Cuando
Jacob dejo la tierra de su suegro Labán, tomo consigo a su esposa Raquel pero ésta
se llevó las estatuas que su padre adoraba y las escondió entre sus ropas, las cubrió
con cobijas y las uso de asiento sobre su camello, de esta forma, nadie podría encontrarlas
porque Raquel alegaba tener flujo de sangre para no moverse de ese asiento.
Jacob trabajo muchos años en las tierras de Labán y prosperó mucho en ganado, salió
acaudalado de las tierras de su suegro provocando la envidia de sus cuñados.
Cuando Labán alcanzo a Jacob en su travesía, esculcó todas sus pertenencias con
insistencia y cautela en busca de sus estatuas pero no pudo encontrarlas por el
asunto de Raquel. Esta actitud molesto a Jacob porque él desconocía que Raquel había
tomado aquellas estatuas, así que, sin saberlo, reclamo a Labán esta actitud afirmándole
que por muchos años trabajo para él en sus tierras y en ningún momento usurpó
nada, Dios lo prosperó haciendo tratos y negocios honestos.
Ambas
familias llegaron a un acuerdo haciendo un pacto de paz, construyeron un montículo
de piedras –un majano- ofrecieron sacrificio y participaron; “Dijo Labán a Jacob: “Aquí está este majano,
y aquí esta estela que he erigido entre nosotros dos. Testigo sea este majano,
y testigo sea esta estela de que yo no he de traspasar este majano hacia ti, ni
tú has de traspasar este majano y esta estela hacia mí para nada malo. El Dios
de Abraham y el Dios de Najor juzguen entre nosotros”. Y Jacob juró por el
Padrino de su padre Isaac. Jacob hizo un sacrificio en el monte e invitó a sus
familiares a tomar parte. Ellos tomaron parte, e hicieron noche en el monte” (Génesis
31:51-54).
En
esta historia sacada del antiguo testamento podemos encontrar el signo de
respeto que representa este majano para las dos familias. Cuando leí el texto
no pude evitar la alegría de ver el signo con un significado. El hombre moderno
se ha acostumbrado a vivir sin signos, en ocasiones es necesario tener esos
elementos externos que nos recuerden los pactos de palabra y las intenciones
personales. El domingo de ramos los católicos hacemos una cruz de palmas, es un
signo que nos recuerda un evento asociado a la vida de Jesús. La historia de la
salvación está llena de signos que señalan un evento, una intención y una
consecuencia; desde el arcoíris en el pacto que Dios hizo con Noé después del
diluvio, el pan sin levadura de la pascua judía que recuerda la liberación de Egipto,
el propiciatorio del templo de Jerusalén era el signo donde se vaciaba la
sangre de los corderos para que los judíos recibieran misericordia. En el
cristianismo tenemos muchos signos, el anillo de boda, la propia cruz, ó los
mismos sacramentos son signos visibles que expresan realidades invisibles.
El
hombre moderno vive en la desgracia de no meditar en los signos que posee su
religión, considerarlos de poco valor ó no necesarios, esto sucede por su falta
de formación religiosa; el signo le recuerda algo que simplemente desconoce. Pero
en el conocimiento espiritual, tengo esperanza de que cada ser humano descubra
lentamente el significado de los signos de su fe. Irónicamente, en la
modernidad laica los individuos también expresan su ser interior por medio de
los signos; un pantalón puede variar muchísimo en su precio solo por su signo,
la marca, un tatuaje corporal expresa el sentimiento de identificarse con una
generación. Las inquietudes humanas se reflejan en signos exteriores, en
asuntos espirituales sucede lo mismo.
¿Qué
hubiese significado, si un descendiente de Labán ó Jacob, destruye por
ignorancia el majano que edificaron sus antepasados?, es sin duda un agravio,
es una expresión tácita de romper aquel pacto de paz. ¿Qué hubiese pasado si
Labán y Jacob no testifican a sus hijos el significado de aquel majano?.
Hubiese venido la ignorancia, y curiosamente, estamos aquí, siglos y siglos después,
hablando de ese majano que significo la paz entre Labán y Jacob.