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domingo, 19 de febrero de 2017

La evangelización

Los judíos son muy discretos con su fe, por lo general no la comparten, ni la anuncian casa por casa como se usa entre tantas creencias hoy en día. Ellos viven la fe en comunidad hacia el interior y si alguien ajeno a sus creencias les pide referencia de su fe, aun así, no la comparten. Hay una tradición entre ellos que establece; si un gentil (un no judío) no está preparado para recibir la ley de los judíos, vale más que no la sepa para que no la blasfeme. Ellos esperan el momento indicado para que su creencia no sea insultada. Este pensamiento va muy de la mano con la preparación que se anticipa al compartir la fe, que en un sentido macro histórico puede encontrarse en la historia de la salvación.
Royh Schoeman, judío converso al catolicismo, autor del libro “La Salvación viene de los judíos”, afirma que Dios espero el momento y el tiempo indicado para que Israel pudiese recibir al Mesías, Dios fue construyendo ese momento. Schoeman sostiene, si Jesús hubiese venido siglos atrás, en un tiempo primitivo y de menos formación, probablemente hubiese sido asesinado solo por cuestionar algún precepto de Moisés, ó incluso, en el caso de José y María, esta hubiese sido denunciada, apedreada y asesinada sin la menor vacilación. Para Schoeman, Dios espero el momento oportuno para encarnar al Verbo y que su cátedra pudiese ser anunciada en Jerusalén y creída por un grupo de hebreos.    
En el caso de la evangelización debemos considerar que en nuestro entorno Jesús ya ha sido anunciado, creído y proclamado. No es una evangelización desde cero, pero llamemos “evangelización” al acto de compartir la fe con el incrédulo.
Es sabido que Jesús no anunciaba el Reino de Dios entre pueblos paganos, solo entre judíos, esta es una interrogante para muchos, hasta podríamos creer que es un acto de egoísmo, pero no, es la misma lógica hebrea que ya señale; si el pagano no está preparado para recibir la ley divina, vale más que no la conozca para que no la blasfeme. En el evangelio Jesús expresa la misma idea de un modo demoledor; “No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las huellen con sus patas, y volviéndose os despedacen” (S. Mateo 7:6). No tiene sentido compartir cosas sagradas con aquellos que no las estiman como santas. Sin embargo, leamos la actitud de Jesús cuando los paganos desean conocerlo; “Y había ciertos griegos entre los que habían subido a adorar en la fiesta. Estos, pues, se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaron, diciendo: Señor, quisiéramos ver a Jesús. Felipe fue y se lo dijo a Andrés. Entonces Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús. Entonces Jesús les respondió, diciendo: Ha llegado la hora de que el Hijo del Hombre sea glorificado. De cierto, de cierto os digo que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, se queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (S. Juan 12:20-24). Cristo está haciendo referencia a su pasión, muerte y resurrección gloriosa, y al tiempo de la evangelización, llevar la fe más allá de Israel.

Nuestro papel en la evangelización de nuestra localidad se cimienta en nuestro testimonio de vida cristiano, en la piedad, en el conocimiento y estudio de la fe de la Iglesia, cuando menos pensemos vendrán “esos griegos” ajenos a la fe para preguntar con genuino interés, ahí es momento de recibirlos y compartir los asuntos del Espíritu.