Sitios

domingo, 30 de enero de 2011

La Gloria revestida de humanidad‏

En Deuteronomio se describe la expectación que el pueblo de Israel vivió cuando Dios hablo a Moisés en el Monte Sinaí y entrega los diez mandamientos. El pasaje de este libro hace alusión al “fuego”, que tiene cierta similitud con el relato de San Lucas en Hechos de los Apóstoles al referirse a Pentecostés donde el Espíritu Santo se poso sobre los discípulos como lenguas de “fuego”.

Una vez que Dios pronuncio los diez mandamientos en Deuteronomio encontramos: “Dios pronuncio sus mandatos a Israel que estaba en el monte, desde en medio del fuego y la espesa nube. Dichas palabras resonaron con estruendo y no se les añadió nada. Y luego Dios las escribió en dos tablas de piedra que me entregó a mi Moisés. Cuando los Israelitas oyeron la voz de Dios en medio de las tinieblas, mientras que el monte Sinaí ardía, se acercaron a mí (Moisés) todos los jefes de sus tribus y los ancianos. Y dijeron: El Dios nuestro, acaba de mostrarnos su gloria y su grandeza y hemos oído su voz en medio del fuego. Hoy hemos visto a Dios hablando a Moisés sin que éste muriera; pero nosotros vamos a morir si nos quedamos escuchando la voz del Altísimo, nuestro Dios, pues nos va a consumir este fuego terrible. Qué hombre quedará con vida después de escuchar la voz de Dios vivo hablando en medio del fuego, como lo hace ahora con nosotros? Mejor acércate tú Moisés para oír todo lo que diga nuestro Dios, y luego tú nos las dices para que las pongamos en práctica. (Deuteronomio 5:22-27)

El pasaje habla de que ningún hombre común podía acercarse al monte donde se encontraba la presencia de Dios, y se resalta la predilección que Dios tuvo por Moisés al permitirle que solamente el se acercara al monte como mediador entre Dios e Israel. Quizá porque nosotros vivimos en una alianza nueva percibamos en este pasaje a un Dios distinto al que conocemos, pero si meditamos nos daremos cuenta de que tampoco nosotros podemos acercarnos a Dios para verlo cara a cara, sino que es Dios, una vez encarnado quien se acerca a nosotros en la figura de Jesucristo. En el bautismo de Jesús en el Jordan, es Dios quien confirma: “Este es mi Hijo muy amado, a El escúchenlo”. Los Antiguos Israelitas esperaron en Moisés aquel receptor del mensaje de Dios, siendo Moisés quien difundiría sus palabras dado que el pueblo no podía soportar aquella Gloria y se decían: “¿Quién podrá escuchar a Dios y seguir con vida?”. Nosotros como los antiguos escuchamos de Cristo un mensaje que le fue entregado por el Padre, dado que en vida no podemos soportar su Gloria, pues para ver la Gloria de Dios es necesario entrar en el descanso eterno.

En esta reflexión comprendemos que Dios Padre es el mismo desde siempre, para poder contemplarlo es necesario hacerlo a través de Cristo, porque dicha Gloria no es del alcance humano, pero en Cristo ha sido revestida de humanidad. Quien ha visto a Cristo ha visto al Padre, y es Cristo quien comparte en Pentecostés su Espíritu como un fuego que desciende desde lo alto, de esta forma nace la Iglesia. Quien a ustedes escucha, me escucha a Mi, y quien me escucha a Mi, escucha a quien me envío.

domingo, 23 de enero de 2011

Dolor de cabeza


En ocasiones veo fotos y comentarios de mis amigos por Facebook, y observo como la sociedad actual se desenvuelve, y lo cotejo con la enseñanza del Evangelio. Quizá antes por mi ignorancia y falta de caridad nacía en mi un sentimiento de “justicia divina” en contra de aquellos que pecaban deliberadamente: “¡Señor, ¿Por qué no haces caer fuego del cielo?!”. Dado que a la sociedad no la voy a cambiar yo, ni tampoco Dios desea cambiarla por imposición, sino que Dios ha dado el libre albedrío para santificar a aquellos que deseen ser santificados. Hoy tengo un sentimiento de dolor cuando veo que personas que pudiendo llevar una vida plena dentro de la Fe, rechazan el regalo que Dios en Cristo ha otorgado a la humanidad. No me duele tanto que sean pecadores, porque yo también soy pecador, lo que me duele es que reconozcan a Dios como Padre y menosprecien a la Iglesia como Madre. Esto me hace recordar al antiguo Jerusalén, cuando Cristo al mirar aquella ciudad llora porque no desea arrepentirse de sus faltas, y mas aun, porque siendo un pueblo escogido y formado por Dios, amaron la gloria de ser “un pueblo escogido”, y sus acciones y sus pensamientos no concordaban con dicha atribución.

Solo por citar algunas de las cosas que la sociedad moderna acepta y practica sin el menor cargo de conciencia, para hombres y para mujeres: el uso de preservativos, mirar pornografía regularmente por Internet, embriagarse frecuentemente, las relaciones fuera del matrimonio, los espectáculos obscenos, las apuestas en los casinos, el divorcio, la vida en unión libre, el sectarismo, la anti religiosidad, etc. Estas cosas no me asustan, incluso quien las practique no será juzgado por mi, lo que afirmo es que me lastima cuando una persona dice estar unida a Dios y a la vez no se opone a estas cosas, eso es lo que me lastima: “no defender los intereses y el pensamiento del Padre”. Me lastima que alguien tenga la oportunidad de conocer a Cristo y lo deje para después. Esto es como si Jesús tocara a la puerta de nuestra casa y se presentara: “¡Buenos días, Soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Ultimo, Soy el Verbo de Dios que estaba con Dios y soy Dios, ¿deseas conocerme?!” y quien vive en aquella casa conteste: “El de la Cruz ¿no?, venga después”. ¡Eso es lo que lastima, lo que me hace sufrir, que no valoren el llamado!. La pregunta clave es: ¿Te duele ó no te duele cuando alguien ignora de este modo a Cristo?.

En la carta a los Corintios el Apóstol San Pablo hace una reflexión sobre la unidad de la Iglesia que es el cuerpo de Cristo: “Si un miembro del cuerpo sufre, todos sufren con él; y si un miembro recibe honores, todos se alegran con él. Ustedes son el cuerpo de Cristo y cada uno en su lugar es parte de él” (1era de Corintios 12:25,26). El contexto en que fue escrita la carta es el siguiente: la comunidad de Corinto atravesaba divisiones, en sus reuniones había profanación y un miembro estaba en pecado grave. El Apóstol hace una alegoría entre el cuerpo humano y el cuerpo de Cristo que es la Iglesia, “si un dedo nos duele entonces todo el cuerpo sufre”. La pregunta es, ¿sufres cuando las personas ignoran a Cristo, si ó no?. Esta reflexión es importante, porque Cristo es la cabeza de nuestra Iglesia, si Cristo es ignorado y rechazado como miembro principal de nuestra Iglesia: ¡entonces todo el cuerpo sufre!. Cuando Cristo es ignorado por el mundo, la Iglesia se duele, y si no te duele, quizá sea por tu ignorancia ó porque no estas unido al cuerpo, y si es por ignorancia talvez no te interesa conocer a Cristo, quien ama busca al amado e intenta estar con el, y cuando el amado esta triste sus allegados entristecen.

domingo, 16 de enero de 2011

La creación como teofanía


Un maestro judío exponía el significado de la fiesta hebreas, decía que dependiendo de la fiesta los judíos hacían mandas, ayunos, caminaban descalzos hasta el muro de los lamentos, etc. El rabí exponía que todos estos símbolos debían ser para los judíos una expresión visible de una devoción interna hacia el judaísmo. El judío exponía diciendo que Dios es Espíritu y es invisible para nosotros, y manifiesta su gloria por medio de las cosas visibles. Esto ultimo me hizo reflexionar al grado de pensar que “la creación entera es una teofanía”.

La teofanía es la manifestación de Dios al hombre, una de ellas es cuando el Espíritu desciende sobre Jesús en forma de paloma, la zarza ardiendo con Moisés ó la manifestación de Dios en la brisa con el profeta Elías. San Pablo afirma que el poder invisible de Dios se manifiesta a todos los hombres desde la creación, y que por esta causa ningún hombre tiene excusa, pues el solo contemplar la grandeza de la creación solicita otorgar reverencia. ¿Quién no se maravillo del mar cuando lo vio por primera vez?, ¿Quién no se sorprende de ver un cielo estrellado?.

Las culturas paganas antiguas vieron en la creación elementos de adoración pues la creación refleja la gloria de su creador: “mar, sol y trueno”, “vida, luz y poder”. Nosotros como Cristianos al igual que muchas otras religiones practicamos retiros, y en ellos contemplamos la creación recibiendo salud y descansó. El hombre moderno necesita un descanso de su cotidianidad, retornar ocasionalmente a contemplar la creación para distinguir en ella la gloria de Dios. La sociedad que no contempla la creación y medita sobre ella, a la larga se vacía y se ahoga en su propia obra: “consumo, productos y dinero”, y queda sorda y ciega a la gran “teofanía” de la creación.

Retomando el pensamiento de aquel rabi Judío, esto también me hace pensar de cómo nuestra vida cristiana debe externar de manera visible un amor a un Dios invisible, no hablo de mandas ó ayunos en las fiestas religiosas como los judíos, sino de actos de caridad que externan el deseo interno de agradar a un Dios que no vemos. De esto San Juan ya enseñaba que “aquel que no ama a su hermano que puede ver y tocar, ¿cómo dice amar a un Dios que no puede ver?”.

Dios nos llama usando muchos medios, pero hoy escribí sobre observar la creación entera como una teofanía. ¿Qué clase de aprecio damos a la creación, si es que la consideramos un manifiesto de Dios?, ¿recibimos un mensaje de ella ó queda ignorada por la cotidianidad?, el prójimo también es creación.

Muchos viven pensando: “cuando este viejo haber si me arrepiento…”, les llega la muerte, los entierran y los familiares dicen: “ya murió, lastima, hubiera aprovechado el tiempo”.

Cada día nuevo amanecer es una teofanía, pues Dios nos manifiesta que el tiempo es hoy, se va la noche y llega el lucero de la mañana, vivamos en la luz y despertemos de la obscuridad.

domingo, 9 de enero de 2011

Un anciano, rico, fertil pero sin hijos...


Abram es uno de los personajes principales dentro de las creencias Hebreas, podríamos decir que la historia religiosa del pueblo de Israel inicia con el llamado de Dios hacia Abram y la promesa de su futura descendencia. Abram vivió la mayor parte de su vida en la comunidad de Ur de los Caldeos en Mesopotamia. El contexto de la vida de Abram es totalmente pagano, pues el conocimiento religioso se resumía a simples ritos politeístas donde se entremezclaban la astrología, los mitos y las supersticiones. En cuestiones de ética y moral, era común la esclavitud, y en el caso de la esclavitud femenina, el amo aun estando casado podía engendrar hijos con las esclavas, siendo esto una practica común en la antigüedad pues no existían mandamientos como hoy.

Según los relatos del libro del Génesis, Abram gozaba de una buena posición económica, era rico en ganado, plata y oro, tenia a su servicio criados, esclavas y jornaleros. Abram tuvo como esposa a Sara, pero Sara era estéril y no podía darle hijos. Abram pudo apelar a la costumbre de su época y tener hijos con las esclavas “cuando el lo deseara” pero no utilizo este recurso dentro de su matrimonio. Abram y Sara llegaron a la ancianidad sin tener hijos. Lo interesante de este matrimonio es que a pesar de que Abram no conoció los preceptos del matrimonio Judio ó Cristiano por ser anterior a Moisés y a Jesucristo, Abram vivió por instinto un matrimonio Cristiano, pues le fue fiel a su esposa aun sin la existencia de los mandamientos, y jamás se justifico en las costumbres Caldeas para engendrar hijos con otras mujeres.

Abram en su deseo de tener un hijo sostiene una platica con Dios: “Después de estos sucesos fue dirigida la palabra de Dios a Abram en visión, en estos términos: No temas, Abram. Yo soy para ti un escudo. Tu premio será muy grande. Dijo Abram: Mi Señor, Dios mio, ¿qué me vas a dar, si me voy de esta vida sin hijos...?. Dijo Abram: He aquí que no me has dado descendencia, y un criado de mi casa me va a heredar. Mas he aquí que la palabra de Dios le dijo: No te heredará ése, sino que te heredará uno que saldrá de tus entrañas. Y sacándole afuera, le dijo: Mira al cielo, y cuenta las estrellas, si puedes contarlas. Y le dijo: Así será tu descendencia. Y creyó él en Dios, el cual se lo reputó por justicia”(Génesis 15:1-6).

Abram era anciano cuando recibe esta promesa, y su esposa era estéril y anciana. Varios años pasan, Abram y Sara aun esperan tener un hijo. Puedo entender las dudas de Sara, una mujer anciana, estéril, que influenciada por el paganismo apela a la costumbre de su época: “ofrece a su esclava Agar para que esta tenga un hijo de su esposo”. Quizá el pensamiento de Sara es: “La promesa de la descendencia es sobre mi esposo, pero no sobre mi”. De esta unión entre Abram y la esclava Agar nace Ismael. Pero, Dios confirma su promesa dentro del matrimonio entre Abram y Sara, en el nacimiento de Isaac el hijo de la anciana estéril. Muchos afirman en el nacimiento de Ismael: “Dios permitió hijos fuera del matrimonio” pero no es así, pues Moisés y Jesucristo traerán la revelación del matrimonio. Pero “¿Por qué Dios llamo a Abram padre de multitudes, cuales son sus meritos?”, “¿No será porque Abram estuvo casado con una sola mujer y nunca tuvo hijos, y en su juventud pudo apelar a las costumbres de su época para tenerlos, y no lo hizo?”. Quizá Abram es llamado “Abraham” porque envejeció al lado de su esposa estéril sin tener hijos, y siendo anciano y rico se pregunto: “no tengo descendencia”. No cualquiera envejece sin hijos al lado de la misma esposa, sin apelar a los recursos de la época ó a lo que dice el mundo, antes que esperar un milagro ó adoptar.

martes, 4 de enero de 2011

Un pacto llamado matrimonio


Deseo hacer una analogía entre el sacramento del matrimonio y el nacimiento de Jesucristo. La analogía es la relación de semejanzas entre cosas distintas. Como introducción puedo decir que los dos eventos parten de las promesas y las alianzas, de la fidelidad y el amor del uno por el otro.

Cuando estudiamos historia de la salvación, conocemos que Dios llamo a Abraham estableciendo un pacto con el, Dios le prometió una gran descendencia, y la señal de aquel pacto fue la circuncisión. De Abraham nació Isaac y de este Jacob, y a Jacob Dios le llamo Israel, este tuvo doce hijos que serian la totalidad del pueblo de Dios, y del pueblo de Dios nació Jesucristo, Hijo de Dios, segunda persona de la Trinidad. El Verbo al encarnarse es la plenitud de aquella alianza con Abraham. Siendo Dios fiel a sus promesa, envío a su hijo nacido de María, según las profecías de la primer alianza. Dios no envío a su hijo fuera de la alianza sino dentro de ella, dando plenitud aquello que había prometido. Cristo es “el hijo prometido” que traerá vida.

En este breve boceto de la historia de la salvación, podemos encontrar una analogía con el matrimonio sacramental, pues los enamorados hacen votos el uno al otro y son fieles aun sin estar casados, y aguardan por recibir el sacramento del matrimonio, y una vez establecido dicho pacto, dan plenitud al pacto del matrimonio trayendo un “hijo”, y de esta forma el pacto es indivisible, pues en el “hijo” la pareja es una sola carne hasta la muerte, he incluso si los cónyuges desearan romper su matrimonio no podrán pues en su hijo han quedado unidos como una sola carne hasta la muerte pues serán “padre y madre”.

Así como Dios al querer encarnarse solicito de María su vientre, el autor de la vida a dotado al ser humano de miembros para producir la vida, con el fin de que estos establezcan la vida por medio del pacto del matrimonio que es una alianza de amor, para ser una sola carne en un amor trinitario: “padre, madre e hijos”, unido en el amor y no en la discordia.

Miremos como es que Dios trajo a su hijo al mundo dentro de un pacto sin profanarlo, ni corromperlo. La humanidad cuando hace uso de sus miembros fuera de una alianza de amor profana sus miembros, porque la profanación usa lo sagrado sin respeto, y toda vida debe ser respetada, sin invalidar su derecho a nacer dentro de un pacto de amor. Pero es el egoísmo de los que profanan sus miembros y otorgan a otros la desdicha de venir al mundo fuera del pacto de amor que es el matrimonio, estos hijos claman: ¿Por qué mis padres no están unidos?, ¿Por qué me aman pero no se aman entre si?, ¿Quién los ha dividido?.

Cristo nació dentro de un pacto, y por El y por María es como Dios engendra a la Iglesia. Dios no obra sin establecer un pacto, pues Dios no envío a su hijo al mundo fuera de una alianza. Dios nos ha provisto de una vida en el Espíritu engendrándonos en un pacto de amor. Traigamos hijos al mundo usando nuestros miembros dentro de una alianza llamada matrimonio. Otorguemos a los no nacidos la alegría de nacer en una alianza establecida en el amor.