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lunes, 2 de septiembre de 2013

Un mundo de ficción

En el libro titulado “La luz del mundo” (Ed. Herder, 2010), el periodista Peter Seewald cuestiona al entonces Benedicto XVI, sosteniendo que “se acusa a los cristiano de promover un mundo ficticio, pero el mundo moderno vive de las ficciones, para ejemplo los mercados financieros, los medios de comunicación, el lujo ò la moda”. Esta idea de Seewald me parece puntual, el mundo incrédulo debe ser menos recalcitrante con el cristianismo ò cualquier otro credo. Hoy, la especulación financiera ha llevado a la quiebra la economía del mundo. Esa ficción dañina de poseer generada por la especulación, que por la codicia humana estimula los deseos de apostar hasta perder el juicio dejando al ser humano más pobre de lo que era.
Hablando de la ficción, el escritor E. Galeano se cuestiona si “la utopía puede servir para algo si esta jamás puede ser alcanzada”, Galeano concluye, “la utopía sirve para ir tras hacia ella y en ese ir las personas y las sociedades avanzan”. La utopía es lo ideal, lo que deseamos, pero, ¿Cómo saber si de inicio la utopía es correcta ò equivocada, si nos mueve hacia paraísos ideales ò nocivos?. Toda utopía debe estar ligada al progreso. Sobre el progreso, Benedicto XVI en entrevista con Peter Seewald plantea “el progreso debe ser lo ideal, es el deber, pero, por desgracia de la humanidad en post del progreso hemos devastado y despojado a los pueblos, contaminado los mares y los aires, hemos acabado con los valores humanos y pisoteado la dignidad, eso no es progreso, esa clase de progreso nos destruirá, más bien, hemos mal entendido lo que el progreso es, el progreso debe llevarnos a estar mejor, nuestro planeta no soporta nuestra idea de progreso y clama piedad. Es necesario que la humanidad replantee su idea del progreso”.
Esta idea podemos llevarla a nuestro vivir, ¿que imaginamos como “lo ideal”?, ¿en post de que caminamos y hacia a donde?. La utopía de hoy parece centrarse en lo que se posee y para hacer merito a tal ficción se recurre al crédito, las sociedades se enrolan en un ideal financiero haciéndose participes de una borrachera crediticia. En el libro mencionado, Benedicto XVI condena la crisis Europea, producida por el endeudamiento irresponsable de sus gobiernos; “se hace mal uso del crédito para sostener un modo de vida que no se posee, se disfrutan los beneficios de una riqueza que no generamos hipotecando a las futuras generaciones, solo estamos evadiendo una responsabilidad a plazos para que las futuras generaciones lo paguen, es el egoísmo de querer vivir el hoy y el ahora, nuestras sociedades dejan en herencia deuda y no patrimonio”.
Aquella frase dicha por Jesucristo “cada día traerá su propio afán…” tiene peso en la era del crédito. La irresponsabilidad crediticia de los gobiernos internacionales y nacionales hace eco en nuestra vida por medio de impuestos y nuestro endeudamiento familiar se engorda querer sostener una ficción que a la primera contingencia echa por tierra tal ficción. Si deseamos construir nuestra paz, vale la pena mirar y observar las enseñanzas cristianas, vivir de acuerdo a lo que somos y no sentir complejos en el falso paraíso de las posesiones. Desde las reflexiones del Rey Salomón citadas en el Eclesiastés, “todo es vanidad…”, “Salí desnudo del vientre de mi madre y así moriré, nada podre llevarme del afán de todos mis trabajos…”, hasta las enseñanzas de Jesucristo “Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos”. La esperanza cristiana propone la riqueza del interior humano.  

Es irónico que entre tantas ficciones modernas, la televisión, el banco, los gobiernos ò las posesiones nos propongan paraísos basados en indicadores financieros ò capacidad crediticia, sin embargo, tanto el judaísmo como el cristianismo desde tiempos antiguos lucha y proclaman que el acceso al Edén no tiene un costo monetario.