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domingo, 14 de mayo de 2017

Sin santidad, nadie vera al Señor.

Pensaba hacer una reflexión sobre un verso de la carta a los Hebreos; “Procuren estar en paz con todos y progresen en la santidad, pues sin ella nadie verá al Señor” (cap. 12:14), pero desde el inicio del capítulo hay muchísimas cosas fáciles de entender que pueden ayudarnos para vivir un cristianismo de una mejor forma.   
“Innumerables son estos testigos que nos envuelven como una nube. Depongamos, pues, toda carga inútil, y en especial las amarras del pecado, para correr hasta el final la prueba que nos espera, fijos los ojos en Jesús, que organiza esta carrera de la fe y la premia al final. El escogió la cruz en vez de la felicidad que se le ofrecía; no tuvo miedo a la humillación, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios.          Piensen en Jesús, que sufrió tantas contradicciones de parte de gente mala, y no les faltarán las fuerzas ni el ánimo. Ustedes se enfrentan con el mal, pero todavía no han tenido que resistir hasta la sangre. Tal vez hayan olvidado la palabra de consuelo que la sabiduría les dirige como a hijos: Hijo, no te pongas triste porque el Señor te corrige, no te desanimes cuando te reprenda; pues el Señor corrige al que ama y reprende al que recibe como hijo. Ustedes sufren, pero es para su bien, y Dios los trata como a hijos: ¿a qué hijo no lo corrige su padre? Si no conocieran la corrección, que ha sido la suerte de todos, serían bastardos y no hijos. Además, cuando nuestros padres según la carne nos corregían, los respetábamos. ¿No deberíamos someternos con mayor razón al Padre de los espíritus para tener vida? Nuestros padres nos corregían sin ver más allá de la vida presente, tan corta, mientras que El mira a lo que nos ayudará a participar de su propia santidad. Ninguna corrección nos alegra en el momento, más bien duele; pero con el tiempo, si nos dejamos instruir, traerá frutos de paz y de santidad. Por lo tanto, levanten las manos caídas y fortalezcan las rodillas que tiemblan, enderecen los caminos tortuosos por donde han de pasar, para que el cojo no se desencamine y más bien se mejore. Procuren estar en paz con todos y progresen en la santidad, pues sin ella nadie verá al Señor”. (Hebreos 12:1-14)
¿Qué clase de vida propone el cristianismo?, ¿Cómo puede ser alcanzada la plenitud por medio de una cruz, ósea, el sufrimiento?, ¿no existe ya demasiado sufrimiento en el mundo como para proponer la cruz como camino de salvación?. Estas preguntas parecen lógicas para alguien alejado de la fe, ó muchos bautizados, olvidando el camino cristiano, omiten cruz personal. Esta idea de la purificación por medio del dolor viene desde el judaísmo; el pueblo que sufre y espera la llegada del Mesías para ser liberado y recibir un reino de paz y justicia., esta creencia también es nuestra creencia porque nosotros esperamos el retorno de Jesús, y sabemos que Dios se complace en los justos de este mundo que reflejan lo justo de su espíritu. En realidad, el dolor esta en hacer lo bueno y lo justo en medio de una sociedad propensa al egoísmo, el libertinaje y la maldad.     
Cuando por primera vez leí la frase; “progresen en la santidad, pues sin ella nadie verá al Señor”, me pareció demasiado dura, veía la santidad como algo inalcanzable, ¿Quién podrá heredar el reino de Dios?. Hoy comprendo que hablar de santidad significa hablar de la alegría, y encontrarse con el Señor no debe ser motivo de miedo sino de entusiasmo. Existe más tristeza en el pecado y en la ausencia de Dios. En verdad, antes no lo veía, hoy lo sé, Dios no pone sus reglas y mandamientos para alejarse de nosotros sino que las ha puesto para acercarse a nosotros y habitar en nuestro ser.   
¿Cómo puede ser la cruz un motivo de satisfacción?, ¿Cómo algo amargo puede darnos alegría?. La espiritualidad es como el café; amargo para los que no tienen la costumbre y adictivo para quienes lo acostumbran. Volvamos al Dios que nos ama.