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domingo, 23 de agosto de 2020

Visitar el sagrario

 

La semana pasada me tocó visitar el sagrario por primera vez después del primer llamado a la contingencia sanitaria. Me dio mucho gusto ver como mi parroquia optó por las medidas de precaución solicitadas: distancia entre personas, uso de cubre bocas obligatorio, toma de temperatura en el acceso con un dispensador de gel anti bacterias, registro de los visitantes y cordones que indicaban las rutas dentro del templo.

Al acercarme al sagrario me conmoví. No pude evitar pensar en el sentimiento que sintió Josué cuando después de tantas batallas y travesías logró pisar la tierra prometida. A fin de cuentas, el mundo estaba librando una gran batalla y, después de 60 mil muertos en México, Dios había permitido llegar hasta ahí, hasta el suelo santo, el sagrario. Es una bendición para cualquiera estar libre de cualquier enfermedad.  

Disfrute muchos aquellos pequeños instantes ante el sagrario. Cualquier incrédulo podrá decir: “no es necesario ir al templo para estar con Dios, Él está en todos lados y desde cualquier lugar se puede orar”. Pero la situación no es tal, desde casa oramos de igual forma aunque dentro de un ambiente distinto.  

Sucede que la fe es como las alegrías y las tragedias, es un sentimiento y anhelo mutuo que se comparte entre conocidos o desconocidos que se reúnen en ese lugar que consideran sagrado: el templo y el sagrario. La enseñanza de Jesús de “el fariseo y el publicano” inicia con esta descripción: “Dos hombres subieron al templo para orar…” (S. Lucas 8,10). En esa simple frase, Jesús reunió los elementos: los individuos, la acción, el sitio sagrado y la oración. Es un esfuerzo hecho por las personas para encontrarse con un Dios, rompiendo la comodidad de permanencia en la casa propia para acudir a la casa de oración. El templo es el espacio donde nos encontramos con la presencia de Dios y con el prójimo que reconoce a ese Dios que nosotros reconocemos.  

¿Por qué Jesús inicio el relato del publicano y el fariseo usando la frase: “dos hombres subieron al templo para orar…”?. Desconozco el motivo preciso pero distingo que en los tiempos de Jesús los publicanos no tenían buena fama entre los judíos. Ellos eran cobradores de impuestos designados por roma y, al estar Jerusalén bajo la jurisdicción de los romanos, sus cobradores eran detestados. Si alguien debía hacer oración en su casa era el publicano y por esta razón al entrar al templo de los judíos –en su vergüenza− ni se atrevía a elevar su vista al cielo. Pero Jesús en su paciencia y caridad inicia el relato diciendo: “Dos hombres subieron al templo para orar…”. Cualquier ser humano, sin importar su condición de vida tiene entrada al templo. El templo es la casa de Dios dispuesta para las personas.     

Quienes hacen oración en su casa no hacen mal. El templo es un sitio físico que nos otorga una cohesión social pues nos permite distinguir un proyecto común, una fe común. Quien solo hace oración en su casa reconoce su casa como propia, pero quien acude al templo reconoce dos casas, la suya y la casa común: el templo.

Los tiempos de pandemia y encierro han despertado el hambre de encontrarse con el prójimo, con los amigos, con los hermanos en la fe. Aquella cotidianidad que era inapreciable por la monotonía cobró una relevancia no vista tras la cuarentena, y acudir al templo para orar dejó de parecer algo común, lo siento como un regalo de Dios.

domingo, 9 de agosto de 2020

El aborto, una óptica distinta.

                ¿Qué es más fácil y rápido: comprar algo de 100 pesos en oxxo o acudir a una institución de salud pública para ser atendido?.

            Estoy rotundamente en contra del aborto, estoy a favor del bien mejor: la abstinencia sexual y su práctica dentro del matrimonio de modo responsable. Sin embargo, entiendo que no todos piensan a mi modo, ni desean vivir bajo mis creencias. A quienes están a favor del aborto deseo exponerles esta óptica financiera, dado que parte del discurso es: “aborto legal, seguro y gratuito”. Pedir la gratuidad significa con cargo al erario público, subsidiado por todos los contribuyentes o ciudadanos que de algún modo pagan un tipo de impuesto. Aquí se presenta la primera ironía del discurso abortista; se afirma “su cuerpo”, “es libre para decidir” pero se desea el financiamiento público para cubrir los gastos. ¿Si es suyo por qué debemos pagarlo todos?.  

            Esta reflexión va en contra del aborto desde el sentido pragmático de las finanzas públicas. Aunque los abortistas sostengan: “sale más barato abortar a los pobres, hay muchos niños en pobreza y estos terminaran como delincuentes”, si esto es así, el aborto dejó de ser un asunto de mujeres para ser un asunto de clases sociales, pues una clase dominante sostiene que el aborto debe ser legal porque “hay muchos pobres que serán futuros delincuentes”. Este argumento es clasista y criminaliza la pobreza. La realidad de los reclusorios puede reflejar otra cosa: los pobres tienen menos capacidad para pagar fianzas, contratar abogados y soportar largos litigios.

            Haciendo énfasis en el tema del gasto público en un análisis somero de los costos, señalo; el costo de un aborto en CDMX oscila entre los $2,800 - $9,620 pesos dependiendo de la etapa de gestación, una pastilla anticonceptiva en Farmacias del Ahorro puede ser adquirida desde $86 - $400 pesos, un paquete de tres condones puede ser adquirido en Walmart por una cantidad desde $45 pesos, y curiosamente, el pañuelo verde abortistas puede ser adquirido en Mercado Libre desde $55 pesos más gastos de envío. Esto me hace suponer que dentro de la realidad, una abortista tiene la opción de comprar un pañuelo o un paquete de preservativos por la misma cantidad y regalarlos. El pañuelo verde le sirve para manifestarse pero no evita ningún embarazo, en cambio, los preservativos ─a precio de un pañuelo─ pueden ahorrarle al erario público entre $8,400 hasta $28,860 pesos, si son utilizados de modo adecuado.

            Lo anterior me lleva al raciocinio de un pensamiento básico, ajeno a cualquier adoctrinamiento; ¿por qué debemos subsidiar el costo y el riesgo más alto pudiendo subsidiar el costo y el riesgo más bajo?, ¿por qué debo pagar entre $2,800 hasta $9,620 pesos si tengo opciones desde $45 hasta $400 pesos?. Resulta más barato como Nación subsidiar la prevención del embarazo que subsidiar el aborto. Para darnos una idea, en CDMX el 88% de mujeres que se practicaron un aborto en una clínica eran mayores de edad, solo el 0.77% eran menores de 14 años. ¿Esto demuestra que las adolescentes son más responsables con su sexualidad que las mujeres adultas?, no lo sé.

            El aborto debiese estar penado por motivos financieros para obligar a las personas a utilizar preservativos subsidiados por el Estado, distribuidos de distintas formas. La cobertura en tiendas de consumo ─Oxxo y otras─ es mucho más amplia que el sistema de salud y algunos preservativos ayudarían en la reducción de contagios de enfermedades sexuales, hay beneficios colaterales. Por otra parte, despenalizar el aborto provocará que mujeres residentes en localidades carentes de centros de salud se practiquen abortos precarios con la novedad de ser legales. La despenalización presenta esa paradoja: volverse permisible dentro y fuera del centro de salud al no tener forma de pagar el traslado para acceder alguno.  

            Entre todas las opciones posibles para evitar un embarazo prefiero la abstinencia, el aborto es presentado como meta pero no lo es, es solo una opción: la más cara y de mayor riesgo.