sábado, 29 de febrero de 2020

El suicidio de Durkheim


“El que haga caer a uno de estos pequeños que creen en mí, sería mejor para él que le ataran al cuello una gran piedra de moler y lo echaran al mar.” (S. Marcos 9,42). Con el respeto que me merece la Iglesia y Dios, utilizó este pasaje para mostrar que hasta el suicidio puede justificarse con una mala interpretación de la biblia.
Esto lo mencionó porque esta semana tuve la oportunidad de revisar el libro “El suicidio”, escrito por el sociólogo y filósofo francés, Émile Durkheim. Dicho material es un pilar de referencia en el estudio moderno de las sociedades. El aporte del libro a la ciencia fue contabilizar y agrupar los suicidios en distintas regiones de Europa a finales del siglo XIX, y en base a estadísticas emitir juicios y conclusiones.
El resultado de la investigación mostró que el suicidio tiene tasas más altas en países protestantes que en países católicos. Contrario a lo que uno podría llegar a creer –leer la biblia es mejor que no leerla- el estudio científico de Durkheim parece justificar lo contrario: es preferible no leer la biblia si la interpretación es errónea. Esto me hace recordar el dicho de un rabino: “hace más daño a la humanidad el hombre que conoce la biblia a la mitad, que aquel que la desconoce”.
La investigación utilizó muestras en sociedades católicas como España, Portugal e Italia, estimando la tasa media de 48 – 50 suicidios por cada millón de habitantes. En países protestantes se analizaron los estados alemanes de Prusia y Sajonia, y Dinamarca. La tasa fue de 190 por cada millón. En países mixtos (protestantes y católicos) la tasa se estimó en 96 por cada millón. El suicidio de Durkheim posee mucha información en cuanto al tema, clasifica el suicidio en varias tipologías y es imposible mostrar la totalidad del trabajo en una sola reflexión. Me enfocare en lo más relevante para asuntos de fe.       
Según las conclusiones de Durkheim, la Europa protestante del siglo XIX, resulta más suicida porque la religión protestante carece de elementos que promuevan la cohesión social: no existen tradiciones ni fiestas religiosas, ni ritos únicos, ni símbolos, ni hitos sagrados, etc. Debo añadir, el protestantismo tampoco es una unidad –como el pueblo católico- es protestante el calvinista, el luterano y el anglicano, aunque los tres vivan en el mismo pueblo. Este modo de vivir la fe hace que los individuos se aíslen los unos de los otros y no se identifiquen entre si –como ya mostré al inicio de esta reflexión- un suicidio puede concretarse bajo una mala interpretación bíblica.   
Otra conclusión importante de Durkheim es la estructura religiosa. El protestantismo no presenta una estructura vertical como el catolicismo: obispo, sacerdote y creyente. El católico queda bajo la tutela de alguien superior a él, su sacerdote y este queda sujeto a la autoridad de otro, el obispo. De esta forma el católico confiesa sus pecados y el sacerdote lo corrige, lo perdona y lo guía para que ofrezca penitencia. Toda la estructura eclesial y el pueblo asumen este acto de perdón divino como un hecho concretado. En el protestantismo no sucede así, no hay una estructura social que reafirme el perdón, todo queda a conciencia del creyente y su interpretación de Dios. Durkehim apunta que el país protestante que menos se suicida es Inglaterra, atribuyéndolo a que la Iglesia Anglicana posee una estructura eclesial solida muy similar a la católica.
Por este estudio confirmarnos la importancia de las tradiciones y la estructura.   

sábado, 22 de febrero de 2020

Dios y la ciencia


            El tema de Dios y la ciencia configura una discusión que puede durar siglos, pero de forma simple y entrando en una reflexión básica, pondré en la base la definición de ciencia de la Real Academia Española; “Conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales con capacidad predictiva y comprobables experimentalmente.”
            Como antecedente a Dios y la ciencia es necesario exponer el pleito recurrente entre las mismas ciencias; las ciencias exactas y las ciencias sociales. La pugna se basa en que la primera utiliza métodos de comprobación certeros para confirmar sus hipótesis y la segunda adolece de esta precisión y peyorativamente es definida como ciencia fáctica. En las ciencias exactas se encuentran las matemáticas, la física, la química, entre otras, y en las ciencias sociales; la antropología, la sociología, la psicología, etc. La pugna entre ambas ciencias se agota cuando se comprende que los objetos de estudio son distintos, por un lado, las ciencias exactas observa e indaga fenómenos que responden a reglas inviolables, y por el otro, las ciencias sociales estudia lo que responde a su libre albedrio: individuo y sociedad.
            Desde esta lógica, es más complicado –no imposible- que las ciencias sociales establezcan un método fijo para explicar al ser humano; hace 5 mil años dos más dos era cuatro –igual que hoy- pero una sociedad antigua difiere en mucho de una moderna. Por esta situación, la ciencia social se enfrenta al reto de entender y explicar a una creatura que mentalmente evoluciona modificando sus conductas; como puede construir una choza puede pisar la luna. El método queda abierto dependiendo de la situación, y, aunque pretenda establecer principios y causas no es completo, ej. “según un estudio de la Universidad de Australia; hay vínculos entre la obesidad y la depresión…” esto no significa que no exista un gordo feliz y un esbelto deprimido.    
            Entendiendo que la ciencia juzga el objeto que estudia en base a distintos principios por la complejidad de los mismos, ¿cómo debiese ser el método factible para considerar a Dios como un hecho y no como un mito?. El Dr. Joaquín Prats de la Universidad de Barcelona afirma que el conocimiento puede venir desde la obviedad; uno mismo u otros, la tradición de las ciencias; lo que se inculca, pero también asume tres fuentes principales para crear conocimiento; la experiencia, la razón y la intuición.
            En este sentido, Paul Feyerabend, en el Esquema de una teoría anarquista del conocimiento, justifica como fuente de información las fábulas y los mitos argumentando que aun éstas son un retrato o explicación somera de algo vivido, por ej. Todos los mitos antiguos relacionados con las tormentas y los terremotos no invalidan la existencia de estos fenómenos, lo exponen usando narrativas que no son científicas. Por otro lado, Feyerabend, pone en contradicción postulados científicos que resultan “lógicos en sí mismos” pero confrontados son contradictorios. Por ej. Newton es inconsistente con la ley de caída libre de Galileo: la aceleración en caída libre es constante; la ley de Newton afirma: la aceleración no es constante, decrece de modo imperceptible, en relación a la distancia al centro de la tierra. Dependiendo del momento histórico, las herramientas y los métodos científicos del momento, es como se comprende el porqué de estas expresiones.
            Como conclusión, el hecho que científicamente no tengamos evidencias satisfactorias de Dios, no es argumento substancial para negar su existencia, quizá los métodos y herramientas científicas desarrolladas hasta este momento no logran aun concretarlo en algo satisfactorio y convincente. Por otro lado, utilizando los argumentos de Prats, Dios es conocido como una experiencia entre el creador y el individuo. De esta forma se puede entender la devoción que viven millones de individuos en esta era de la información; en el creyente existe la experiencia y la intuición de que su conversión es real aunque no tenga método para explicarlo y no exista forma para ser entendido.        

domingo, 16 de febrero de 2020

La biblia y el catecismo


            Cada palabra debe ser interpretada en su lenguaje y toda oración debe ser interpretada dentro del texto en la que fue escrita. Así como las palabras y los textos tienen esta característica básica para poder ser entendidas, la religión cristiana tiene su propio lenguaje. Por este motivo no basta solo la biblia para comprender el lenguaje del cristianismo, es necesario también, la interpretación de la Palabra inmersa en el compendio sagrado. Así como el idioma Español necesita de la Real Academia Española para ser expresado correctamente. La religión debe ser interpretada y compartida de modo correcto.
            Es Dios quien va construyendo este lenguaje a lo largo de los siglos ─en primer instancia─ mediante el pueblo que formó: Israel. Los provee de los signos característicos de este idioma para su tiempo: los patriarcas, el Sinaí, la circuncisión, los levitas, la pascua, Sión y Jerusalén, etc. Consolidándolos como una estructura mental y ritual evidente: los judíos. Es bajo esta estructura lingüística religiosa en la que el mesías habla y manifiesta su mensaje: la sinagoga, el sábado, el hijo del hombre, la señal del profeta Jonás, el corban, etc. Todas estas palabras están inmersas en este idioma religioso y se comprenden desde esa base, no desde otra. Un ejemplo sencillo es el uso de la palabra “gentil”, fuera del lenguaje de la fe son aquellos que demuestran amabilidad. Dentro del lenguaje de la fe son aquellos que no son judíos.  
            Fue el apóstol San Pablo un erudito de este lenguaje judío, capaz de entenderlo en los términos de su pueblo y traducirlo para extraer la sabiduría inmersa para la nueva alianza. Por esta situación son pocos quienes en un primer acercamiento pueden entender las cartas paulinas. En palabras llanas; Pablo pocas veces comparte mensajes cristianos citando a Jesucristo, él comparte mensajes cristianos usando textos de Moisés. El utilizó los elementos de un lenguaje religioso conocido para construir una base de pensamiento para un ideal nuevo: el cristianismo. La mención de las alianzas de Agar y Sara en la carta a los Gálatas es el caso más evidente: el hijo de la esclava y el hijo de la libre.
            De esta manera el lenguaje religioso del cristianismo se fue construyendo hasta llegar a la modernidad. Desde los paradigmas de la modernidad el hombre del siglo XXI interpreta los textos bíblicos. Aquí hay una primera ruptura con el lenguaje bíblico; el hombre actual parte desde su visión “soy yo y Dios, no necesito de nadie más”; el lenguaje bíblico parte desde un principio distinto “es Dios y nosotros”. La visión moderna es individualista y el lenguaje de la historia de la salvación es para una interpretación comunitaria: el pueblo de Israel o la Iglesia.
            El hombre moderno no se auto percibe inmerso en un proyecto milenario; no se mortifica por entregar estafetas religiosas, solo es él y la cátedra que pueda dar a sus hijos. La visión de los evangelios exige un compromiso más grande: “… yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (S. Mateo 28,20). Esta encomienda obliga a la Iglesia para la construcción de un catecismo: un acervo ideológico que exprese la cosmovisión de la Iglesia de los apóstoles bajo el lenguaje de las nuevas generaciones en los distintos continentes.       
            No es culpa de los hombres modernos vivir bajo los paradigmas de su tiempo. Unificando la visión lingüística de la modernidad y religión podemos ─de un modo más fácil─ derribar las fronteras que dividen a los hombres de fe.      

domingo, 9 de febrero de 2020

La Iglesia en la cultura de género


            La palabra género despierta polémica, disputas y confusiones. Algunos asocian el concepto al activismo LGBTI, al feminismo o al feminismo LGBTI. Según Joan W. Scott, la discusión tomó fuerza cuando se deslindó género de su identidad binaria: masculino y femenino, y se asoció a la construcción cultural (lo que se inculca de generación en generación, la identidad de los roles humanos dentro de la historia). Esta discusión sobre género me recuerda a la historia de la torre de Babel, el lenguaje se confundió y la sociedad no pudo ponerse de acuerdo. En asuntos de género la meta máxima es construir equidad, en eso estamos de acuerdo en este Babel.   
            Para unos género puede significar un ideal y para otros no. Género despierta tanta pasión que es difícil juzgarlo sin ser llamados misóginos, homofóbicos o arcaicos. Los argumentos en el debate parecen caer en absolutismos rigurosos que ─justificándose en la construcción cultural─ pretenden imponer una visión hasta en el uso de la gramática. El Dr. J. Luis Moure, Presidente de la Academia Argentina de las Letras, lo advierte, señalando que se pretende desdoblar la mención del sustantivo para hacer visible el género femenino ─Señoras y señores─, cuando es el articulo lo que visibiliza el género: “los y las estudiantes”. Los defensores de intervenir el lenguaje argumentan que esto ayudara en la construcción del lenguaje inclusivo, mientras que, el defensor del lenguaje ─Moure─ afirma lo inverso; es primero la cultura la que modifica la estructura del lenguaje.  
            Por un lado, es común que movimientos de género ─feministas─ acusen al pensamiento judío-cristiano por imponer una cultura patriarcal sin atribuirle a la religión un beneficio. Debo añadir, fueron las feministas en tiempo de Abraham Lincoln quienes justificaron su lucha con versos de la biblia: “creo, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios los creó, varón y hembra los creó” (G. 1,27). Pocas veces o nunca, el feminismo moderno toma como referencia a Débora, personaje de la biblia, 4to juez de Israel en sucesión en el gobierno de los jueces, anterior a la teocracia hebrea (siglo XII a.C). También, en la teocracia cristiana, el género está representado por el poder divino que recae sobre la reina (nótese el caso de la reina Isabel II, actual monarca del imperio británico, consagrada como tal por el cristianismo anglicano). En esta pugna social por la lucha de género vale la pena mirar la historia y preguntar: ¿los sistemas de gobierno judío-cristianos fueron más abiertos al género si los comparamos con el desarrollo histórico de la democracia Presidencial?. No lo sé y si lo fueron en género, no lo fueron en democracia.
Otras voces estudiosas de género como Teresa de Barbieri, no culpan al pensamiento judío-cristiano como autor intelectual del patriarcado. El descubrimiento del papel, la acumulación de cereales, la minería, la producción de armas y la guerra, serian lo substancial para que el varón cimentara su dominio social.     
            Por otro lado, en el caso de los colectivos LGBTI y sus intereses de género, la discusión es larga y extensa. Como, homologar bajo la ley civil, el modelo cristiano del matrimonio monógamo bajo su visión de género.   
Finalizando, cada parte defiende su visión de lo que la lucha de género debe ser, cumplir y hacia donde debe ir. En mi postura, género luce como ese comodín de la baraja de naipes donde cada quien resuelve su jugada a su mayor satisfacción. La Iglesia debe jugar un papel importante como pieza social. Si hablamos el lenguaje de la cultura de género, nuestro género es católico y en esta expresión se muestra la forma de entender y vivir el sexo y el género. Apelamos a la inclusión en la cultura género para contribuir como católicos a la construcción cultural de nuestra sociedad.   

domingo, 2 de febrero de 2020

El lenguaje del apocalipsis


El libro del apocalipsis se caracteriza por utilizar un lenguaje que expresa su mensaje utilizando símbolos e imágenes entendibles para su generación. Por esta razón el libro puede ser confuso para nuestra generación y limitado para transmitir el mensaje: la sociedad moderna no comprende la lectura, el texto no le aporta nada.
            La propia lectura de la biblia puede aportarnos luces para identificar los signos que posee el libro del apocalipsis. La Escritura va mostrando desde sus primeros libros, los signos y las figuras, que se asocian con el bien y con el mal. A continuación hare un paralelo entre el siguiente texto de apocalipsis y algunas citas del antiguo testamento para comprender signos de la lectura:  
            “(…) La plaza de la ciudad está pavimentada con oro refinado, transparente como cristal. No vi templo alguno en la ciudad, porque su templo es el Señor Dios, el Todopoderoso, y el Cordero. La ciudad no necesita luz del sol ni de la luna, porque la gloria de Dios la ilumina y su lámpara es el Cordero. A su luz caminarán las naciones, y los reyes de la tierra llevarán a ella sus riquezas. No habrá que cerrar sus puertas al fin del día, ya que allí no habrá noche. Traerán a ella las riquezas y el esplendor de las naciones. Nada manchado entrará en ella, ni los que cometen maldad y mentira, sino solamente los inscritos en el libro de la vida del Cordero”. (Ap. 21, 21-27)
            Una práctica común del pueblo de Israel era atesorar las riquezas dentro del templo y consagrarlas  para Dios, pero también, venido el ataque de un pueblo ajeno tales tesoros eran robados. Tal es el caso de lo sucedido entre el rey de Babilonia y el rey de Judá, Ezequías. Cuando Ezequías se vio sanado de su enfermedad, el rey de Babilonia envío mensajeros para felicitarlo, fue tal la confianza de Ezequías que les mostró todos sus tesoros hasta los mejor resguardados. Por esta situación, el profeta Isaías lanzó una profecía sobre el rey, advirtiéndole que el pueblo de Babilonia se apoderará de todas sus riquezas y sus descendientes serán siervos eunucos de aquel pueblo. (2do libro de los reyes 20, 12-19). El texto citado de apocalipsis describe un hecho contrario a la lógica del mundo antiguo: “los reyes de la tierra llevaran a ella sus riquezas”. Apocalipsis muestra la visión para una sociedad nueva, compuesta por individuos que actúan de modo distinto a lo conocido en el mundo antiguo.
            Otro caso ilustrativo es el del rey David cuando sometió a los pueblos arameos y obtuvo de ellos todo el bronce posible –material con el cual después el rey Salomón construiría el mar de bronce-. Las conquistas militares de David, llevaron a consagrar a Dios, todo el oro y plata obtenida de las naciones: Edom, Moab, Amonitas, Filisteos y Amalecitas (1er libro de Crónicas 18, 1-13).
            Para concluir, el autor de apocalipsis plantea la visión de una ciudad mucho mas acaudalada que las ciudades conocidas: las riquezas fluyen con franqueza, son las naciones y los reyes quienes las aportan, en un sitio que goza de seguridad a puertas abiertas pues la obscuridad no existe. Para actualizar los paradigmas del mundo antiguo en una sociedad actual, podemos advertir los nuevos tesoros anhelados en la modernidad: el éxito, la felicidad y la estética del cuerpo, sabiendo por la fe y la gracia que en lo celestial hay un éxito mayor, una felicidad inagotable y una belleza que excede a todo lo conocido.