Dios con nuestro cuerpo.

            “La comida para el vientre y el vientre para la comida. Mas lo uno y lo otro destruirá Dios. Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo. Y Dios, que resucitó al Señor, nos resucitará también a nosotros mediante su poder. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? Y ¿había de tomar yo los miembros de Cristo para hacerlos miembros de prostituta? ¡De ningún modo! ¿O no sabéis que quien se une a la prostituta se hace un solo cuerpo con ella? Pues está dicho: Los dos se harán una sola carne. Más el que se une al Señor, se hace un solo espíritu con él. ¡Huid de la fornicación! Todo pecado que comete el hombre queda fuera de su cuerpo; mas el que fornica, peca contra su propio cuerpo. ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis?, ¡Habéis sido bien comprados! Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo” 1era de Corintios 6:13-20.
            El apóstol san Pablo es claro en sus afirmaciones, Dios nos ha regalado su presencia para que la encubemos en nosotros y la hagamos crecer, glorificando a Dios en nuestro cuerpo. Esta presencia es el Espíritu Santo que recibimos en el sacramento del bautismo.
            Considerar a nuestro cuerpo como el templo de Dios, obliga una disciplina de fe que se soporta con oración, sacramentos y meditaciones en textos bíblicos, ayudando así a nuestra mente y espíritu, expresando esta santidad con nuestro cuerpo, no solo en ámbito sexual, sino que, el Espíritu nos llevara a un orden corporal de tantas cosas que atentan contra el cuerpo; el pecado de la gula, alcoholismo, drogadicción ó lo estético como la vanidad, las prendas costosas ó tatuajes, a mi juicio son como un grafitti corporal. Muchas de estas cosas son practicadas en la sociedad por ignorancia y desapego a lo sagrado. Dios no los condena, los ama. Es el ser humano que expresa con el cuerpo su distanciamiento de Dios, aunque Dios desea estar cerca de todos. El hombre santificado, debe alegrarse de presentarse ante Dios, expresando con su cuerpo la santidad de su creador. El Verbo encarnado nos compartió su cuerpo y expreso con el, la santidad del Padre.      
            En el pecado, toda intención surge primero en nuestra mente, nace como una idea y después se expresa con el cuerpo, recordemos lo dicho por Jesús; “todo hombre que mira con deseo a una mujer, ya adultero en su corazón”. Toda tentación se encuba primero en el campo del pensamiento, por ello, es importante que la persona se instruya en el evangelio y lo medite, para discernir sus deseos y emociones. Hay intenciones ó sentimientos que parecen buenos pero el resultado final puede ser malo. Solo la enseñanza de Jesús podrá desenmascarar el modelo de vida nocivo que atenta contra la paz del ser humano, un modelo que se esconde tras argumentos falaces.
            La santidad del cuerpo tiene un propósito, en los solteros, provocar la familia, para que nazca en la santidad de dos seres que guardaron sus cuerpos para un propósito sagrado; el matrimonio. En los casados, fortalecer la fidelidad solidificando la confianza entre ambos, siendo así ejemplo para los hijos que vienen al mundo, que también serán hechos hijos de Dios. Sin embargo, muchos en el mundo no distinguen esto, no tienen fe y atentan entre ellos mismos manifestándolo con su cuerpo. Es necesario que el hombre de fe, exprese su postura e instruya a otros con la santidad de su cuerpo, esto es un reto y una obligación del que ama a Dios; el soltero que tenga fe, que se guarde y viva sobriamente, el casado que tenga fe, que sea fiel a su esposa. Que cada creyente, en el estado en que se encuentre, sea templo de Dios en manifiesto.

            Si bien, es difícil ó imposible que no cometamos algún pecado con nuestro cuerpo, desde el más sencillo como “no poner freno a nuestra lengua” ó “usar los oídos de mal modo”, estemos consientes de los deseos de Dios, y si en algo fuimos puercos, no lo seamos más, volvamos a Dios, a la pureza, para glorificar a Dios con nuestro cuerpo.