domingo, 12 de noviembre de 2017

El infierno y la misericordia

Había dos predicadores, uno hablaba del infierno y otro no. El primero se refería a la audiencia de esta forma; “apártense de su egoísmo, hagan caridad, no engañen, santifíquense, busquen la gracia para que puedan ser librados del castigo eterno, el infierno…”. El segundo predicador no apreciaba el evangelio bajo un discurso así, el prefería hablar de la misericordia de Dios y el tema del infierno no lo tocaba. Este segundo hombre creía que el primer predicador debía añadir otro tono a su discurso. Un día lo visito para hablar de este tema: - ¿no crees que hablar del infierno de esta forma puede asustar a la audiencia? – claro que si, ¿Quién no se asusta por el infierno?, estar ahí no es un placer, es un sufrimiento y toda condena asusta a cualquiera – pero ¿no crees que si hablarás más de la misericordia de Dios más gente vendría a escucharte? – No se puede hablar del infierno sin hablar de la misericordia, Jesús es quien nos libra de ese lugar por su gracia, él como cordero es la misericordia de Dios. Si hablo del infierno constantemente es precisamente porque quiero librarlos de ese lugar, si no les advirtiera, ¿Cómo podría ser un hombre misericordioso cuando tuve la oportunidad de librarlos del infierno y no lo hice?. Quizá mi predicación le pueda doler alguno pero no hay cruz que no lastime. El segundo predicador partió a su casa con aquella reflexión, jamás pensó que hablar del infierno fuese un acto de misericordia cuando se desea librar a las almas del tormento eterno.
Pocos saben que la creencia del infierno no es una creencia judía. Ellos creen en castigos temporales después de la muerte pero no en un castigo eterno como el infierno. El modo judío me hizo reflexionar sobre la visión que tenemos los católicos entre la interpretación del Dios del antiguo testamento y el Dios del nuevo testamento. Constantemente hacemos distinciones entre ambos pactos; “el Dios justiciero” y “el Dios bondad”, como si el Dios del nuevo testamento fuese más “bueno” que el Dios del antiguo testamento. Sabiendo que los judíos no creen en el infierno y siguen las leyes de Moisés, escritas en el viejo testamento, ¿Qué Dios resulta más bondadoso?, ¿el Dios del antiguo testamento sin infierno? Ó ¿el Dios del nuevo pacto con infierno?. Es obvio que nos conviene creer en un Dios que no condene eternamente a nadie, pero ¿será esto cierto?. Es conveniente creer la Verdad antes de creer lo que nos convenga.
El apóstol San Pablo reflexiona sobre el significado del sacrificio de Jesús y concluye que mediante él somos justificados delante de Dios, pues si pudiésemos recibir su misericordia de algún otro modo, ¿Qué caso tiene haberlo sacrificado?. San Pablo como un ex fariseo y judío de nacimiento, tras su conversión al cristianismo entendió que las leyes judías del antiguo testamento no tienen sentido tras la resurrección de Jesús. Si los judíos creen encontrar misericordia divina usando las leyes de Moisés, ¿Qué caso tiene que Dios envíe al mesías para que sea crucificado?.

Con esto no afirmo que la misericordia divina sea exclusiva de los bautizados, al contrario, Dios en su infinito misterio se apiada del mundo de una mejor forma tras la resurrección del Verbo encarnado. Pero no debemos olvidar, es Jesús quien revelo la realidad espiritual del infierno precisamente para librarnos de ese lugar (leer S. Mateo 13:49,50).