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domingo, 22 de noviembre de 2020

La sociedad del cansancio de Chul Han

 

            Estoy llevando clases de pensamiento social contemporáneo. Hace algunos días reflexionamos sobre la obra “La sociedad del Cansancio” de Byung-Chul Han. Para el autor hay dos tipos de cansancio en esta sociedad moderna: el cansancio que se asocia al agotamiento, improductivo (no produce humanidad), y el cansancio que se vuelve útil para renovarse, creativo, contemplativo. Curiosamente, Han al final de su libro refuerza su discurso citando el pentecostés de los hechos de los Apóstoles, cuando recibieron el espíritu. Chul Han imagina unos apóstoles cansados pero en estado creativo, sin estar obsesionados por el mañana; ganar dinero y pagar las cuentas.    

            Para Han los individuos modernos han perdido su colectividad por el cansancio que provoca la cultura del capitalismo: el producir. Chul Han, al mencionar la sociedad del rendimiento, describe una sociedad activa que está convirtiéndose paulatinamente en una sociedad del dopaje, alterando sus capacidades para mantenerse positivos en miras de alcanzar todo aquello que creen poder alcanzar. Utilizando analgésicos para dormir y no dormir, para sentir y no sentir, para no entrar en ansiedad y drogas para poderse recrear en sus reducidos espacios. Es la sociedad en la que el aburrimiento y la reflexión escasean para vivir en una constante aceleración de hiperactividad de individuos negados a rendirse. Este agotamiento rompe las relaciones sociales por la carencia de tiempo y falta de estímulo para las mismas. Es un agotamiento del alma.

            A continuación cito parte de la reseña elaborada por Gabriela Quintero Camarena: "Para Hannah Arendt, la sociedad moderna es la del trabajo. En su libro La condición humana, el ser humano está reducido a ser un animal laborans, porque éste, a lo largo de su vida y ejerciendo la acción posible, abandona su individualidad y se concentra en funcionar. Pero las descripciones que hace Arendt sobre la sociedad y el animal laborans ya no sirven para explicar a la sociedad del rendimiento, porque el sujeto de rendimiento no se abandona al trabajo, es un ser que vive atomizado y es todo, menos pasivo. Se autoexplota y vive hiperactivo e hiperneurótico. El autor nos dice que la vida de la modernidad tardía es una vida sin creencias, condenada a la desolación, porque se vuelve efímera, que la convierte en una vida desnuda. Cuando la vida queda desnuda, la vida se convierte en el principal problema, porque al vivir en aislamiento, el sujeto sólo puede preocuparse por sí mismo y procurar una vida sana. “Ya lo dijo Nietzsche: tras la muerte de Dios, la salud se eleva a diosa”. En suma, para que el sujeto de rendimiento tenga que estar tan al pendiente de su propia existencia, como si sólo él viviera en el mundo, necesita cuidar su cuerpo y cumplir con todas las expectativas de su vida, porque al prescindir de poderes que se ejercen del exterior, como Dios, la vida se vuelve lo más valioso y las acciones que se lleven a cabo atienden a la individualidad, por eso el sujeto de rendimiento lleva a cuestas su propio campo de concentración. Para, Byung-Chul la vita contemplativa es aquella que entrena la mirada para ver con atención profunda y sosiego; es la única que puede hacer que el sujeto de rendimiento se dé cuenta de la absolutización de su vida activa (trabajo, obra y acción) y el nerviosismo que desemboca en hiperactividad."

            Para concluir, este tipo de lecturas –sin ser religiosas− colaboran para el diálogo con la sociedad moderna, y dar sentido a ambos, pues por estas tendencias sociales, la religión puede perder su espiritualidad volviéndose en ese ser hiperactivo, carente de contemplación y tiempo para los demás. Recordemos la virtud del cristianismo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.” (S. Mateo 11, 28).