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domingo, 25 de febrero de 2018

El amor de Dios y los extraterrestres


El titulo de esta reflexión suena ridículo y sensacionalista pero sucede que recientemente el portal de noticias católico, ACI Prensa, publicó en su cuenta de instagram una noticia dada por La Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA), donde se afirma que tal agencia Estadounidense encontró siete planetas de masa similar a la tierra y cree que en ellos puede existir vida, estos se encuentran a cuarenta años luz de la tierra y orbitan alrededor de Trappist-1, una estrella de poca masa. El portal católico lanzó la siguiente interrogante; “si hubiera vida en otros planetas, ¿cambiaría la fe católica?”.
Primero debemos reflexionar, ¿qué es lo que entendemos por fe?. Nuestro Dios es Palabra, no es un ídolo ó un hito puesto dentro de un templo. El evangelio de San Juan inicia diciendo: “en el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios”. Dudo muchísimo que nuestra fe cambie si fuese posible encontrar vida inteligente en otros planetas, los grandes principios de nuestra fe, los principios recibidos por la Palabra, son la pureza y la caridad. ¿Acaso la existencia de extraterrestres modifica la actitud que debo tener para con mis hermanos, mi familia y los marginados?, no, yo seguiré creyendo que honrar a mis padres, no mentir, hacer caridad y el resto de los mandamientos son algo correcto.
La fe católica es una manera de vivir, no es solo una manera de creer ó de pensar, mi forma de vivir no se modifica por lo que suceda a cuarenta años luz de mi planeta, simplemente, lo que sucede en mi planeta no lo sé con claridad, ni siquiera sé si las islas del mar de Cortés están habitadas en su totalidad, también desconozco la realidad de las tribus y comunidades más recónditas de Sonora, y así, habrá muchos que condicionen su fe por la realidad de comunidades extraterrestres. Esa es una fe muy débil. Del mismo modo, habrá aquellos que cuestionen el tema de la salvación por la vida extraterrestre, pero basándome en la revelación y la Biblia, ni yo mismo se si mis allegados más cercanos podrán ser salvados, tampoco puedo tener certeza de mi propia salvación, ¿Qué podré saber más allá de lo que se rebeló y se escribió?.    
En el supuesto de la existencia de vida inteligente en otros planetas esto ratifica lo expresado en el evangelio; “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único…” (San Juan 3:16). ¿A qué mundo se refiere?, se refiere a nuestro mundo, a nuestra raza, Dios nos visitó porque nos amó, ¿acaso entre todos los planetas y entre toda la vida inteligente que puede existir en todo el universo, Dios escogió este planeta?, si, lo escogió porque nos amó, ¿podemos presumir este acontecimiento? Ó ¿Por qué no escogió visitar a otro?. Siguiendo la historia de la salvación y observado como Dios selecciona, el hecho de que nos haya escogido de entre todo el universo existente me hace pensar que nosotros, este planeta, esta raza, éramos y somos los más insignificantes de este universo, los más pequeños, los más apartados, como esa porción de hebreos errantes que no encontró lugar para estar, como esa Belén que la gente ponía en duda si algo bueno pudiese salir de ahí, esa fracción marginada y alejada de la gloria de Dios en un universo tan vasto, se hace cercana a esa gloria por la visita de Dios mismo.
No es de sorprender que exista vida inteligente mas allá de este planeta, lo transcendente es que habiendo un universo infinito, Dios decidió visitar esta tierra y el porqué de esa visita es algo profundo, es un llamado a la conversión por medio de su amor.       

domingo, 18 de febrero de 2018

La religión exterior


Recientemente celebramos miércoles de ceniza y como cada año volví a escuchar la frase “tomar ceniza no vale si haces malas obras”, aunque creo que, porque hago malas obras debo ir a tomar ceniza. Es verdad que el signo religioso exterior debe llevarse viviendo una espiritualidad en el interior, pero entiendo que si olvido lo interior el signo exterior estará visiblemente recordándome la decisión que he tomado. El signo exterior llama a otros, ¿Qué piensa la gente cuando me ven portando ceniza en la frente?, quizá piensan “es un católico devoto”, ¿pero la ceniza en mi frente no les recuerda a Dios?, claro que sí.  
Desde que tengo memoria recuerdo a la gente decir “no vale tomar ceniza si te portas mal”, “no vale hacer ayuno si te portas mal”, “no vale vestirse de negro si no portas el luto en lo interior”, “no vale la pena hacer penitencia si te sigues portando mal”, así sucesivamente hasta llegar al clásico dicho “no vale ir a misa si te portas mal”. A lo largo de los años he visto como la religiosidad exterior ha pasado a un segundo término quedando sub valuada, pareciera que todos vamos en dirección a una religión interior, que no se ve, y que los signos externos de la religión valen solo cuando somos buenos y no cuando somos malos. Vuelvo a responder con un pensamiento que contrasta, no tomo ceniza porque me porto bien sino porque me porto mal necesito tomar ceniza, y si me vuelvo a portar mal, ya habrá aquel que me lo recuerde: “tú que tomas ceniza, ¿porque te portas así?”. Entonces, los signos externos, ya sea la ceniza, el crucifijo, la cruz de palma en domingo de ramos, u otros, sirven como testimonio para recordarnos la conversión.
Hay un caso en el evangelio donde un leproso es sanado por Jesús, tras la curación, el texto señala; “Él le ordenó que no se lo dijera a nadie, pero añadió: Ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio” (S. Lucas 5:14). Lo importante aquí es “para que les sirva de testimonio”, a mi ver, la ofrenda no era necesaria para la curación, la ofrenda visible era necesaria para testificarla, esta palabra “testificar” es la virtud que tiene en sí misma la religión exterior, mostrarlo, hacerlo público, evidenciarlo a los demás. En este contexto, las leyes judías están llenas de signos externos, desde la kipa, el talit, las velas de la menorá y el tefilin (solicitado en Deuteronomio 6:8), hasta la abstención de comer carne de cerdo, son elementos que le recuerdan al judío que es judío y no es otra cosa sino eso, un judío. Ningún judío se hace bueno por portar la kipa en la cabeza (un gorrito usado por los hombres) pero ese signo les recuerda que su grandeza llega hasta donde llega el gorrito, de ahí en adelante toda la grandeza es de Dios. Con la ceniza usada por nosotros los católicos pasa algo similar, no la portamos porque somos buenos ó malos, sino porque nos recuerda que del polvo fuimos sacados y al polvo iremos.
Los católicos tenemos al igual que los judíos muchos elementos visibles que nos recuerdan nuestra fe, nos recuerda que somos eso; católicos y no otra cosa. Es necesario y primordial vivir la espiritualidad interior, la desgracia de los tiempos es que cada vez tenemos menos signos visibles que nos lo recuerden, y por estas ausencias, llegamos a creer que toda religión es igual cuando no es así.

domingo, 11 de febrero de 2018

Transfigurar a Jesús


Presidente George W. Bush acudió a un kínder, se acerco a los pequeños y dijo “hola, soy el Presidente”, una niña contesto: “muestre su identificación”. Desde entonces los Presidentes de E.U. tienen una identificación que los señala como “Presidente”. Este sencillo evento nos hace ver como los individuos perciben la realidad de distintas formas según su sapiencia.  
Platique con una amiga sobre el tema del divorcio y el segundo matrimonio, antes de compartir la enseñanza del evangelio pregunte “¿crees en Jesús?”, ella respondió “si”, después le argumente que fue Jesús quien se opuso al divorcio y la segunda relación calificando el acto como adulterio. Ella no creyó, intento darme motivos para no valorar estas palabras, solo respondí “no son palabras mías, es una enseñanza de Jesús, en las cartas de San Pablo también podemos encontrar este pensamiento, no es un invento mío”.
Esta plática me hizo recordar mis días cuando desconocía la enseñanza bíblica, en ese entonces tenía un “idealismo” sobre Jesús, no conocía sus palabras, no conocía sus enseñanzas. Leer a solas los evangelios y después estudiar en el Instituto Bíblico Católico me ayudo a transfigurar ese “Jesús idealizado” para ver realmente a ese Jesús que es principio y fundamento de la Iglesia.
Esto me hace asociar la experiencia que tuvieron los judíos cuando vieron a Jesús en Jerusalén; se negaron a creer porque ese Jesús no se asemejaba a la idea que ellos tenían del mesías, sino que era todo lo contrario, un mesías sin dinero y sin afanes bélicos. Desde esa realidad, en la crucifixión, al centurión romano le fue más fácil confesar que Jesús es hijo de Dios por no tener referencia, ni expectativas sobre el mesías, él confeso la realidad que sintió y vivió, pudo transfigurarlo y ver su divinidad.  
Entre los hermanos separados se promueve mucho la idea de un mesías manifestado en gloria, poderoso juez, al cual se le someten principados y potestades en las regiones celestes como se menciona en los textos del Nuevo Testamento. La idea no es equivocada sino desproporcionada, ellos no se convencen de que el Jesús Eucarístico es parte de ese mesías de gloria que rompe con el reinado de las tinieblas para reinsertarnos con Dios, ó, ¿podemos decir que la gloria del mesías no reside también en la Eucaristía?, si reside, la gloria de Jesús esta también en la Eucaristía, él dijo; “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final…” (s. Juan 6:54). Entonces, el reinado de las tinieblas esta vencido por la Eucarística, ahí hay vida y resurrección para vida eterna. ¿Cómo poder apreciar a ese mesías en medio de ese pan?. Hay que pedirle a Dios que aumente nuestra fe.    
Para concluir, es bueno indagar en los misterios de Jesús a razón de ir transfigurando esas percepciones y descubrirlo de un modo más fiel a lo que realmente es él, ser desde muchísimas ópticas; en la gracia de la Sagrada Comunión y sacramentos, en la oración, en el estudio de las Sagradas Escrituras, en el apostolado trabajando con los necesitados. Todas estas formas son útiles, nos ayudan a contemplar ese misterio que es Jesús para que nosotros también nos transfiguremos a su imagen, esto es, la conversión del corazón duro a un corazón divino.     

sábado, 3 de febrero de 2018

El niño Jesús en el templo


El evangelista San Lucas describe algo de la vida pública en la infancia de Jesús, el pasaje muestra al niño en el templo de Jerusalén en un dialogo con los maestros de la ley, el texto señala: "Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca. Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando.» El les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?» Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio. Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos…” (San Lucas 2:41-51)
En estos pasajes hay signos que debo resaltar en el orden de la narración. La pascua hebrea se conoce como “Pesaj” entre judíos, el platillo principal es el pan sin levadura conocido como “Matza”, este es un antecedente pre eucarístico porque ese fue el pan que Jesús utilizo en esa misma fiesta para establecer la Eucaristía. La ley judía pide la purificación del Israelita que se acerca a comer el pan de la pascua y esta preparación inicia desde finales de septiembre principios de octubre hasta llegar a la pascua, marzo - abril. Puedo afirmar que el dialogo que el niño Jesús tuvo con los maestros de la ley fue entorno al pan de la pascua.
El texto de San Lucas afirma que Jesús tenía doce años, el número doce es representativo en la historia de la salvación; doce tribus hebreas forman el pueblo de Israel, en doce apóstoles se estableció la Iglesia. Dentro de la cultura judía existe una fiesta llamada Bar Mitzvah que consiste en presentar al niño de trece años ante la comunidad, esta es la edad oficial que designa el judaísmo para que el joven participe libremente en actividades religiosas; el shabat, seguir las leyes y leer los textos de Moisés, participar en rezos, recibir los instrumentos judíos para rezar (tefilín) y es visto como consciente de sus obligaciones y responsabilidades ante su fé y ante Dios. En esta ceremonia el padre afirma la siguiente bendición; “Bendito seas Tú, Señor, Rey del Universo que me has librado del castigo por los actos de mi hijo”.  
Aunque la ceremonia del Bar Mitzvah tiene su origen en el Medievo, el Talmud (escrito en el año 70 d.C., compendio que recaba la tradición oral del judaísmo) sostiene que un voto religioso hecho por un menor de trece años es legítimo, y que en tiempos bíblicos, a esta edad el padre otorgaba una bendición a su hijo donde lo hace responsable de sus acciones, también se cree que en tiempos del segundo templo de Jerusalén (el tiempo de Jesús) se tomaba como conveniente que los Maestros otorgaran una bendición a los jóvenes de trece años que deseaban participar de los ayunos en la fiesta de Yom Kippur. Un recurso utilizado entre judíos sobre la edad de trece años es la circuncisión de Ismael, hijo de Abraham y Agar, pues él fue el primer circuncidado de los hijos de Abraham, a la edad de trece años (Génesis 17:25).
El texto de San Lucas pone a un niño Jesús de doce años sujeto a sus padres, no tengo referencias bíblicas para saber si a tal edad los niños eran considerados responsables de sus obligaciones ante Dios, quizá si lo eran, Jesús sostiene “¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?”, entonces, si lo eran “¿Por qué se sujeto a sus padres?”, creo que se sujeto por la misma responsabilidad que conlleva vivir la fe y ser responsable ante Dios porque el mandamiento dice “honraras a tu padre y madre”. Entre judíos se cree que cumplir un mandamiento por obligación tiene más merito que cumplirlo por vocación, el hombre tiene una aversión natural a la obligación, vencer esta aversión es signo de madurez.