En una comunidad en cualquier lugar del mundo un hombre lleno de preocupaciones y obligaciones casado y con hijos, interesado por la conversión de sus amigos se afligía porque sus oraciones eran pequeñas e inconstantes, siempre andaba de aquí para allá en su trabajo ó con sus hijos, mientras que por otra parte en la misma parroquia una anciana servía con fervor a las obligaciones parroquiales, esta mujer era viuda con hijos casados y poco tenia de que preocuparse porque sus hijos la atenían muy bien y nada le faltaba.
Este hombre estando un día en el santísimo orando por cada uno de sus amigos pensó; “Si deseo ver la conversión de mis amigos necesito orar más tiempo y pedirlo con más insistencia, pero mis obligaciones hacen que este acto se me olvide y en ocasiones estoy tan cansado por el trabajo que prefiero dormir, ¿Qué podre hacer?”. Mientras meditaba sus ojos alcanzaron a ver a la anciana cumpliendo en la iglesia como de costumbre, entonces la alcanzo y le dijo; “Señora, a usted la he visto aquí cada vez que vengo y siempre la veo trabajando en cosas de la parroquia, ¿podría hacerme un favor?”, la anciana contesto: “Dime:¿Qué necesitas?”, el hombre dijo: “Deseo regalarle esta pulsera azul, por favor úsela siempre y a cambio cada vez que entre a este templo solamente diga: Señor, te pido por la conversión de los amigos de este hombre”, la viuda dijo: “Claro, ese no es ningún problema muchas gracias por la pulsera”. El hombre salió del lugar confiado en que ya no era solamente él quien pedía a Dios por sus amigos, sino que en la anciana encontró a una persona con mucha más fuerza de espíritu que él para orar constantemente haciendo así una labor compartida.
Al día siguiente la mujer entro como de costumbre al templo miro la pulsera azul y dijo: “Señor, te pido por la conversión de los amigos de este hombre”, al cabo de unas semanas la anciana con sus ocupaciones parroquiales se acostumbro tanto a la pulsera que dejo de verla con asombro y comenzó a hacerse común el olvidarse de la petición. Un día una de las muchachas encargadas de la limpieza del templo pregunto: “¿Y esta pulsera azul de quién es?”, la viuda se levanto y exclamo: “Es mía, no sé cómo fue que se me callo” al instante la anciana recordó la petición de aquel hombre y pensó en María: “Señora, aquel hombre vino aquí a pedirme un favor, pero yo en mis ocupaciones lo he dejado de lado y Jesús nos ha enseñado que debemos pedir con insistencia para poder recibir lo que buscamos, aquel hombre vio en mi una fortaleza y el por sus debilidades y cargas cotidianas desea que por mi constancia y sus pequeñas oraciones se obtenga el beneficio de conversión para sus amigos, por eso Señora te pido que cada vez que yo entre a este templo y olvide la petición de aquel hombre te acuerdes tu de ellos y pidas al Padre por la conversión de sus amigos, para que así entre los tres: hombre, anciana y tu pidamos esto cada día, por favor madre mía no me niegues tus oraciones, ya no por aquel hombre ó por mi olvido sino por el alma de aquellos que necesitan volver a Dios”.
Aquel hombre en sus limitaciones se apoyo en la disciplina de la anciana para hacer su petición con más insistencia, esta viuda en sus debilidades busco ser beneficiada por las suplicas de María quien es capaz de rogar a Dios sin limitaciones.