domingo, 9 de febrero de 2020

La Iglesia en la cultura de género


            La palabra género despierta polémica, disputas y confusiones. Algunos asocian el concepto al activismo LGBTI, al feminismo o al feminismo LGBTI. Según Joan W. Scott, la discusión tomó fuerza cuando se deslindó género de su identidad binaria: masculino y femenino, y se asoció a la construcción cultural (lo que se inculca de generación en generación, la identidad de los roles humanos dentro de la historia). Esta discusión sobre género me recuerda a la historia de la torre de Babel, el lenguaje se confundió y la sociedad no pudo ponerse de acuerdo. En asuntos de género la meta máxima es construir equidad, en eso estamos de acuerdo en este Babel.   
            Para unos género puede significar un ideal y para otros no. Género despierta tanta pasión que es difícil juzgarlo sin ser llamados misóginos, homofóbicos o arcaicos. Los argumentos en el debate parecen caer en absolutismos rigurosos que ─justificándose en la construcción cultural─ pretenden imponer una visión hasta en el uso de la gramática. El Dr. J. Luis Moure, Presidente de la Academia Argentina de las Letras, lo advierte, señalando que se pretende desdoblar la mención del sustantivo para hacer visible el género femenino ─Señoras y señores─, cuando es el articulo lo que visibiliza el género: “los y las estudiantes”. Los defensores de intervenir el lenguaje argumentan que esto ayudara en la construcción del lenguaje inclusivo, mientras que, el defensor del lenguaje ─Moure─ afirma lo inverso; es primero la cultura la que modifica la estructura del lenguaje.  
            Por un lado, es común que movimientos de género ─feministas─ acusen al pensamiento judío-cristiano por imponer una cultura patriarcal sin atribuirle a la religión un beneficio. Debo añadir, fueron las feministas en tiempo de Abraham Lincoln quienes justificaron su lucha con versos de la biblia: “creo, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios los creó, varón y hembra los creó” (G. 1,27). Pocas veces o nunca, el feminismo moderno toma como referencia a Débora, personaje de la biblia, 4to juez de Israel en sucesión en el gobierno de los jueces, anterior a la teocracia hebrea (siglo XII a.C). También, en la teocracia cristiana, el género está representado por el poder divino que recae sobre la reina (nótese el caso de la reina Isabel II, actual monarca del imperio británico, consagrada como tal por el cristianismo anglicano). En esta pugna social por la lucha de género vale la pena mirar la historia y preguntar: ¿los sistemas de gobierno judío-cristianos fueron más abiertos al género si los comparamos con el desarrollo histórico de la democracia Presidencial?. No lo sé y si lo fueron en género, no lo fueron en democracia.
Otras voces estudiosas de género como Teresa de Barbieri, no culpan al pensamiento judío-cristiano como autor intelectual del patriarcado. El descubrimiento del papel, la acumulación de cereales, la minería, la producción de armas y la guerra, serian lo substancial para que el varón cimentara su dominio social.     
            Por otro lado, en el caso de los colectivos LGBTI y sus intereses de género, la discusión es larga y extensa. Como, homologar bajo la ley civil, el modelo cristiano del matrimonio monógamo bajo su visión de género.   
Finalizando, cada parte defiende su visión de lo que la lucha de género debe ser, cumplir y hacia donde debe ir. En mi postura, género luce como ese comodín de la baraja de naipes donde cada quien resuelve su jugada a su mayor satisfacción. La Iglesia debe jugar un papel importante como pieza social. Si hablamos el lenguaje de la cultura de género, nuestro género es católico y en esta expresión se muestra la forma de entender y vivir el sexo y el género. Apelamos a la inclusión en la cultura género para contribuir como católicos a la construcción cultural de nuestra sociedad.