domingo, 27 de enero de 2019

Dios en la liturgia


            Hace muchos años, cuando estuve en proceso de conversión, escuche a un predicador evangélico decir “Dios no está en una liturgia”, en aquel entonces lo creí lógico porque mi formación bíblica era limitada ó nula y no era un asistente frecuente de la misa. Mi fe era difusa. Recientemente escuche por internet la conferencia de un sacerdote español y la misma idea volvió a resonar aderezada de otra forma; “Dios no está atado a una liturgia”. Entiendo que estos predicadores ofrecen la idea de un Dios expandido que puede estar en todos lados, manifestando su afecto al ser humano de distintas maneras mas allá de un credo especifico, pero, si Dios puede estar en todos lados, ¿para qué poner en duda la manifestación de Dios en la liturgia, dado que, Dios puede ser encontrado en todo lugar y uno de esos lugares también es la liturgia?.      
            A cualquiera que tenga dudas sobre la manifestación de Dios en la liturgia puede meditar el primer capítulo del evangelio de San Lucas, donde señala el evento que le sucedió a Zacarías;
            “Un día en que su clase estaba de turno y Zacarías ejercía la función sacerdotal delante de Dios, le tocó en suerte, según la costumbre litúrgica, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso. Toda la asamblea del pueblo permanecía afuera, en oración, mientras se ofrecía el incienso. Entonces se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías quedó desconcertado y tuvo miedo. Pero el Ángel le dijo: “No temas, Zacarías; tu súplica ha sido escuchada. Isabel, tu esposa, te dará un hijo al que llamarás Juan” (S. Lucas 1:8-11).
            Abundando en la experiencia que Zacarías tuvo cuando celebro la liturgia, tenemos que analizar el evento desde dos ópticas, la primera; Dios se manifestó por medio del Ángel para dar el mensaje puntual a Zacarías, la segunda; el lugar donde él entró –según los textos de Moisés- era el sitio sagrado del templo donde Dios estaba presente para las liturgias judías. El autor afirma “ejercía la función sacerdotal delante de Dios”. El autor entiende que ese sitio era el lugar sagrado donde moraba la presencia divina para celebrar la liturgia.  
            Dios se manifestó por medio del Ángel en una liturgia judía anunciando la llegada de Juan el bautista, ¿Por qué no pensar que Dios también puede manifestarse en una liturgia cristiana que celebra a Cristo y anuncia la reconciliación?. Por la carta  los Hebreos sabemos que las liturgias del templo en el antiguo testamento eran la sombra de lo que estaba por venir, ¿Qué debemos decir?, ¿Qué las liturgias hebreas eran la sombra de la realidad que celebran las liturgias cristianas?. Claro.  
            El mismo Jesús señaló por medio del evangelista; “Yo les aseguro, si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día” (S. Juan 6:53,54). Si el pueblo debe congregarse para comer y recibir Vida eterna, ahí, ya existe una liturgia y una manifestación del creador.
            El salmo señala “Dios está presente en medio de las alabanzas de su pueblo” (S. 22, v. 4), si hay un canto para congregar a la comunidad, ahí, ya hay una liturgia. “Donde estén dos ó más congregados en el nombre de Jesús, ahí está él en medio de ellos” (S. Mateo 18:20), si un grupo se reúne en atención a Cristo para desempeñar un culto, ahí, ya hay una liturgia.    
            Liturgia es la acción que la comunidad ejerce en razón de dar culto a Dios. Existen normas litúrgicas para celebrar varios actos y estas sirven para que el pueblo celebre en cierto orden. Es evidente que Dios se hace presente cuando su pueblo se congrega y la liturgia es un instrumento para el pueblo.
            Prestemos atención a como Dios se hace presente dentro del templo en una celebración litúrgica ó fuera del templo por medio de la creación y sus creaturas, esta capacidad de apreciar al creador es un don de quienes viven en gracia.       

domingo, 20 de enero de 2019

Jesús y el leproso


            “Cuando bajó del monte, fue siguiéndole una gran muchedumbre. En esto, un leproso se acercó y se postró ante él, diciendo: “Señor, si quieres puedes limpiarme”. Y extendiendo Jesús la mano, lo tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante quedó limpio de su lepra. Entonces Jesús le dijo: Mira, no se lo digas a nadie, sino ve, muéstrate al sacerdote y presenta la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio a ellos" (S. Mateo 8:1-4).
            Después de sanarlo, Jesús pidió que se presentara ante el sacerdote para presentar la ofrenda. Él no le dio una recomendación "si deseas ve con el sacerdote...", no, se lo dijo puntual; "muéstrate al sacerdote y presenta la ofrenda que ordenó Moisés para que les sirva de testimonio...". En esta expresión, Jesús reconoce el sacerdocio de los judíos, la ley de Moisés y la necesidad que vivir dando buen testimonio en la comunidad.        Ante la petición del Mesías no se puede argumentar; "yo no necesito de ningún sacerdote porque tengo una relación con Dios". No. Jesús le dijo de forma clara y sencilla; "ve con el sacerdote y presenta la ofrenda que ordenó Moisés...". Debemos  entender que Jesús siempre nos dirá algo para nuestro bien. Lo expresado por Jesús es importante -aunque parece innecesaria porque el leproso estaba sanado- si fuese intrascendente, no lo hubiese puesto por escrito el evangelista.
            La ofrenda que el leproso tuvo que presentar la encontramos en el capitulo catorce del libro del levítico. La descripción del rito de purificación es extensa, solo citare la primer parte:
            “Esta es la ley para el día de la purificación del leproso, cuando lo lleven al sacerdote. El sacerdote saldrá fuera del campamento para examinarlo y comprobar que la llaga de la lepra ha sido sanada. El sacerdote mandará traer para el que ha de ser purificado dos pájaros vivos y puros, madera de cedro, escarlata e hisopo. Después mandará sacrificar uno de los pájaros sobre una vasija de barro con agua fresca. Tomará luego el pájaro vivo, la madera de cedro, la escarlata y el hisopo, y los mojará, incluso el pájaro vivo, en la sangre del pájaro inmolado sobre el agua fresca. Rociará siete veces al que ha de ser purificado de la lepra, y tras declararlo puro, soltará en el campo el pájaro vivo. El que ha sido purificado lavará sus vestidos, se afeitará todo su pelo, se bañará en agua y quedará puro, y luego volverá al campamento. Pero tiene que quedarse primero siete días fuera de su tienda, y es al día séptimo cuando se afeitará todo el pelo, la cabellera, la barba y las cejas, es decir, se afeitará todo su pelo; lavará también sus vestidos, bañará su cuerpo en agua y quedará limpio”. (Levítico 14:2-9)
            Ninguno de nosotros está obligado a seguir los ritos del antiguo testamento, no son para nosotros sino para los judíos. El mesías llegó y estableció una alianza nueva, sin embargo, esta petición de Jesús al leproso me hace saber que el mesías es un hombre de fe y de religión. ¿Qué nos podrá decir Jesús, hoy a nosotros cada vez que nos sana?, ¿Nos dirá “preséntate ante el sacerdote y haz la penitencia que te pida”?, ¿Acataremos su mandato a sabiendas que el sacerdote de la parroquia y Moisés son hombres de carne y hueso?.  
            Como conclusión, no menospreciemos los ritos que celebra la Iglesia por más insignificantes que parezcan, Jesús respeto los ritos de su tiempo. Meditemos en lo que aquel leproso sanado tuvo que presentar porque Jesús se lo pidió; no fue algo fácil que se pueda resolver en media tarde, es un rito que dura siete días.
            En asuntos de fe, no seamos de los creyentes que dicen “cuando me nazca hacer tal cosa, la hare”, la madurez cristiana no se alcanza así, se alcanza haciendo lo que Jesús nos pide. Pidamos el don para atender sus llamados con alegría, en gratitud a quien nos sana.  

domingo, 13 de enero de 2019

Exodo


            El libro del Éxodo no se llama así, en realidad se llama “Shemot” que significa “nombres”. La cultura occidental cambio su titulo llamándolo “éxodo” por el evento del éxodo de los hebreo en Egipto. ¿Por qué el libro se llama “Shemot” ó “nombres”?. No lo sé, puedo inferir, quizá se llama “nombres” porque Dios se mostro como “Yo soy”.
            Al leer la totalidad del libro uno aprecia como este se divide en dos grandes eventos; el éxodo y la adoración a Dios. El libro se compone de cuarenta capítulos y del capítulo veinte hasta el último, la narrativa estará enfocada a la adoración en la nueva religión de los Israelitas establecida por Moisés; desde sus mandamientos, la elección y consagración de sus sacerdotes, los artífices del santuario, etc.
            Dentro del libro, hay cuatro eventos que puedo considerarlos como antagónicos, el primer par está ligado a la liberación; las diez plagas en Egipto y los diez mandamientos. Creo que el autor del libro –Moisés- plasmo estos antagónicos para mostrar la degradación de Egipto (esclavos del pecado) y su retribución en diez plagas, pero a su vez, la santidad que Dios desea compartir con su pueblo mostrándoles virtudes expresadas en diez mandamientos (camino de liberación).
            El segundo par está ligado a la adoración; el Becerro de oro y la construcción del Tabernáculo. En ambos casos está el deseo del pueblo para adorar y se manifiesta en el desprendimiento del oro para edificar ó ídolo ó el Santuario. Los hebreos aportaron libremente y sin objeciones, desprendiéndose de objetos de valor para edificar ambos hitos.
            Construyeron un Becerro de oro en la desesperación de no tener un dios, pues, creyeron que Moisés no retornaría del Sinaí, así, construyeron un ídolo y lo adoraron; aunque cayeron en idolatría, su preocupación por adorar era genuina pero perdieron la paciencia y terminaron en la idolatría, adorando una ocurrencia.           
            Refiriéndonos a la construcción de ambos hitos, en el caso de la idolatría, la Escritura describe en menos de un verso como se construyo el ídolo; “Él los tomó de sus manos, los fundió en un molde e hizo un becerro de fundición…” (Ex. 34:4). En el caso del Tabernáculo, las instrucciones para edificar ese Santuario con todos sus elementos son descritas en varios capítulos. El libro concluye con la consagración del mismo y en el penúltimo capítulo se hace un resumen de los elementos que lo integran;
            "Entonces presentaron a Moisés la Morada, es decir, la Tienda y todos sus utensilios; los broches, los tablones, los travesaños, los postes y las basas; el toldo de pieles de carnero teñidas de rojo, el toldo de cueros finos y el velo protector; el Arca de la Alianza con sus varas y el Lugar del Perdón; la mesa con todos sus utensilios y el pan de la ofrenda, el candelabro de oro puro con sus lámparas, todos los utensilios y el aceite del alumbrado; el altar de oro, el óleo de la unción, el incienso aromático y la cortina para la entrada de la tienda; el altar de bronce con su enrejado, sus varas y sus utensilios, la pileta con su base; el cortinaje del atrio, los postes con sus basas, la cortina para la entrada del atrio, sus cuerdas, clavos y todos los demás utensilios del servicio de la Morada, la Tienda de las Citas; las vestiduras de ceremonia para el servicio en el Santuario; los ornamentos sagrados para el sacerdote Aarón y las vestiduras de sus hijos para ejercer el sacerdocio" (Éxodo 39:33-41).
            El libro del éxodo me hace saber que tenemos un Dios que nos llama a la libertad para seguir sus mandamientos, y en definitiva, es un Dios sumamente litúrgico. Pidamos a Dios la sabiduría para poder apreciar esto.

domingo, 6 de enero de 2019

El velo de Moisés


            "Moisés estuvo allí con Dios cuarenta días y cuarenta noches, sin comer pan ni beber agua. Y escribió en las tablas las palabras de la alianza, las diez palabras. Luego, bajó Moisés del monte Sinaí y, cuando bajó del monte con las dos tablas del Testimonio en su mano, no sabía que la piel de su rostro se había vuelto radiante, por haber hablado con él. Aarón y todos los israelitas miraron a Moisés, y al ver que la piel de su rostro irradiaba, temían acercarse a él. Moisés los llamó. Aarón y todos los jefes de la comunidad se volvieron a él y Moisés habló con ellos. Se acercaron a continuación todos los israelitas y él les conminó cuanto Dios le había dicho en el monte Sinaí. Cuando Moisés acabó de hablar con ellos, se puso un velo sobre el rostro. Siempre que Moisés se presentaba delante de Dios para hablar con él, se quitaba el velo hasta que salía, y al salir decía a los israelitas lo que Dios había ordenado. Los israelitas veían entonces que el rostro de Moisés irradiaba, y Moisés cubría de nuevo su rostro con un velo hasta que entraba a hablar con Dios." (Éxodo 34:28-35).
            Hasta hace poco pude entender el significado del velo en el rostro de Moisés -quizá ni el profeta lo comprendió-. Sucede que en el Antiguo Testamento, en el templo, el arca de la alianza y otros elementos sagrados permanecían ocultos a la vista del pueblo detrás de una cortina. Detrás de la cortina, detrás de ese velo, la presencia de Dios descendía sobre el templo. Solo el sumo sacerdote podía traspasar ese velo para ofrecer sacrificios para la redención de los pecados de la nación.
            En los evangelios leemos, tras la muerte de Jesús en su crucifixión, un terremoto rasga la cortina del templo; “Jesús, dando de nuevo un fuerte grito; exhaló el espíritu. En esto, el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo…” (S. Mat. 27:50,51). Esto tiene un significado importante, pues por la obra de Jesús, la gloria de Dios podrá ser presenciada para los pueblos en el templo sin ningún velo.
            El velo sobre el rostro de Moisés me hace creer que ese es un signo que anuncia que el profeta, después de estar en la presencia de Dios, se volvió en un “templo” viviente de Dios, un templo de carne y hueso donde mora la presencia divina y se anuncia la Palabra de Dios–templo al modo del antiguo testamento, con un velo-. La Iglesia nos considera templos vivos porque hemos recibido la presencia de Dios por medio de los sacramentos. Nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, es nuestra casa y es casa para Dios.
            Considerando estas asociaciones y mirando el culto del Antiguo Testamento, en aquel templo donde la gloria de Dios quedaba oculta detrás de aquel velo, ¿Qué deberíamos encontrar hoy, en la nueva alianza, en un recinto sin velo, ni cortinas que oculten algo?. Encontramos la gloria de Dios visible, tangible, incluso la podemos apuntar con nuestros dedos para decir “esa es”, “ahí esta”. Es la gloria de Dios que nos hace ser cuerpo de Cristo porque es el cuerpo mismo de Cristo que encontramos ahí; la Eucaristía. Reflexionemos con humildad sobre este acto que Dios ha provocado, removiendo la cortina que nos impedía verlo, manifestándolo a los ojos de todos; aunque hay quienes aun no pueden verlo porque un velo de incredulidad cubre sus ojos y quedan ciegos.