Dios se manifestó a Moisés en el pasaje de la
zarza ardiente, ahí Dios se refiere a el mismo como el “Yo soy” (Éxodo 3:14).
En las Sagradas Escrituras el nombre tiene un significado de pertenencia, quien
pone el nombre es superior aquel que lo recibe. En el huerto del Edén es Adán
quien pone nombre a las creaturas, Dios entrego su obra al ser humano. Es por
eso que Dios no tiene nombre, nadie estuvo antes, ni está por encima El. Dios
se muestra a Moisés sin usar nombre alguno, incluso, la expresión con la que
Dios manifiesta en la antigüedad es impronunciable: “YHWH”, de ahí se deriva
“Yahvé” ó “Jehová” según el protestantismo.
Dios se muestra sin ningún nombre; “Yo soy”, que
implica ser soberano, autónomo, principio y fin. Uno de los principios
fundamentales para seguir al “Yo soy” es la fe, la fe ligada a la palabra, al
Verbo del “Yo soy”, ósea, Jesucristo.
Bajo
estas premisas, el enemigo de Dios es el “No soy”, aquel que no se hace del
todo presente, aquel que se disfraza bajo la “no existencia”. Así como Dios se
manifiesta como el “Yo soy”, luzbel se muestra como el “No soy” - quizá de ahí
muchos bautizados hasta sacerdotes duden de la existencia de este ser que se
opone a Dios-. Luzbel opera en el anonimato pervirtiendo la creación de Dios,
es irónico que el “No soy” prefiera que los hombres adoren autos de lujo,
mansiones y poder antes que a Dios, lo hace porque sabe que eso se ofende a
Dios. El “No soy” es hábil, no se muestra abiertamente invitándonos a que lo adoremos
porque eso sería mostrar su verdadera intención y en el solo existe el engaño,
prefiere mentir. Luzbel no tiene nada que ofrecerle a la creación porque en el
“No soy” solo existe ausencia, por eso, recurre a los bienes y placeres
terrenales para tentarnos, y no es que los bienes y el placer sean malos, sino
que él los usa y ofrece para que vayamos en contra de la voluntad de Dios, dándoles
un uso injusto y atroz.
El “No soy” opera en este mundo de forma invisible,
su mentira más colosal es negar su propia existencia haciéndole creer a los
hombres que no hay tal, de esta forma el mismo reniega ser creación de Dios,
prefiere el anonimato.
Dios, el “Yo soy”, en el Verbo se encarna para
hacerse presente, Jesús se entrega a nosotros en la crucifixión sin que podamos
sustituirlo, ¿Qué puede sustituir a la gracia?, solo la gracia, ¿Qué puede
sustituir las tentaciones del “No soy”?, cualquier otra tentación. El “No soy”
no se entrega, prefiere encumbrarse sobre los bienes sin hacer sacrificios para
administrarlos, cuando afirmo en el evangelio; “todos los reinos de la tierra
te daré…” estaba mintiendo, no le pertenecen, los reinos de este mundo son
fruto del sacrificio y la sangre humana, ¿Cómo es que un ángel caído va
entregarnos los reinos si le rendimos culto, siendo que los ángeles y
arcángeles están para proteger y servir al hombre y ha sido Dios quien nos
entregó la creación?, ¡solo aprecien el grado de su engaño!, ¡el “No soy” no ha
labrado, ni cosechado!, ¡él estaba destinado para ser siervo de la humanidad!.
El “No soy” fue capaz de engañar a los ángeles y
convertirlos a la rebeldía, ¿Qué nos hace pensar que nosotros, inferiores a los
ángeles, podremos resistir a sus engaños?. El Apóstol menciona ante esta
batalla por nuestra alma; “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra
nosotros?, Dios no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos
nosotros, ¿no nos concederá con él toda clase de favores?, ¿Quién podrá acusar
a los elegidos de Dios? Dios es el que justifica”. (Romanos 8:31-33). Nosotros
no lo venceremos, la gracia en nosotros lo hará.