En la Iglesia se le conoce como “laico” a la
persona que no tiene una ordenación religiosa o sacerdotal. Durante muchos años
ó siglos los laicos no poseían una responsabilidad dentro de la Iglesia, actualmente,
ante la crisis de valores y de fe que vive el mundo, la Iglesia busca que los
laicos tengan más participación y responsabilidad en la pastoral que emprende
la Iglesia.
La vida de un laico es muy distinta a la de un
religioso, el laico tiene obligaciones con su esposa e hijos, si es soltero tendrá
en mente formar una familia y deberá abocarse a un trabajo para formar un
patrimonio. En cambio, las personas que decidieron recibir una ordenación
religiosa y entregarse de lleno a Jesús y la Iglesia no se mortifican por estas
cosas, ni dedican tiempo a ellas.
Desde el siglo I, San Pablo plantea un esbozó de
las vicisitudes en la vida de un laico; “Yo quiero que ustedes vivan sin
inquietudes. El que no tiene mujer se preocupa de las cosas del Señor, buscando
cómo agradar al Señor. En cambio, el que tiene mujer se preocupa de las cosas
de este mundo, buscando cómo agradar a su mujer, y así su corazón está
dividido. También la mujer soltera, lo mismo que la virgen, se preocupa de las
cosas del Señor, tratando de ser santa en el cuerpo y en el espíritu. La mujer
casada, en cambio, se preocupa de las cosas de este mundo, buscando cómo agradar
a su marido. Les he dicho estas cosas para el bien de ustedes, no para ponerles
un obstáculo, sino para que ustedes hagan lo que es más conveniente y se entreguen
totalmente al Señor. Si un hombre, encontrándose en plena vitalidad, cree que
no podrá comportarse correctamente con la mujer que ama, y que debe casarse,
que haga lo que le parezca: si se casan, no comete ningún pecado. En cambio, el
que decide no casarse con ella, porque se siente interiormente seguro y puede
contenerse con pleno dominio de su voluntad, también obra correctamente. Por lo
tanto, el que se casa con la mujer que ama, hace bien; pero el que no se casa,
obra mejor todavía” (1era de Corintios 7: 32-38).
Entonces, ¿Sera posible que un laico se entregue
de lleno a una labor pastoral?, no le será fácil, dependerá en mucho en qué
etapa se encuentre, la vida del laico es dinámica y distinta a lo largo del
tiempo; buscar una pareja, casarse, el nacimiento de los hijos, verlos crecer, los
nietos, etc., el laico debe aprender a definir en qué momento se encuentra, ofrecerse
y domar su ego a sus limitaciones.
Si el laico es un hombre de fe y siente
frustración por no poder emprender un proyecto pastoral tras las obligaciones
laborales y familiares, debe comprender y no olvidar que la familia es un
proyecto divino anterior a la creación de la Iglesia. Recordemos que lo largo
de la historia de la salvación se hace énfasis en “la descendencia”, desde el Génesis
“creced y multiplicaos…”, el caso de Noé y su familia, la relación entre Abraham
y Sara “la estéril” en su anhelo de tener un hijo, ó las leyes de Moisés que retribuían
la obediencia de los padres en los hijos, hasta la anunciación del Ángel a la
Virgen María y el papel que ocupo de San José. La familia es raíz y pilar de la
fe, se ocupan laicos para formar familias.
El papel del laico es importante como pastor de
su familia, siendo tutor en palabra y obra para mostrar la fe y los valores
cristianos a fin de llevar a sus hijos a la gracia de Dios, hijos que también serán
hechos hijos de Dios. Por la familia la fe prevalece y se perpetúa en las
nuevas generaciones. Es importante que los laicos construyan desde casa el
reino de Dios, pues de otro modo, ¿Cómo podrán manifestarlo al mundo?.