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sábado, 29 de septiembre de 2018

Vamos a la Casa del Señor


            Había un hombre que se sentía profeta de Dios abogando por los pobres, despreciando a los ricos. El no entraba a templos acaudalados porque afirmaba que esos lugares abundaba la hipocresía y una fe falsa. En cambio, prefería entrar a los templos donde acudía la gente pobre, sintiéndose así, parte del Reino de Dios.
            Un día, Dios lo llamo y le dijo “entra a tal templo y escucha”. Aquel templo era el más llamativo de la ciudad, un lugar donde acudían las familias más acaudaladas de aquella región. Este hombre se negó rotundamente, afirmando “mi lugar no es ese, mi sitio está con los marginados”. Dios le dijo “te lo ordeno, entra, haz oración y escucha”.  
            Estando en aquella edificación tan ostentosa, el profeta se dispuso a orar y por alguna gracia extraordinaria pudo escuchar las oraciones de los congregados ahí. Escucho las oraciones de varias personas, un empresario rico enfermo de cáncer, una mujer a la cual su marido la engañaba y humillaba, un joven que tenía un hermano perdido en las drogas, un matrimonio joven que no podía tener hijos, así sucesivamente, hasta que el profeta salió de ese lugar con un nudo en la garganta.  
            Después de esto, Dios le dijo; “ve a este otro templo, entra, haz oración y escucha”.  Aquella construcción era rudimentaria, con gente muy pobre, y de igual manera, el profeta hizo oración y por esta gracia pudo escuchar las suplicas; un hombre enfermo de cáncer, una mujer humillada por su marido, un joven que tenía un hermano perdido en las drogas, un matrimonio que no podía tener hijos.     
            Entonces el profeta arrepentido pidió clemencia a Dios, diciendo; “Ahora entiendo tu amor, todos estos años viví con un corazón duro, juzgando a los individuos según las apariencias. ¿Quién me dio el derecho de juzgar a los individuos?. Ahora entiendo que tú, mi Dios, das fortaleza a ricos y pobres según tu voluntad, y que existen necesidades que las riquezas no podrán satisfacer. Tu gracia no puede ser sustituida por nada. Ahora sé que tu templo es casa de oración para todos los individuos, sin excepción, pues donde estén dos ó más reunidos en nombre del Señor Jesús, ahí está él”.
            El profeta regreso a su casa, comió, descanso y durmió. Al día siguiente, entre las Escrituras encontró este Salmo;
            “¡Que alegría cuando me dijeron: Vamos a la Casa del Señor!, ¡Finalmente pisan nuestros pies tus umbrales, Jerusalén!. Jerusalén, ciudad edificada toda en perfecta armonía, adonde suben las tribus, las tribus del Señor, según costumbre en Israel, a dar gracias al nombre de Dios. Ahí están los tronos para el juicio, los tronos de la casa de David. Invocad la paz sobre Jerusalén, vivan tranquilos los que te aman, haya calma dentro de tus muros, que tus palacios estén en paz. Por amor de mis hermanos y amigos quiero decir: ¡La paz contigo!. Por la Casa de Dios, nuestro Dios, pediré todo el bien para ti” (Salmo 122).
            Desde entonces, el profeta no hace distinción entre personas. Cuando acude a cualquier templo, acude en signo de paz y felicidad, pidiendo el bien para todos, porque entiende que Dios está en medio de su pueblo.

domingo, 23 de septiembre de 2018

Los signos externos


            Cuando Jacob dejo la tierra de su suegro Labán, tomo consigo a su esposa Raquel pero ésta se llevó las estatuas que su padre adoraba y las escondió entre sus ropas, las cubrió con cobijas y las uso de asiento sobre su camello, de esta forma, nadie podría encontrarlas porque Raquel alegaba tener flujo de sangre para no moverse de ese asiento. Jacob trabajo muchos años en las tierras de Labán y prosperó mucho en ganado, salió acaudalado de las tierras de su suegro provocando la envidia de sus cuñados. Cuando Labán alcanzo a Jacob en su travesía, esculcó todas sus pertenencias con insistencia y cautela en busca de sus estatuas pero no pudo encontrarlas por el asunto de Raquel. Esta actitud molesto a Jacob porque él desconocía que Raquel había tomado aquellas estatuas, así que, sin saberlo, reclamo a Labán esta actitud afirmándole que por muchos años trabajo para él en sus tierras y en ningún momento usurpó nada, Dios lo prosperó haciendo tratos y negocios honestos.  
            Ambas familias llegaron a un acuerdo haciendo un pacto de paz, construyeron un montículo de piedras –un majano- ofrecieron sacrificio y participaron; “Dijo Labán a Jacob: “Aquí está este majano, y aquí esta estela que he erigido entre nosotros dos. Testigo sea este majano, y testigo sea esta estela de que yo no he de traspasar este majano hacia ti, ni tú has de traspasar este majano y esta estela hacia mí para nada malo. El Dios de Abraham y el Dios de Najor juzguen entre nosotros”. Y Jacob juró por el Padrino de su padre Isaac. Jacob hizo un sacrificio en el monte e invitó a sus familiares a tomar parte. Ellos tomaron parte, e hicieron noche en el monte” (Génesis 31:51-54).
            En esta historia sacada del antiguo testamento podemos encontrar el signo de respeto que representa este majano para las dos familias. Cuando leí el texto no pude evitar la alegría de ver el signo con un significado. El hombre moderno se ha acostumbrado a vivir sin signos, en ocasiones es necesario tener esos elementos externos que nos recuerden los pactos de palabra y las intenciones personales. El domingo de ramos los católicos hacemos una cruz de palmas, es un signo que nos recuerda un evento asociado a la vida de Jesús. La historia de la salvación está llena de signos que señalan un evento, una intención y una consecuencia; desde el arcoíris en el pacto que Dios hizo con Noé después del diluvio, el pan sin levadura de la pascua judía que recuerda la liberación de Egipto, el propiciatorio del templo de Jerusalén era el signo donde se vaciaba la sangre de los corderos para que los judíos recibieran misericordia. En el cristianismo tenemos muchos signos, el anillo de boda, la propia cruz, ó los mismos sacramentos son signos visibles que expresan realidades invisibles.
            El hombre moderno vive en la desgracia de no meditar en los signos que posee su religión, considerarlos de poco valor ó no necesarios, esto sucede por su falta de formación religiosa; el signo le recuerda algo que simplemente desconoce. Pero en el conocimiento espiritual, tengo esperanza de que cada ser humano descubra lentamente el significado de los signos de su fe. Irónicamente, en la modernidad laica los individuos también expresan su ser interior por medio de los signos; un pantalón puede variar muchísimo en su precio solo por su signo, la marca, un tatuaje corporal expresa el sentimiento de identificarse con una generación. Las inquietudes humanas se reflejan en signos exteriores, en asuntos espirituales sucede lo mismo.   
            ¿Qué hubiese significado, si un descendiente de Labán ó Jacob, destruye por ignorancia el majano que edificaron sus antepasados?, es sin duda un agravio, es una expresión tácita de romper aquel pacto de paz. ¿Qué hubiese pasado si Labán y Jacob no testifican a sus hijos el significado de aquel majano?. Hubiese venido la ignorancia, y curiosamente, estamos aquí, siglos y siglos después, hablando de ese majano que significo la paz entre Labán y Jacob.             

lunes, 17 de septiembre de 2018

El funeral de Abraham


            Abraham es uno de los hombres pilares del antiguo testamento y es uno de los grandes patriarcas de los judíos. Él, siendo un anciano sin hijos, fue escogido por Dios para dejar su tierra y recibir una descendencia grande.

            Su esposa Sara, una mujer anciana y estéril, al dudar de esta promesa, ofrece a una de sus esclavas llamada Agar para que Abraham tenga un hijo con ella, creyendo que así se cumpliría la promesa de Dios. Se debe comprender que en este período de la historia la fe era primitiva, sin el conocimiento de mandamientos, simplemente una intuición del bien y el mal. Por esto Sara actúo así.   
            Cuando Agar quedó embarazada de Abraham, esta situación más que contribuir al cumplimiento de la promesa trajo discordia, Agar tuvo que dejar la tierra donde habitaba para morar en otro lugar. Es ahí cuando recibe una promesa para el hijo que espera;
            “Regresa donde tu señora, Sara, y ponte a sus órdenes con humildad”. El Ángel añadió: “Multiplicaré de tal manera tu descendencia, que no se podrá contar”. Y el Ángel le dijo: “Mira que estás embarazada y darás a luz a un hijo, al que pondrás por nombre Ismael, porque Dios ha considerado tu miseria. El será un potro salvaje: él contra todos y todos contra él, y plantará su tienda frente a sus hermanos” (Génesis 16:9-12).
            Por esta razón, el hijo de Agar fue llamado Ismael. Este personaje es visto como pilar de la fe musulmana, Ismael se asocia a la palabra Islam.
            La madre de Ismael regreso a casa con su señora Sara, y permaneció en casa de Abraham. Cuando el niño cumplió trece años fue circuncidado al lado de todos los hombres de la casa de Abraham.
            “Tras el nacimiento de Isaac, hijo de Sara, Ismael fue apartado de la casa de Abraham; Sara vio que el hijo que la egipcia Agar había dado a Abraham, se burlaba de su hijo Isaac,     y dijo a Abraham: “Despide a esa esclava y a su hijo, pues el hijo de esa esclava no debe compartir la herencia con mi hijo, con Isaac”. Esto desagradó mucho a Abraham, por ser Ismael su hijo.     Pero Dios le dijo: “No te preocupes por el muchacho ni por tu sirvienta. Haz todo lo que te pide Sara, porque de Isaac saldrá la descendencia que lleve tu nombre. Pero también del hijo de la sierva yo haré una gran nación, por ser descendiente tuyo”. Abraham se levantó por la mañana muy temprano, tomó pan y un recipiente de cuero lleno de agua y se los dio a Agar. Le puso su hijo sobre el hombro y la despidió. Agar se marchó y anduvo errante por el desierto de Bersebá” (Génesis 21:9-14).        
            Cuando Abraham murió, Ismael e Isaac enterraron a su padre cerca de Mambre, junto a la tumba de Sara, su mujer (Génesis 25:9). Aquellos dos hermanastros que fueron separados por sus padres, en aquel funeral se reunieron. Existe madurez y justicia en Ismael, el hijo de la esclava, porque no guardo rencor contra Isaac, el hijo de Sara. Este Ismael es el patriarca del Islam e Isaac es el patriarca del pueblo judío; ¡Duro pleito entre ambos pueblos!.
            Hay que entender algo de estos personajes tan distintos; toda disputa familiar se resuelve en un funeral porque el dolor de la pérdida de un ser querido es más fuerte que el rencor que pueda existir entre familiares. Que la injusticia de las generaciones pasadas no sea en nosotros motivo para guardar resentimientos, es preferible estar unidos -al menos- en el dolor mutuo.   

domingo, 9 de septiembre de 2018

El pan de la alianza


Cuando se acude a la panadería, se piden los panes sin interesarse por la vida del panadero, no interesa si él es mentiroso ó estafador, interesa adquirir pan y comerlo. Cuando se acude la misa, algunos se inquietan por los escándalos de algún sacerdote ajeno a la ciudad ó el país, estas penas debilitan algunos al grado de decir “dejare la misa, dejare de creer”.
            Si por esta tragedia, algunos han perdido la fe en los sacerdotes y su confianza en la Iglesia se ve destrozada, al menos tengan fe en el pan eucarístico, pues escrito esta; Jesús tomó pan, y, dadas las gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: “Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en memorial mío”. De igual modo, después de cenar, la copa, diciendo: “Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros” (S. Lucas 22:19,20). También San Juan escribió lo dicho por Jesús; “si no coméis la carne del Hijo del Hombre y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” (cap. 5:53).
            Para aumentar nuestra confianza en la misa y tener una fe de mayor raíz, es bueno conocer el culto de la antigua alianza en relación con los actos de la nueva alianza, y así, entender que sucede espiritualmente cuando el pueblo celebra el pacto que Jesús estableció proclamando el pan. La carta a los Hebreos explica estos acontecimientos;  
            “Por eso se derramó sangre al iniciarse la antigua alianza. Cuando Moisés terminó de proclamar ante el pueblo todas las ordenanzas de la Ley, tomó sangre de terneros y de chivos, agua, lana roja e hisopo y roció el propio libro del testamento y al pueblo, diciendo: Esta es la sangre del testamento que pactó Dios con ustedes. Roció asimismo con sangre el santuario y todos los objetos del culto. De hecho, según la Ley, la purificación de casi todo se ha de hacer con sangre, y sin derramamiento de sangre no se quita el pecado. Tal vez fuera necesario purificar aquellas cosas que sólo son figuras de las realidades sobrenaturales, pero esas mismas realidades necesitan sacrificios más excelentes. Pues ahora no se trata de un santuario hecho por hombres, figura del santuario auténtico, sino que Cristo entró en el propio cielo, donde está ahora ante Dios en favor nuestro. El no tuvo que sacrificarse repetidas veces, a diferencia del sumo sacerdote judío que vuelve todos los años con una sangre que no es la suya; de otro modo, Jesús, hubiera tenido que padecer muchísimas veces desde la creación del mundo. De hecho se manifestó una sola vez, al fin de los tiempos, para abolir el pecado con su sacrificio. Así como los hombres mueren una sola vez, y después viene para ellos el juicio; de la misma manera Cristo se sacrificó una sola vez para quitar los pecados de una multitud. La segunda vez se manifestará a todos aquellos que lo esperan como a su salvador, pero ya no será por causa del pecado” (Hebreos 9:18-28).
            Cada pan eucarístico es la señal puesta entre nosotros que proclama la alianza que Jesús otorgo, siendo un mismo sacrificio lo que nos purifica cada vez que pedimos perdón y participamos del pan. La misa no es un asunto asociado a las virtudes ó errores de cada sacerdote que celebra. El sacerdote solo ha recibido la orden de poner el pan de la alianza entre nosotros. Si el pan de la alianza dependiera de la virtud ó el error de cada sacerdote, el oficio de Jesús tendría menor valor cuando no es así, Jesús ofreció su sangre en el santuario celestial delante del eterno Juez, y ha puesto el pan como sello de tal alianza. Continuemos con el proyecto de Jesús para que la obra se vea consumada; recibir la gloria eterna al final de esta vida.   

domingo, 2 de septiembre de 2018

Amarás al Señor, tu Dios


            En el evangelio de San Mateo, Jesús enseñó como primer mandamiento; “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”, y como segundo mandato; “amarás a tu prójimo como a ti mismo” (cap. 22, v. 37-39).
            En el primer mandamiento, Jesús hace alusión a partes importantes de nuestro cuerpo y nuestro ser en referencia al amor; corazón, alma y mente. El corazón es el órgano que bombea sangre al interior del cuerpo provocando que funcione. La mente nos ayuda para hacer uso del cuerpo que hemos recibido. El alma es aquello que anima el cuerpo, la vida intangible otorgada que dió vida a nuestro cuerpo visible.
            El primer mandamiento es la orden expresa para enfocar nuestro ser en la virtud de nuestro amor para Dios. Nuestro ser es un cuerpo exterior e interior. Los apóstoles se referían al cuerpo como “tienda”, haciendo alusión al tabernáculo de Moisés, un templo temporal para adorar a Dios mientras el pueblo era preparado en su peregrinar para entrar a la tierra prometida. Los apóstoles tenían claro, el cuerpo del individuo que recibe la fe en Jesús se convierte en un templo porque la presencia de Dios está en él.  
            Por esta herencia teológica sabemos que el cuerpo es sagrado y el individuo puede ofrecer en su cuerpo ofrendas de adoración a Dios; castidad, ayuno y oración. También el mismo cuerpo puede ser ofrecido a Dios para servir a los demás.
            San Pablo expresó; “Por lo tanto, hermanos, yo los exhorto por la misericordia de Dios a ofrecerse ustedes mismos como una víctima viva, santa y agradable a Dios: este es el culto espiritual que deben ofrecer. No tomen como modelo a este mundo. Por el contrario, transfórmense interiormente renovando su mentalidad, a fin de que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto” (Romanos 12:1,2).
            El apóstol invita a no adaptarse a la mentalidad del mundo ajeno a la vocación del Espíritu Santo, a renovarse mentalmente para no dejarse corromper. Toda tentación inicia en el ámbito de las ideas hasta que se concreta en los hechos, cambiando al individuo, alejándolo de lo agradable y justo para llevarlo a lo injusto y desagradable.
            Amar a Dios con toda nuestra mente debe movernos a tener hambre de la Palabra de Dios, y, habiéndonos nutrido de ella, usar el raciocinio a manera de poder decidir según su voluntad. ¿Cómo podrá alguien amar a Dios con toda su mente si no conoce las Escrituras?, su amor no se perfeccionará porque no tiene elementos, ni herramientas para ordenar sus ideas y poder decidir correctamente.      
            Como católicos, hagamos un análisis sobre nuestro ser, nuestros anhelos y afanes, ¿de qué clase de alimentos hemos nutrido nuestro ser?, ¿en qué condición esta nuestro exterior e interior?, ¿expresamos pureza utilizando nuestro ser?, ¿nuestra boca y nuestros actos, de que hablan?.        
            La Escritura dice que el ser humano fue hecho a imagen y semejanza de Dios, pero ¿Qué anhelo existe en nosotros para ser y permanecer semejantes a Él?. ¿Podremos decir que amamos a Dios con nuestra mente si todos los días nos contentamos pensando vanidades y frivolidades?, ¿Podemos decir que lo amamos con toda nuestra alma si no tenemos hambre de acudir a los sacramentos que alimentan nuestra alma?.   
            Aunque fuésemos los peores pecadores, aun así, debemos sentirnos alentados a seguir adelante, pues si Jesús ha dicho; “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente” es porque Él puede proveernos de la gracia necesaria para que lo amemos de tal forma, solo es cosa de pedírselo insistentemente.