“Cuando bajó del monte, fue siguiéndole
una gran muchedumbre. En esto, un leproso se acercó y se postró ante él,
diciendo: “Señor, si quieres puedes limpiarme”. Y extendiendo Jesús la mano, lo
tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante quedó limpio de su lepra.
Entonces Jesús le dijo: Mira, no se lo digas a nadie, sino ve, muéstrate al
sacerdote y presenta la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio
a ellos" (S. Mateo 8:1-4).
Después de sanarlo, Jesús pidió que
se presentara ante el sacerdote para presentar la ofrenda. Él no le dio una
recomendación "si deseas ve con el sacerdote...", no, se lo dijo
puntual; "muéstrate al sacerdote y presenta la ofrenda que ordenó Moisés
para que les sirva de testimonio...". En esta expresión, Jesús reconoce el
sacerdocio de los judíos, la ley de Moisés y la necesidad que vivir dando buen
testimonio en la comunidad. Ante la
petición del Mesías no se puede argumentar; "yo no necesito de ningún
sacerdote porque tengo una relación con Dios". No. Jesús le dijo de forma clara
y sencilla; "ve con el sacerdote y presenta la ofrenda que ordenó Moisés...".
Debemos entender que Jesús siempre nos dirá
algo para nuestro bien. Lo expresado por Jesús es importante -aunque parece
innecesaria porque el leproso estaba sanado- si fuese intrascendente, no lo
hubiese puesto por escrito el evangelista.
La ofrenda que el leproso tuvo que
presentar la encontramos en el capitulo catorce del libro del levítico. La
descripción del rito de purificación es extensa, solo citare la primer parte:
“Esta es la ley para el día de la
purificación del leproso, cuando lo lleven al sacerdote. El sacerdote saldrá
fuera del campamento para examinarlo y comprobar que la llaga de la lepra ha
sido sanada. El sacerdote mandará traer para el que ha de ser purificado dos
pájaros vivos y puros, madera de cedro, escarlata e hisopo. Después mandará sacrificar
uno de los pájaros sobre una vasija de barro con agua fresca. Tomará luego el
pájaro vivo, la madera de cedro, la escarlata y el hisopo, y los mojará,
incluso el pájaro vivo, en la sangre del pájaro inmolado sobre el agua fresca.
Rociará siete veces al que ha de ser purificado de la lepra, y tras declararlo
puro, soltará en el campo el pájaro vivo. El que ha sido purificado lavará sus
vestidos, se afeitará todo su pelo, se bañará en agua y quedará puro, y luego
volverá al campamento. Pero tiene que quedarse primero siete días fuera de su
tienda, y es al día séptimo cuando se afeitará todo el pelo, la cabellera, la
barba y las cejas, es decir, se afeitará todo su pelo; lavará también sus
vestidos, bañará su cuerpo en agua y quedará limpio”. (Levítico 14:2-9)
Ninguno de nosotros está obligado a
seguir los ritos del antiguo testamento, no son para nosotros sino para los judíos.
El mesías llegó y estableció una alianza nueva, sin embargo, esta petición de Jesús
al leproso me hace saber que el mesías es un hombre de fe y de religión. ¿Qué
nos podrá decir Jesús, hoy a nosotros cada vez que nos sana?, ¿Nos dirá “preséntate
ante el sacerdote y haz la penitencia que te pida”?, ¿Acataremos su mandato a
sabiendas que el sacerdote de la parroquia y Moisés son hombres de carne y
hueso?.
Como conclusión, no menospreciemos los
ritos que celebra la Iglesia por más insignificantes que parezcan, Jesús
respeto los ritos de su tiempo. Meditemos en lo que aquel leproso sanado tuvo
que presentar porque Jesús se lo pidió; no fue algo fácil que se pueda resolver
en media tarde, es un rito que dura siete días.
En asuntos de fe, no seamos de los
creyentes que dicen “cuando me nazca hacer tal cosa, la hare”, la madurez
cristiana no se alcanza así, se alcanza haciendo lo que Jesús nos pide. Pidamos
el don para atender sus llamados con alegría, en gratitud a quien nos sana.