miércoles, 6 de febrero de 2013

Un cuerpo completo



Hace algunas semanas dentro de las lecturas de la misa se leyó el siguiente pasaje de San Pablo; Así también el cuerpo no se compone de un solo miembro, sino de muchos. Si dijera el pie: “Puesto que no soy mano, yo no soy del cuerpo” ¿dejaría de ser parte del cuerpo por eso? y si el oído dijera: “Puesto que no soy ojo, no soy del cuerpo” ¿dejaría de ser parte del cuerpo por eso?. Si todo el cuerpo fuera ojo ¿dónde quedaría el oído? y si fuera todo oído ¿donde el olfato?. Ahora bien, Dios puso cada uno de los miembros en el cuerpo según su voluntad. Si todo fuera un solo miembro ¿dónde quedaría el cuerpo? ahora bien, muchos son los miembros, mas uno el cuerpo. Y no puede el ojo decir a la mano: “¡no te necesito!” ni la cabeza a los pies: “¡no os necesito!” más bien los miembros del cuerpo que tenemos por más débiles, son indispensables (1 de Corintios 12; 14-22).
Primero que nada se debe entender que la Iglesia de Corinto sufría divisiones ideológicas entorno a la fe y la autoridad apostólica. Desde el inicio de la carta se mencionan estas discordias, el mismo apóstol afirma que no pudo hablarles como gente movida por el Espíritu; piadosa y pacífica, sino como a personas “carnales” que de religión viven muy poco y no comprenden nada por ser necios. El apóstol afirmo que Cristo no está dividido y que de un solo bautismo participamos del mismo Espíritu todos los que hemos sido bautizados. Incluso, el sucesor de San Pedro, Clemente Romano escribe una carta a los Corintios donde sigue exhortando a la comunidad para que deje atrás la división; Recordad las palabras de Jesús nuestro Señor; porque Él dijo: ¡Ay de este hombre; mejor sería para él que no hubiera nacido, que el que escandalice a uno de mis elegidos! Sería mejor que le ataran del cuello una piedra de molino y le echaran en el mar que no que trastornara a uno de mis elegidos. Vuestra división ha trastornado a muchos; ha sido causa de abatimiento para muchos, de duda para muchos y de aflicción para todos. Y vuestra sedición sigue todavía.  (XLVI, Epístola a los Corintios de San Clemente).
Cuando la carta de San Pablo fue leída en aquella Misa, describiendo las partes de un cuerpo; mano, ojos, pie, vino a mi mente la cantidad de personas que militan en las filas creencias Cristo céntricas, protestantes y evangélicos. Como antecedente, debo mencionar al ex pastor Marcos Grodi conductor del programa “The Journey Home” (“El Regreso a Casa”, trasmitido por EWTN) que afirmaba que el protestantismo es parecido a “un cuerpo sin cabeza que corre en todas direcciones”, esto, la infinidad de grupos que existen donde cada grupo maneja su propia interpretación. Existen diferencias entre cada grupo aunque las bienaventuranzas y los diez mandamientos sean los mismos, las diferencias vienen entorno a los temas; fin del mundo, anticristo, salvación ó aquellos que por la modernidad no son abordados en las Escrituras como tecnología ó democracia. En asuntos de moral al menos los credos Cristo céntricos manejan cierta similitud; se oponen al adulterio aunque no necesariamente a divorciarse para volverse a casar, se reprueban las relaciones sexuales fuera del matrimonio, la gran mayoría exige el diezmo asociándolo a la obediencia e irónicamente no es bien visto el sectarismo. Cuando se rompe con la congregación tácitamente se suelen romper los lazos personales.
Como católicos debemos entender que cuando una creencia Cristo céntrica expresa las enseñanzas de Jesucristo en parte tienen razón, ¿quién puede oponerse a el amor hacia los enemigos ó a sacar la viga de nuestro ojo?, nadie. Sin embargo, debemos entender que esa parte que ellos exponen no es la totalidad de la enseñanza de los apóstoles sino una parte que llego a ellos “desmembrada”, como analogía; un grupo tiene un ojo, otro grupo tiene un dedo, pero, no es un todo. Pensemos en lo dicho por San Pablo y Clemente Romano. La trinidad es una sola y en ella no hay división, ni contradicción, la Iglesia al ser una con Cristo no está dividida sino que está completa.