Para poder entender la nueva alianza establecida por Cristo, es necesario mirar la antigua alianza pues estas dos se complementan entre sí, la primera alianza guarda dentro de sí el anuncio de una futura alianza y la segunda alianza da plenitud a la primera. Cuando hablamos del pueblo de Israel hacemos referencia a la totalidad de las doce tribus que forman Israel, esto es parecido a decir: “El pueblo de México está constituido por varios Estados”, no todos los hebreos son judíos, pero todos los judíos son hebreos ó según mi analogía: “No todos los Mexicanos son Sonorenses, pero todos los Sonorenses son Mexicanos”.
Israel fue formado a través de una promesa hecha por Dios a Abraham. Dios prometió un hijo a Abraham, y Abraham tuvo un hijo y lo llamo: “Isaac”, Isaac tuvo dos hijos: “Esaú y Jacob”, y Dios estableció un lazo con Jacob y lo llamo “Israel”, Jacob tuvo varios hijos y doce forman la totalidad del pueblo de Israel establecidos en Canaán: “Judá, Simeón, Benjamín, Dan, Efraín, Manasés, Isacar, Zabulón, Aser, Neftalí, Rubén, Gad”. Estando Jacob en su lecho de muerte bendice y profetiza sobre cada uno de ellos, profetizando sobre Judá : “A ti, Judá, te alabarán tus hermanos, tu mano agarrará del cuello a tus enemigos, y tus hermanos se inclinarán ante ti. ¡Judá es cachorro de león! Vuelves, hijo mío, de la caza. Se agazapa o se abalanza cual león, o cual leona, ¿quién lo hará levantar? El cetro no será arrebatado de Judá ni el bastón de mando de entre sus piernas hasta que venga aquél a quien le pertenece y a quien obedecerán los pueblos. Amarra en la vid a su burrito, y a la cepa el hijito de su burra. Lava en el vino su túnica y en la sangre de los racimos su manto. Sus ojos están encandilados de vino y sus dientes más blancos que la leche.” (Génesis 49:8-12). En esta lectura Israel podía apreciar la promesa del Reinado Mesiánico sobre la descendencia de Judá a quien “el bastón de mando no le será arrebatado hasta que venga aquel a quien le pertenece y le obedecerán los pueblos, que es Cristo”. La unidad de las doce tribus tenía como fundamento la promesa sobre Judá, pues de Judá vendría al mundo el Rey de todos los pueblos. Por distintos motivos históricos la unidad de las doce tribus se perdió, vinieron reinados injustos que crearon los cismas, y el destierro a babilonia que marco la vida religiosa de Israel.
Los siglos transcurrieron, el Mesías vino al mundo por la descendencia de Judá cumpliendo así la profecía dada por Jacob a sus hijos. Tras la resurrección de Cristo, la Iglesia naciente quedara establecida en doce Apóstoles: “Pedro, Andrés, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Tomas, Mateo, Santiago el Menor, Judas Tadeo, Simón el Cananeo, Matías sucesor de Judas Iscariote” a semejanza de los doce hijos de Jacob. Cristo prometerá a su Iglesia estar con ella todos los días, estableciendo una promesa sobre Pedro: “Y yo también te digo, tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos” (San Mateo 16:18). Si miramos la catolicidad ortodoxa de oriente, podemos encontrar en ella la sucesión apostólica desde los doce Apóstoles. La ortodoxa de Jerusalén tiene actualmente como obispo a Teolifio III sucesor del Apóstol Santiago el Menor. Actualmente las Iglesias ortodoxas y la Iglesia catolica buscan la unidad, dado que se reconoce a San Pedro como ministro de la promesa recibida por Cristo: “Las puertas del infierno no prevalecerán”, a semejanza de la promesa de Judá entre sus doce hermanos: “De ti nacerá el rey”.
Judá ó los judíos permanecen por la promesa dada por Jacob, del mismo modo la Iglesia permanece con certidumbre a lo largo de la historia por la promesa que solo el Apóstol Pedro ha recibido de Cristo.