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lunes, 25 de junio de 2012

El Rey clavado en la cruz




Dijo Benedicto XVI que una de las más grandes tentaciones de la Iglesia es ceder a los poderes terrenos y convertirse en un instrumento de poder dejando a un lado su papel principal: ser el cuerpo de Cristo en la tierra. Para esto, deseo citar dos tentaciones de Jesús en las cuales el se niega a ser proclamado Rey antes de tiempo. La primera tentación aparece después de la multiplicación de los panes y la segunda en el desierto. 

Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron.  Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: “Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda”. Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. Al ver la gente la señal que había realizado, decía: “Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo”. Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo (San Juan 6; 11-15). La multiplicación de los panes presenta un beneficio inmediato para el pueblo: saciar la necesidad. El pueblo no desea proclamar Rey a Jesús para adorarlo, sino para recibir de los beneficios; liberarlos de la opresión romana, restaurar el Estado de Israel y sobre todo obtener más milagros. El pueblo busca un personaje que resuelva sus problemas.

La segunda tentación es la de Jesús en el desierto;  Llevándole a una altura le mostró en un instante todos los reinos de la tierra; y le dijo el diablo: “Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos, porque a mí me ha sido entregada, y se la doy a quien quiero. Si, pues, me adoras, toda será tuya”. Jesús le respondió: “Esta escrito: Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto” (San Lucas 4:5-8). Podemos encontrar un patrón similar, el enemigo busca su beneficio y le ofrece hacerlo Rey. Jesús se niega al igual que con el pueblo, pues, el engaño queda manifestado, se busca el beneficio propio y no un deseo puro de coronar a Jesús. El Cristo de cumplir con la petición del Padre, ser Rey pasando por la cruz y no bajo las peticiones ó condiciones de nadie más.  

Una vez que Jesús fue crucificado, Poncio Pilato pone un letrero arriba de la cruz; “Jesús Nazareno, Rey de los Judíos”, los judíos se molestan por el titulo y no por la crucifixión, mientras que Jesús crucificado permanece en silencio ante este título dado por Pilato. Como ya mencione, una de las grandes tentaciones de la Iglesia es ceder a los poderes terrenos y convertirse en un instrumento de poder dejando a un lado su papel principal. Pilato se refiere a Jesús como “Rey” en el preciso momento cuando Jesús muestra su mayor debilidad, un hombre clavado a un madero bajo los ojos de cualquiera no puede otorgar ningún beneficio, solo le resta morir.

Para Benedicto el poder terreno representa una tentación para la Iglesia a lo largo de la historia. Nosotros como fieles podemos caer en este juego, desear coronar a Jesús en nuestras vidas no para darle gloria, sino para que los demás nos admiren y nos aplaudan por nuestra devoción. Es meritorio aferrarse a la humildad.