Nunca he escuchado decir, “tras convertirme en ateo deje las
drogas, le soy fiel a mi esposa, atrás deje los pleitos y los domingos lo
dedico a estar con mi familia para ir juntos a… al parque”. Con este argumento
tan simplista pretendo hacer una defensa de la fe. El principal argumento es,
¿para qué sirve el ateísmo?, no lo sé, esa es una reflexión que deben hacer los
incrédulos. Sin embargo, he puesto en la mesa un argumento que me parece
importante: la fe le funciona a muchas personas. Existe una utilidad en el
discurso de las religiones porque siembra en los seres humanos un paradigma: la
salvación. Pero, ¿ser salvados de qué?. Ser salvados de cualquier mal que nos
atormenta.
El mal es una situación real y el cristianismo le ha puesto autoría
en la representación del demonio. El mal es algo que está en la vida de las
personas, y, aunque el mal absoluto no puede ser erradicado en su totalidad, al
menos, por la fe podremos discernir si el mal que nos lastima es en verdad un
mal autentico o un simple tormento de nuestra propia sugestión. La fe cristiana
nos ayuda a valorar lo realmente importante y a visualizar las vanidades de
esta vida, para no sufrir tras quedar excluidos de las glorias fácticas y los
espejismos sociales. El mundo tangible es valorado por medio de la subjetividad,
por las expectativas sobre él. El cristianismo colabora para entender la verdadera
importancia de la paz por encima de cualquier bien material y reconocimiento
social.
Sobre el mal autentico, cito un ejemplo, conocí a un
migrante salvadoreño que no pudo entrar a Estados Unidos, quedó en situación de
calle en Hermosillo, enfermo de sida y murió en el Hospital General del Estado.
¿Que argumento le sirve más a este hombre: el ateísmo del científico o la frase
“dichosos los muertos que mueren en el Señor. Desde ahora, si –dice el Espíritu-
que descansen de sus fatigas, porque sus obras los acompañan” (Ap. 14, 13)?. Debo
decir que, el ateísmo científico puede serle útil a muchos estudiosos porque
les ayuda a observar la realidad sin antecedentes religiosos ni subjetividades,
pero también esa realidad es vista desde sus ojos, y no desde los ojos de quién
sufre. Por lo tanto, el que sufre y lleva una vida precaria necesita un
argumento que le sea de utilidad sin importar si esté es razonable o no: le es útil
para vivir en paz y eso le basta.
También, conocí a un hombre que al nacer fue abandonado por
su madre, creció de aquí para allá, fue pandillero pero le llegó la fe y se
apoyó en Dios. ¿Qué argumento le sirve más a este hombre: el evolucionismo de
Darwin o el Salmo: “si mi padre y madre me abandonan, Dios me recogerá” (Salmo 27,
10)?. No estoy en contra de ninguna teoría científica, mas bien, hago notar que
estas son utilizadas con otro fin: desacreditar la religión. La transformación
de los individuos es el principal argumento para entender que la fe tiene un
sitio y un lugar importante en la vida de las personas: les ayuda a ver el
mundo con otros ojos, a tener una esperanza, buscar la paz y a luchar contra
ellos mismos para guardar su integridad.
Hasta aquí, puedo argumentar que la ciencia podría ser
absurda para sanar los dramas individuales de las personas; el niño abandonado,
el migrante arriba de un furgón de tren, el anciano solo, la prostituta, etc. En
tales situaciones, aferrarse a Dios resulta más viable, coherente y menos
excluyente por ser algo gratuito.