domingo, 11 de octubre de 2015

Ustedes son la luz del mundo

            En el evangelio de San Mateo encontramos; “Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve insípida, ¿cómo podrá ser salada de nuevo? Ya no sirve para nada, por lo que se tira afuera y es pisoteada por la gente. Ustedes son la luz del mundo: ¿cómo se puede esconder una ciudad asentada sobre un monte?. Nadie enciende una lámpara para taparla con un cajón; la ponen más bien sobre un candelero, y alumbra a todos los que están en la casa. Hagan, pues, que brille su luz ante los hombres; que vean estas buenas obras, y por ello den gloria al Padre de ustedes que está en los Cielos” (Cap. 5, V. 13-16).
            Los pasajes mencionados son conocidos por la mayoría de los devotos cristianos. El Mesías en medio de su predicación se refirió a la audiencia como “la sal de la tierra”, “la luz del mundo”. No olvidemos que en ese entonces la predicación fue solo entre judíos.
            Al leer dicho evangelio en orden secuencial, capitulo por capitulo, en el capitulo tres encontraremos la predicación de San Juan Bautista; “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (v. 2), “el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego” (v. 10). En el capitulo cuatro, Jesús tras su bautismo y las tentaciones en el desierto, al iniciar su predicación afirma; “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”, sin embargo, en el siguiente aparece refiriéndose a la multitud como “sal de la tierra” y “luz del mundo”.
            Ubicados en el contexto parece incongruente llamar “sal de la tierra” y “luz del mundo” a la generación que consentía el castigo por lapidación, y que, capítulos atrás, se les llamo al arrepentimiento y la conversión. ¿Por qué Jesús llamaría “luz del mundo” a una generación de Israelitas “salvajes”?, ¿Por qué les decía “arrepiéntanse” para después llamarlos “la luz del mundo”?, ¿Por qué “luz del mundo” a la generación que lo crucifico?. Suena incoherente.
             Al leer las duras predicaciones de San Juan Bautista; “el hacha ya está puesta a los pies de los arboles…”, pareciera que se anuncia el terror y la amenaza hacia aquel que viva en pecado. Cuando se lee el mensaje de Jesús, pareciera que todo hombre pecador es como una lámpara apagada, a la cual, basta una chispa de fe para hacerla encender y que alumbre a otros por su conversión.
            Aquellos israelitas fueron llamados “sal de la tierra”, “luz del mundo” sin vivir como religiosos consagrados, sino como gente del montón. Los pasajes manifiestan el modo en que Jesús veía a su audiencia; la multitud poseía pecado, ignorancia, los llamo al arrepentimiento. Al presentarse para instruirlos, el nuevo mensaje los convierte en conocedores y portadores de esa luz. Es la Palabra lo que alumbra.  

            Mi ex párroco, Huberto Ponce, se refería a los pecadores como “tierra fértil para depositar de nuevo la gracia”. A veces uno cree que un pecador tiene poco que dar, pero la verdad es que todos poseemos pecados. Es la cátedra cristiana, sumada a nuestra conversión, lo que nos hace ser la sal de este mundo. No sacrifiques nunca la Palabra de Dios.