“Leví ofreció a Jesús un gran banquete en su
casa. Había numerosos publicanos y otras personas que estaban a la mesa con
ellos. Los fariseos y los escribas murmuraban
y decían a los discípulos de Jesús: “¿Por qué ustedes comen y beben con
publicanos y pecadores?”. Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: “No son los
sanos que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a
llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan” (San Lucas
5:29-32).
Este pasaje es conocido para los credos
cristianos, no solo católicos. Cristo se mezcla libremente entre los “impuros”,
aquellos que por su condición no llevaban una vida ordenada según el
pensamiento judío y los ritos de las leyes de Moisés. Los publicanos eran
funcionarios romanos, recaudadores de impuestos, se desconoce si en este pasaje
eran judíos de nacionalidad romana ó simplemente judíos que laboraban para el
imperio. La descripción de “pecador” está de más exponerla, aunque en el
contexto el canon de justicia estaba definido y normando por la cátedra de Moisés
y sus 613 mandamientos. Los fariseos era un partido celoso de estos preceptos.
En estos versos Jesús expresa algo que será clave
para el pensamiento cristiano y su misión; “No son los sanos que tienen
necesidad de médico, sino los enfermos…, no he venido a llamar a los justos,
sino a los pecadores para que se conviertan”. Cristo viene a sanar, otorgar
alivio, sin embargo, debo hacer notar que los llamo “enfermos” y “pecadores” –
esto puede sonar despectivo y hasta ofensivo para el mundo moderno - En la generación
actual las principales banderas son la no discriminación, igualdad y equidad, ¿esta
generación podrá reconocerse como enferma para ser sanada?, antes dirán “lo que
es pecado para ti, no lo es para mí, respétame…”. Es difícil para el
cristianismo compartir el mensaje para santificarlos, en ningún siglo ha sido fácil,
ni lo será.
Anunciar el evangelio siempre traerá conflictos mas
no significa que los católicos debamos propiciarlos. El evangelio es una invitación
abierta a la justicia, la caridad y la santidad, por ende se convierte en una denuncia
abierta a la injusticia, el egoísmo e inmoralidad. No deseo que los católicos caigamos
en confusiones y compartamos un evangelio roto “con páginas de menos” para no
ofender. El católico debe compartir el don que recibió, el milagro de su
conversión – una lámpara no se pone debajo de la mesa –
Algo he notado cuando se comparte el evangelio y
el don de los mandamientos. Un modo puede ser sutil y diplomático, prudente
evadiendo polémicas. Otro modo puede ser como el fuego, abierto y sin reservas,
como una flecha certera e imparable. ¿Cómo se debe anunciar?, algunos tienen
don para un modo y otros para otro, pero algo he visto; cuando una conversión llega
el converso se alegra y poco le importan las formas ó modos que se usaron, es
una obra de Dios. Pero algo he notado también,
cuando el evangelio se comparte a la mitad por lo general no funciona, termina
siendo un discurso de amor sin santidad que no trasciende. ¡Eso ha dejado de
ser cristianismo y se convirtió en un Jesús-ismo!, algo superficial donde el
pecado y el averno son un mito como lo unicornios, ¿Cómo podrán arrepentirse si
no saben que es pecado?, ¿Cómo podrán ser sanados por Jesús si primero no
entienden su enfermedad? y ¿Cómo podrá la Iglesia guiarlos si pierde integridad
cuando habla?. Entonces, es necesario que los católicos estudien el evangelio
para que distingan lo que es y lo que no es.