“Moisés
cuidaba las ovejas de Jetró, su suegro, sacerdote de Madián. Una vez llevó las
ovejas muy lejos en el desierto y llegó al Horeb, el Cerro de Dios. Entonces
fue cuando el Ángel de Yavé se presentó a él, como una llama ardiente en medio
de una zarza. Moisés estuvo observando: la zarza ardía, pero no se consumía. Y
se dijo: “Voy a dar una vuelta para mirar este fenómeno tan extraordinario: ¿por
qué la zarza no se consume?”. Yavé vio que Moisés se acercaba para mirar; Dios
lo llamó de en medio de la zarza: “¡Moisés, Moisés!”, y él respondió: “Aquí
estoy”. Yavé le dijo: “No te acerques más. Sácate tus sandalias porque el lugar
que pisas es tierra sagrada”. Luego le dijo: “Yo soy el Dios de tus padres, el
Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”. Al instante Moisés se
tapó la cara, porque tuvo miedo de que su mirada se fijara sobre Dios. Yavé
dijo: “He visto la humillación de mi pueblo en Egipto, y he oído sus quejas
cuando lo maltrataban sus mayordomos. Me he fijado en sus sufrimientos, y he
bajado, para librarlo del poder de los egipcios y para hacerlo subir de aquí, a
un país grande y fértil, a una tierra que mana leche y miel, al territorio de
los cananeos, de los heteos, de los amorreos, los fereceos, los jeveos y los
jebuseos. El clamor de los hijos de Israel ha llegado hasta mí y he visto cómo
los egipcios los oprimen. Ve, pues, yo te envío a Faraón para que saques de
Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel”. Moisés dijo a Dios: “¿Quién soy yo
para ir donde Faraón y sacar de Egipto a los israelitas?”. Dios respondió: “Yo
estoy contigo, y ésta será para ti la señal de que yo te he enviado: Cuando
hayas sacado al pueblo de Egipto, ustedes vendrán a darme culto en este monte”.
(Éxodo 3:1-12)
En
este texto puedo encontrar elementos litúrgicos interesantes, en primera el
espacio físico. Si prestamos atención Moisés llega hasta el monte Horeb, el
cerro de Dios, este mismo monte es el Sinai, lugar donde después se hará la
entrega de los diez mandamientos. La atención de Moisés es focalizada en ese
punto geográfico; “el cerro de Dios donde la zarza arde”, esto tiene una pedagogía
clara, Dios focaliza a Moisés en un punto concreto para mostrarle la santidad; “sácate
tus sandalias porque el lugar que pisas es tierra sagrada”. Hoy entendemos que
todo el planeta es sagrado, pero en el contexto primitivo de Moisés el necesita
comprender que el suelo donde se adora a Dios es sagrado. Para nosotros el
templo físico donde adoramos a Jesús es un sitio sagrado, es santo, es casa de
oración, a eso acudimos.
La
propia zarza que arde es otro símbolo litúrgico. El fuego se asocia con la luz,
en cada celebración eucarística encendemos velas antes de proclamar la Palabra
de Dios. En la experiencia de Moisés, él aprecia el fuego antes de recibir la
Palabra de Dios.
Otro
elemento es la revelación que Dios entrega a Moisés. Él siendo ajeno a los
dolores de los hebreos logra enterarse de esta aflicción porque Dios lo manifestó.
Aquí existe una apología interesante; Dios parece estar ausente ante las injusticias
de este mundo, pero en la esclavitud de los hebreos en Egipto, Dios se hizo
presente en la obra de Moisés. De igual manera, cada vez que la Palabra de Dios
es proclamada es Dios quien aboga por el oprimido.
Por
último, la experiencia de Moisés en la zarza fue una experiencia personal,
individual, pero al irse completando la obra se volvió una experiencia
comunitaria; “vendrán ustedes a darme culto en este monte”. Cada misa es una
experiencia similar, Dios anuncia el sufrimiento del mundo por medio de su
Palabra convocándonos a la libertad de su gracia.