domingo, 16 de febrero de 2020

La biblia y el catecismo


            Cada palabra debe ser interpretada en su lenguaje y toda oración debe ser interpretada dentro del texto en la que fue escrita. Así como las palabras y los textos tienen esta característica básica para poder ser entendidas, la religión cristiana tiene su propio lenguaje. Por este motivo no basta solo la biblia para comprender el lenguaje del cristianismo, es necesario también, la interpretación de la Palabra inmersa en el compendio sagrado. Así como el idioma Español necesita de la Real Academia Española para ser expresado correctamente. La religión debe ser interpretada y compartida de modo correcto.
            Es Dios quien va construyendo este lenguaje a lo largo de los siglos ─en primer instancia─ mediante el pueblo que formó: Israel. Los provee de los signos característicos de este idioma para su tiempo: los patriarcas, el Sinaí, la circuncisión, los levitas, la pascua, Sión y Jerusalén, etc. Consolidándolos como una estructura mental y ritual evidente: los judíos. Es bajo esta estructura lingüística religiosa en la que el mesías habla y manifiesta su mensaje: la sinagoga, el sábado, el hijo del hombre, la señal del profeta Jonás, el corban, etc. Todas estas palabras están inmersas en este idioma religioso y se comprenden desde esa base, no desde otra. Un ejemplo sencillo es el uso de la palabra “gentil”, fuera del lenguaje de la fe son aquellos que demuestran amabilidad. Dentro del lenguaje de la fe son aquellos que no son judíos.  
            Fue el apóstol San Pablo un erudito de este lenguaje judío, capaz de entenderlo en los términos de su pueblo y traducirlo para extraer la sabiduría inmersa para la nueva alianza. Por esta situación son pocos quienes en un primer acercamiento pueden entender las cartas paulinas. En palabras llanas; Pablo pocas veces comparte mensajes cristianos citando a Jesucristo, él comparte mensajes cristianos usando textos de Moisés. El utilizó los elementos de un lenguaje religioso conocido para construir una base de pensamiento para un ideal nuevo: el cristianismo. La mención de las alianzas de Agar y Sara en la carta a los Gálatas es el caso más evidente: el hijo de la esclava y el hijo de la libre.
            De esta manera el lenguaje religioso del cristianismo se fue construyendo hasta llegar a la modernidad. Desde los paradigmas de la modernidad el hombre del siglo XXI interpreta los textos bíblicos. Aquí hay una primera ruptura con el lenguaje bíblico; el hombre actual parte desde su visión “soy yo y Dios, no necesito de nadie más”; el lenguaje bíblico parte desde un principio distinto “es Dios y nosotros”. La visión moderna es individualista y el lenguaje de la historia de la salvación es para una interpretación comunitaria: el pueblo de Israel o la Iglesia.
            El hombre moderno no se auto percibe inmerso en un proyecto milenario; no se mortifica por entregar estafetas religiosas, solo es él y la cátedra que pueda dar a sus hijos. La visión de los evangelios exige un compromiso más grande: “… yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (S. Mateo 28,20). Esta encomienda obliga a la Iglesia para la construcción de un catecismo: un acervo ideológico que exprese la cosmovisión de la Iglesia de los apóstoles bajo el lenguaje de las nuevas generaciones en los distintos continentes.       
            No es culpa de los hombres modernos vivir bajo los paradigmas de su tiempo. Unificando la visión lingüística de la modernidad y religión podemos ─de un modo más fácil─ derribar las fronteras que dividen a los hombres de fe.