domingo, 3 de diciembre de 2017

Dios y la soledad

El antiguo testamento narra una serie de liturgias hebreas necesarias para la purificación. Había un sacrificio principal donde una persona derramaba sangre para reconciliar a todo el pueblo de Israel. Este culto se practicaba a puerta cerrada, solo el sumo sacerdote entraba al templo una vez por año al lugar llamado “el santo de los santos”, ahí ofrecía el sacrificio de la reconciliación derramando la sangre del cordero, tras este acto todo el pueblo quedaba reconciliado.  
Este es un antecedente histórico importante que se asocia con el sacrificio de Jesús y nuestra reconciliación bajo la nueva alianza. Pero, ¿Qué más podemos aprender de esta práctica antigua?. Podemos apreciar que la reconciliación de Israel se daba en la soledad, el sumo sacerdote, un hombre a solas con Dios. Esta práctica antigua tiene algo de pedagogía divina, toda reconciliación con Dios –antes de ser un acto comunitario- inicia en la soledad; cuando yo me tomo unos minutos a solas para estar con Él, para apreciar mis faltas y corregir mi camino como el hijo prodigo.   
El individuo que no se toma unos minutos para estar solo, ¿podrá vivir la espiritualidad?, no lo creo. Dios se ha manifestado a los profetas en la soledad. Con Abraham cuando miro las estrellas, con Moisés en la zarza ardiendo, con Samuel en el silencio de la noche, con Jacob en su destierro, con San José mediante sueños, con Zacarías –padre de Juan el Bautista- a solas dentro del templo, con la Virgen María a solas en la anunciación, con San Pedro en la visión de los alimentos. En nuestro diario vivir debiésemos contemplar la soledad de una forma positiva, apreciarla como la oportunidad para estar con Dios.
En la liturgia del antiguo testamento entendemos que la reconciliación de Israel era una celebración a solas, sin acceso para ningún judío, y no solamente eso, era obligatorio cumplir ciertos requisitos para ser sumo sacerdote, este cargo no era para cualquier hebreo. La presencia de Dios en el lugar más sagrado del templo no era para todos, ¿Qué ilusión podrían tener para alcanzar lo más sagrado del templo celestial?.
En los evangelios, Jesús presenta la siguiente frase; “entrad por la puerta estrecha…” (S. Mateo 7:13). Pero, ¿Cómo habrá sido recibida esta frase por aquella comunidad de judíos, cómo un signo excluyente ó como una oportunidad?. Aunque el énfasis de esta enseñanza está en lo estrecho de la puerta, debemos alegrarnos porque al menos ¡hay una puerta!, una posibilidad, una alternativa de tener acceso al camino que lleva a la Vida. Todo individuo lo tiene si se deja guiar por Jesús, por él es posible acceder a la gloria del templo celestial.  

No malgastemos la soledad, es una oportunidad para estar con Dios y recibir su alegría, no importa el lugar. No es necesario ir a Jerusalén para vivir una teofanía, recordemos que Jesús cuando quería entrar en oración se alejaba de Jerusalén, de su bullicio. Apreciemos la soledad, es ahí donde logramos ver la pequeña luz que sale de la puerta estrecha en medio de nuestras tinieblas. La puerta es estrecha pero toda puerta está diseñada para que una persona pueda entrar, nadie ha podido meter una casa ó un automóvil por una puerta estrecha, menos un camello. Despréndase de aquello que lo limita para entrar, y por favor, regálese la oportunidad de entrar.