“Hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres:
Jesucristo, hombre él también” (1era de Timoteo 2:5).
Este es uno de los versículos
más usados por los hermanos evangélicos para poner en duda el tema de la
intercesión de los santos y el papel de la Iglesia católica, es un verso que
crea disensión.
Referirnos a Jesús como único mediador
no significa que sólo quien profesa la religión católica ó cristiana obtiene retribución
de Dios ó que sólo estos pueden alcanzar salvación. El catecismo de la Iglesia Católica
es claro en el tema de la salvación de los no cristianos; “La Iglesia reconoce
que cuanto de bueno y verdadero se encuentra en las otras religiones viene de
Dios, es reflejo de su verdad, puede preparar para la acogida del Evangelio y
conducir hacia la unidad de la humanidad en la Iglesia de Cristo” (CIC 845)., “Gracias
a Cristo y a su Iglesia, pueden alcanzar la salvación eterna todos aquellos
que, sin culpa alguna, ignoran el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero buscan
sinceramente a Dios y, bajo el influjo de la gracia, se esfuerzan en cumplir su
voluntad, conocida mediante el dictamen de la conciencia” (CIC 848).
La mediación de Cristo
es sacerdotal, esto significa para la redención de los pecados, Él es sumo
sacerdote de la Iglesia y ofrenda a la vez, en esta figura Dios ha querido
reconciliar al mundo para sí. Los santos ó la Iglesia celestial no son
redentores, mas bien, ellos suman sus plegarias a las de nosotros entorno a la
ofrenda del sacrificio por los pecados; Jesús, cordero de Dios que quita el
pecado del mundo.
Como señala San Pablo “hay
un solo mediador entre Dios y los hombres; Jesucristo, hombre él también” y es
la Iglesia el cuerpo de ese único mediador. La Iglesia en la tierra encarna la
mediación de Jesús al disponer ante los hombres la ofrenda del sacrificio por
el pecado; el cuerpo del cordero –la Eucaristía- para que de esta forma se
renueve de generación en generación la reconciliación y retribuir la gracia que
nos fue quitada por nuestro pecado.
Si bien, el catecismo
reconoce que fuera de la Iglesia habrá hombres que se disponen para buscar a
Dios y hacer su voluntad, y que de algún modo pueden alcanzar gracia delante de
Él de una forma que solo Él conoce, no por esto debemos estimar en menos el
papel de la Iglesia, pues, Dios al entregar la revelación y Jesús al
establecerla sobre los apóstoles en ello ejercen su divina voluntad y tal acción
es para beneficio del género humano; “Id, pues, y haced discípulos a todas las
naciones…” (Mt 28:19).
La Iglesia al poseer la
revelación y la cátedra recibe un papel pastoral para cumplir tal mediación al encausar
de forma correcta la conciencia de los hombres; “Dios quiere que todos los
hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tm 2, 4). De la misma
forma, la Iglesia para encarnar la mediación y tener el papel pastoral ha
recibido un peso en la historia de la salvación; “El que a vosotros escucha, a
mí me escucha, y el que a vosotros rechaza, a mí me rechaza; y el que a mí me
rechaza, rechaza al que me envió” (Lc 10:16) ó también, “Los pecados serán perdonados
a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los
retengan” (Jn 20:23). La Iglesia tiene facultad y obligación para llevarnos a
la gracia por los sacramentos ó el derecho de negárnosla cuando, en el cinismo,
nos negamos al genuino arrepentimiento.
El mesías, Jesús, es el
camino la Verdad y la Vida como lo declaró, y, es la Iglesia quien recibe la
encomienda de guiarnos para encontrar ese camino que es Jesús, como ya señalé. Meditemos
pacientemente en este misterio del cuerpo de Jesús, sabiendo que ninguna oveja
se contenta al ser corregida con la vara, pero es la misma vara lo que provoca
que ésta no salga fuera del redil para ser devorada por lobos.