Hace algunas semanas compartí una reflexión
sobre la muerte de Jacob, en Egipto, y como él encontró honor en aquella tierra
gracias al merito de su hijo, José, el soñador. Afirme que este José es prefigura
de Jesús, ambos son traicionados por su gente, alabados en pueblos ajenos, y
sobre todo, por traer salvación. José los salvo del hambre al vaticinar la
carencia que vendría.
Con la muerte de Jacob y la llegada
de su familia a Egipto termina el último capítulo del génesis. El libro de éxodo
inicia citando la cantidad de hebreos que entraron a Egipto tras la hambruna. Señalando
que después se levanto otro faraón que no conoció la historia de José de Egipto;
“Entró a gobernar en Egipto un nuevo
rey, que no sabía nada de José, y dijo a su pueblo: “Miren que los hijos de Israel forman un pueblo más numeroso y fuerte
que nosotros. Tomemos precauciones contra ellos para que no sigan
multiplicándose, no vaya a suceder, que si estalla una guerra, se unan a
nuestros enemigos para luchar contra nosotros y escapar del país”. Les
pusieron entonces capataces a los israelitas, para sobrecargarlos con duros
trabajos. Edificaron así para Faraón las ciudades de almacenamiento: Pitom y
Ramsés. Pero cuanto más los oprimían, tanto más crecían y se multiplicaban, de
tal modo que la gente ya no soportaba a los israelitas. Los egipcios trataron
con brutalidad a los Israelitas y los redujeron a esclavitud. Les amargaron la
vida con duros trabajos de arcilla y ladrillos, con toda clase de labores
campesinas y toda clase de servidumbres que les imponían por la fuerza” (Éxodo
1: 8-14).
El desconocimiento que faraón tuvo
sobre la vida de José, me hace pensar que él pudo actuar de una mejor forma si
hubiese conocido esa historia, y pienso en aquellos que, ignorando el evangelio
se privan de vivir de una mejor manera.
La historia del faraón, es la
historia del hombre que por ignorancia y temor al futuro actúa injustamente
contra su prójimo; “Tomemos precauciones
contra ellos para que no sigan multiplicándose, no vaya a suceder, que si
estalla una guerra, se unan a nuestros enemigos para luchar contra nosotros y
escapar del país…”.
Faraón construyo en su imaginación un
futuro probable y tuvo miedo a que los hebreos –sus esclavos- escaparan, por
eso actuó así. Muchos de nosotros hacemos lo mismo porque tenemos miedo a
perder nuestra comodidad, nuestra jerarquía, nuestra posición. Por temor
participamos de la opresión, pero el hombre justo vive tranquilo y su
tranquilidad la comparte, el hombre injusto sospecha hasta de su sombra y se
inventa enemigos.
Siendo Sonora un estado fronterizo,
¿nos inquieta la situación migratoria que está viviendo México?. Es inevitable
sentir temor, la confianza en Dios debe movernos para obrar la justicia y la
caridad. Tengamos fe y valentía para actuar el evangelio.
Para concluir, el faraón no fue
capaz de ver a los hebreos como parte de su pueblo; “que no sigan multiplicándose…”.
A veces así somos, decimos; “aquellos y nosotros”. Ponemos etiqueta por raza,
nacionalidad, ingreso, religión, hasta por género musical, pero solo somos
gente con anhelos y costumbres; somos criaturas de Dios.