lunes, 17 de noviembre de 2014

Combatiendo al enemigo

Hablar de “Satán” despierta el morbo en muchas personas. Hollywood y los medios de comunicación han lucrado con este personaje, lo pintan terrorífico, lleno de esplendor maligno, como si la tierra fuese abrirse en dos y entre el fuego brillara su presencia con un rostro animal. El libro del apocalipsis hace alusiones a imágenes como “el dragón” y “la serpiente”, pero estos son recursos literarios para describir con imágenes una situación ò mas bien, a una persona; el enemigo de Dios y del hombre. Haciendo referencia a este personaje,  óptica del bautizado no puede limitarse solamente a los símbolos ò las películas. El enemigo no es alguien lejano a nosotros, tampoco se presentara con bombo y platillo cuando aparece, al contrario, es cercano, sigiloso, no causa pavor sino atracción, es persuasivo, es un excelente vendedor que manipula disfrazando el mal por el bien y el bien por mal. Tuvo la capacidad para convencer a los ángeles de que se revelaran contra Dios y habito en medio de los apóstoles de Jesucristo.  
El apóstol San Pedro describe al demonio como “león rugiente buscando a quien devorar” (1era, cap. 5, v.8).    
Dentro de las menciones que se hacen del diablo en los evangelios, una de ellas es la tentación de Jesucristo en el desierto. Habiendo ayunado el Señor por cuarenta días, tuvo hambre, el demonio se presenta maestría y le dice: “Si eres Hijo de Dios, dí a esta piedra que se convierta en pan” (San Lucas 4:3). En la primer parte del verso intento manipularlo por el orgullo; “Si eres hijo de Dios, di…”. El orgullo puede convertirnos en títeres de los demás, solo por demostrar algo que han puesto en duda, para que hagamos cosas que no queremos. Muchas personas son manipuladas porque prestan oídos a la insidia. En la segunda parte del verso, la tentación es romper el ayuno por el antojo del alimento: “que esta piedra se convierta en pan”. El diablo tentó al Jesús no con algo malo, sino con algo bueno aunque fuera de lugar, pedir que “las piedras se conviertan en pan” pueda sonar a caridad en medio del hambre, pero el diablo lo pide porque desea que se suspendan los ayunos a Dios. Imaginemos la cantidad de pretextos que cruzan por nuestra mente para no hacer ayunos cuando la Iglesia lo pide. Son tentaciones que lentamente alejan al pueblo de Dios de sus ejercicios espirituales.
El diablo no siempre se presenta con cuernos y cola, también se disfraza como una idea que ronda nuestra cabeza día y noche hasta convencernos, haciéndonos producir frutos malos que nos encadenan y traen enemistad, nos roban la paz convirtiendo nuestra vida un infierno. La oración, los sacramentos y meditar en las sagradas escrituras nos dan la fortaleza y la sabiduría para discernir entre el bien y el mal, optar por el bien.

El apóstol Santiago en su carta ofrece una excelente recomendación para combatir las asechanzas del demonio; “Sométanse a Dios; resistan al diablo y huirá de ustedes; acérquense a Dios y él se acercará a ustedes. Purifíquense las manos, pecadores; santifiquen sus corazones, indecisos. Reconozcan su miseria, laméntenla y lloren. Lo que les conviene es llanto y no risa, tristeza y no alegría. Humíllense ante el Señor y él los ensalzará” (S. cap. 4, v. 7 al 10).